Desde hace más de una década, el modelo de vida de los solteros tiende a adquirir rasgos cada vez más concretos hasta llegar a una nueva definición: los neosolteros, aquellos que viven solos por convicción y no por circunstancias. Para este segmento buscar su otra mitad, casarse o compartir su vida en pareja ni siquiera es una prioridad.
El término “neosoltero” realmente no es nuevo. La española Carmen Alborch lo utilizó en su libro “Solas: gozos y sombras de una manera de vivir” (1999) para distinguir a éstos de los que simplemente cargan con la etiqueta de “no casados”. En dicha obra los definió así:
"Son profesionales muy calificados, desenvueltos, competentes, seguros de sí mismos, con un alto nivel cultural. No tienen por referente social la pareja, no están obsesionados por la estabilidad económica, que ya han alcanzado, no renuncian a las comodidades y más bien las buscan y saben disfrutarlas, no quieren sufrir experiencias dolorosas o defraudantes en el terreno del amor, no es para ellos una prioridad la vida en pareja ni casarse y no les supone trauma la cama vacía, que consideran suficientemente compensada con el éxito profesional".
El fenómeno de los neosolteros ha sido estudiado en muchos países, en específico sobre los hogares unipersonales (aquellos habitados por una sola persona). Esta tendencia ha venido de la mano con las modificaciones en la forma de vivir relaciones y su evolución, como la de los dinky (parejas sin hijos) o los “living apart together” (relaciones de parejas que viven separados).
El portal mexicano Seis Grados los describe como: