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Rituales para curar y agradecer a la Pachamama

lunes, 4 enero 2016 - 02:37
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Fotos: Segundo Espín

Los yachaks de Ilumán, parroquia de Otavalo, alejan las malas energías, curan las enfermedades y combaten las hechicerías con sus ceremonias. También agradecen la bonanza que cada año brinda la Pachamama.

José Joaquín Picuasi aprendió de su abuelo los secretos que guardan cada una de las plantas andinas como la ruda, la chilca, la ortiga, el marco, entre otras. Con él supo descifrar las enfermedades que un cuy muestra durante una limpia. Con eso, ellos aseguran que no solo curan las dolencias del espíritu y los problemas cotidianos, sino también los dolores físicos. Con esos conocimientos, él es uno de los 28 yachaks o sabios de la comunidad de San Juan de Ilumán, al norte del cantón Otavalo. A ellos se los conoce popularmente como shamanes o curanderos.

¿Y por qué en ese lugar? Picuasi explica que ellos viven y aplican sus conocimientos en esa parroquia rural de Otavalo porque se encuentra estratégicamente situado en medio de cuatro cerros considerados sagrados: Imbabura, Cotacachi, Mojanda y Fuya Fuya.


Letanías. La yachak combina sus creencias
ancestrales con su fe en la religión Católica.
Ella ora para que su espíritu esté fortalecido
durante el ritual.

CURANDO

Los yachaks de Ilumán crearon una asociación. Su trabajo es avalado por el área de  medicina intercultural del Ministerio de Salud en Imbabura. Su distintivo es un collar con dije de un sol sobre un fondo celeste elaborado con mullos.

Su trabajo gira en torno a una vertiente de aguas medicinales ubicada a pocos metros del transitado tramo Otavalo-Ibarra de la Panamericana. En ese sitio conocido como San Juan Pocyo se realizan ceremonias de gratitud por sus conocimientos y por los beneficios que trae el agua a los campos.

Rafael Carrascal, presidente, afirma que no todos pueden ser yachaks. Uno de los requisitos es haber nacido con el don de curar. Otro es aprender junto a uno de los indígenas sabios –muchos de ellos abuelos de los aprendices– las propiedades y los significados que tienen cada una de las plantas y animales.Con esos conocimientos, ellos dirigen las ceremonias por el Inti Raymi o Fiesta del Sol que se realiza en junio. Ese ritual se efectúa en agradecimiento por las cosechas.


Agradecimiento. Los yachaks de Ilumán se unen para realizar una
ceremonia en la vertiente que se encuentra en San Juan Pocyo.
En ese ritual agradecen por sus conocimientos y por la
fertilidad de sus tierras.

Los yachaks, quienes visten con camisa y pantalón blanco como señal de purificación, realizan rituales medicinales y por los nuevos novios. Para ello usan plantas, cuyes, velas, huevos, cigarrillo, aguardiente, piedras, entre otros.

Carrascal indica que combaten la hechicería y aseguran que tienen la cura al espanto o mal de ojo. Para ello recurren a sus creencias ancestrales y a su fe en la religión Católica. Además, ellos aplican los castigos al interior de su comunidad.

MÁS QUE UN ÁRBOL

Alrededor del lago de San Pablo hay 13 árboles lecheros, conocidos así porque la savia es de color blanca. Los lugares en que se encuentran son considerados sagrados.

Pero hay uno que es el más conocido y en donde los yachaks celebran las ceremonias por los equinoccios y en cada septiembre se efectúa un rito para que lleguen las lluvias. También realizan en esos lugares los rituales para las nuevas parejas.


Amor eterno. Enrique Conejo y César Cotacachi observan
uno de los 13 árboles lecheros considerados sagrados.
En ese sitio se recuerdan historias ancestrales de un
amor que enfrentó al imponente taita Imbabura.

Se encuentra en la cima del sitio conocido como Pucará de Rey Loma, a una altura de 2.847 metros sobre el nivel del mar. Desde ese lugar se observan los cerros sagrados, además del lago de San Pablo y Otavalo. Ancestralmente desde ese mirador natural, los sabios observaban qué colores tomaba el agua para predecir el clima.

Ese árbol guarda varias historias. César Cotacachi, consultor en turismo comunitario, relata que la comunidad iba a sacrificar a Nina Pacha para que no continúe la sequía, pero su amado Guatalquí evitó que eso suceda. Por eso el taita Imbabura se enojó, a ella la convirtió en el lago de San Pablo y a él en el árbol del lechero. Cada vez que se acuerda de su amada, de sus ramas brota la savia que representan sus lágrimas.

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