Caos vehicular y pedidos de ayuda a las autoridades son parte de los resultados que arroja Google cuando buscas información sobre el Trinipuerto, un sector de la Isla Trinitaria que es considerado como uno de los puntos calientes de Guayaquil. Pero dentro de toda esa ola de malas noticias, hay algo que sobresale y rompe todo ese patrón negativo: dos fotos de una señora con sonrisa resplandeciente que está vestida con atuendos representativos de la cultura afroecuatoriana.
Este hecho llamativo no solo se limita al mundo digital, sino que también se traslada a la vida real. Y es que la señora de la fotografía se llama Inés Santos, de 51 años. Ella es una lideresa afroecuatoriana y su casa se convirtió en un refugio para la comunidad del Trinipuerto que tiene que hacer frente a la desigualdad y la inseguridad.
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Su historia empezó 10 años atrás. Inés fue víctima de un hecho violento y aunque prefiere no dar detalles, asegura que por no tener conocimiento en derechos humanos en ese entonces, su caso quedó en la impunidad e incluso afectó la salud emocional de su hija Alisson.
“Vendí todo lo que tenía y como no tenía recursos suficientes, no pude hacer nada más. El tío del individuo implicado era juez y no tuvimos ninguna respuesta. Mi hija quedó con un cuadro de epilepsia emocional y en ese momento las dos decidimos que no íbamos a permitir que a otras niñas de la comunidad les pasara lo mismo”, detalla con la voz entrecortada.
Otro suceso que afianzó sus deseos por ayudar a la comunidad fue en la pandemia. En esa época, varios jóvenes acudían a su casa para contarle sus problemas familiares, sus discusiones o el hambre que pasaban por la falta de alimentos. “Enviamos varios oficios para que nos llegara alimento y cuando nos dimos cuenta, nos convertimos en un centro de acopio. Después de eso, los tricicleros nos ayudaron a distribuir los kits en toda la zona”, recuerda Inés.
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En ese momento nació la Fundación “Nia Kali”. Su nombre proviene de la lengua africana suajili. Nia significa propósito y Kali significa intenso. Es decir, que tienen un propósito intenso de servicio a la comunidad.
El centro de operaciones de la Fundación Nia Kali es la planta baja de la casa de Inés. Allí, junto a varias voluntarias, atienden a 150 niños, niñas y adolescentes. Pero, de manera fija trabajan con sesenta.
¿Qué hacen? Apoyo pedagógico, acompañamiento de tareas, juegos y actividades lúdicas para que la educación se convierta en algo más llamativo para los jóvenes porque detectaron que la falta de interés es la causa principal de los altos índices de deserción escolar presentes en el colegio del sector.
Otro enfoque que impulsan es la Educación Integral en la Sexualidad. Ofrecen talleres sobre derechos sexuales y reproductivos, salud, toma de decisiones, información sobre el cuerpo humano y demás. De hecho, consiguieron un convenio con la escuela local para que los adolescentes sean voceros y hagan réplicas de estos contenidos en la institución educativa. Ese es el “test” para que pasen a nuevos niveles de aprendizaje dentro de la fundación y obtengan certificaciones.
Eso no es todo. También tienen actividades recreativas como danza africana, canto, pintura y talleres de autocuidado junto a los padres de familia porque Inés cree que no sirve de nada trabajar solo con los niños si no se trabaja paralelamente con su entorno y sus familias.
¿Qué se logra con toda esta labor? Que los jóvenes ocupen sus tiempos libres en cosas positivas, desarrollen autoconfianza, estén al día en sus tareas escolares, que tengan acompañamiento académico para los contenidos que no entiendan, que puedan utilizar las herramientas digitales de la fundación (muchos no cuentan con dispositivos en sus casas), pero sobre todo, puedan vivir alejados de la violencia que los acecha.
Hoy, la Fundación Nia Kali se mantiene por autogestión y con apoyo de aliados como el Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos (CDH), la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), la Universidad de las Artes y el Banco de Alimentos que dona raciones alimenticias que la fundación reparte a familias necesitadas de la comunidad.
La labor de la organización y de su fundadora no es algo menor. De hecho, es el escape y la respuesta a las necesidades de niños que tienen una situación socioeconómica compleja. Impulsar estos programas no solo construye un ambiente seguro para los niños del Trinipuerto, sino que contribuye a la meta más deseada de la sostenibilidad: no dejar a nadie atrás y crear un mundo más justo y próspero para todos.
Si deseas apoyar la labor de la Fundación Nia Kali puedes comunicarte con Inés Santos al: +593 99 187 5164.