A medio camino entre Guayaquil y la Isla Puná se encuentra Punta de Piedra. Esta comuna que está al pie del río Guayas, y que se estima que tiene más de 70 años, alguna vez fue un punto importante de defensa naval para la ciudad.
Aunque se esperaría que un lugar con estas características históricas tuviera una evolución y progreso para sus habitantes, no fue así. Año tras año, distintos medios demuestran el abandono de esta comunidad que hasta el momento sigue sin tener luz, agua potable o una escuela a la que los niños puedan asistir.
Esto no es aislado. Es el común denominador de todas las comunas a lo largo del golfo de Guayaquil. Y es que al estar tan alejados de la ciudad, con un trayecto de más de una hora en lancha saliendo desde el Mercado de la Caraguay (zona sur), sus moradores no tienen otra alternativa que aprovechar los recursos naturales que les rodean.
El principal sustento económico de esta y otras comunas es la captura de cangrejos y la pesca. Pero el negocio no es igual de rentable que antes, según Ismael R. de 37 años, habitante de Punta de Piedra.
“A veces ganamos y a veces no. Ya no se trata de la calidad del cangrejo, sino de la cantidad. Por ejemplo, si en el mejor de los casos, se vende una plancha a 20 dólares, a eso se le descuenta el transporte, alimentación y gastos extras como pagarle a alguien para que te amarre los cangrejos en caso deque no sepas cómo hacerlo”, explica.
Para llegar a Guayaquil se necesitan nueve galones de gasolina y para conseguir el dinero del combustible, las personas que tienen embarcaciones hacen negocio con los cangrejeros que no tienen lanchas.
El precio del pasaje depende de lo recolectado durante el día. Si solo se tiene una plancha de cangrejos (entre 48 a 52 unidades), la movilización cuesta siete dólares.
Si se transportan dos planchas, son 14 dólares. Este valor, en algunas ocasiones, se vuelve impagable ante los intermediarios que no pagan más de 15 dólares por plancha a los pescadores.
Y una plancha de cangrejos mal pagada genera todo un efecto dominó: si los cangrejeros no ganan lo justo por el comercio de su producto, no tienen cómo costear la movilización para trabajar y vender los cangrejos. Y si no generan suficiente dinero, no pueden comprar alimentos para sus familias y mucho menos para pagar el transporte de sus hijos al colegio.
La falta de servicios básicos no es la única necesidad latente. La educación también es un problema sin resolver. Aunque Punta de Piedra es una comuna conformada por 180 familias, no tiene una escuela propia.
Desde hace varios años, se ha promovido la construcción de una escuela, pero por temas burocráticos no se ha podido realizar.
“Los niños deben viajar cinco kilómetros para llegar a una escuela en las comunas Masa 1 y Masa 2, donde apenas viven 15 familias. La respuesta de las autoridades es que así se construye un colegio, no hay presupuesto para asignar profesores y hacer un traspaso”, comenta Ezequiel Castro , director de la Fundación The Social Project.
El mismo problema de Punta de Piedra lo tiene la comuna Tres Ratones. Entre los dos sitios viven más de 100 niños, de los cuales el 50 por ciento no estudia porque no tiene una escuela o recursos para movilizarse, según datos de la fundación.
Se necesitan dos dólares diarios por cada niño para que pueda ir a estudiar. Es decir, que si una familia tiene tres hijos necesitan seis dólares diarios para enviarlos al colegio. Por la falta de recursos económicos, el porcentaje de deserción escolar es alto y los niños no tienen otra alternativa que dedicarse a trabajar o al cuidado del hogar.
Esta problemática se evidencia más en las épocas de veda: los ingresos delas familias disminuyen y se priorizan gastos como la alimentación. De hecho, en esta temporada y en invierno la asistencia a clases disminuye en un 60 por ciento aproximadamente.
Ante esta realidad, la Fundación The Social Project implementó una iniciativa para disminuir el ausentismo escolar. “Se trata de una lancha denominada Aquabus Escolar, que funciona como medio de transporte para que los niños se trasladen de forma segura a sus es-cuelas. También funciona como una biblioteca flotante para que accedan a diversos libros y cuentos que favorezcan su desarrollo.”, comenta Ezequiel.
¿Cómo funciona? El método de pago es una “moneda social”, que se consigue al entregar un kilo de plástico. El objetivo, además, es que el proyecto se replique a lo largo de las comunas del golfo para que el plástico se convierta en una moneda de intercambio, se cree una red de recicladores y se disminuya la contaminación ambiental causada por este material.
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Desde el inicio del proyecto a finales de 2023, se ha recolectado cerca de 36 toneladas de plástico. Son 120 personas que se han sumado a esta dinámica de intercambio que está liderada por un grupo llamado “Guardines del Manglar”.
Desde hace varios años esta asociación recorre el golfo en lancha, recolecta el plástico y realiza todo el proceso de clasificación de estos residuos.
Disminuir los costos de movilización para los más pequeños no es el único beneficio del proyecto. En la comuna también implementaron un punto de canje denominado tiendita “Eco trueque”, donde se puede intercambiar el plástico por monedas sociales y con eso pagar por alimentos no perecibles y útiles escolares.
¿Metas a largo plazo? Este año esperan incluir otra lancha Aquabus Escolar y trabajar con dos comunas más situadas al otro extremo del golfo de Guayaquil.
El costo del proyecto ronda los 29 mil dólares en su primer año de ejecución y a partir del segundo año su costo disminuye a 12 mil dólares.
Las alianzas estratégicas son claves: la marca Bolonia maneja la tiendita Eco trueque y otorga pastas y productos alimenticios; Terpel dona el combustible; NF Toys fabrica la moneda plástica y la marca Amalie ayuda con el mantenimiento de motores, entre otros actores.
Iniciativas como esta ayudan a contribuir al logro de varios Objetivos de Desarrollo Sostenible. Con el Aquabus Escolar se garantiza una educación inclusiva. Con la tiendita Eco trueque se promueve la erradicación del hambre. Con la moneda social se ayuda a la reducción de la pobreza. Con la recolección del plástico se evita la contaminación ambiental y con el apoyo de las empresas se fomentan las alianzas para lograr los objetivos.
Si no se asegura el apoyo e incremento de estos proyectos sociales, las comunas del golfo de Guayaquil seguirán en la sombra y con muchos problemas sin resolver.