El femicidio de la subteniente Aidita Pamela Ati ha acaparado titulares por las características del caso: sucedió en su lugar de trabajo y los implicados son sus propios compañeros. Sin embargo, pocos conocen que se graduó de paracaidista y fue la primera mujer militar de su familia.
Vistazo entrevistó a Luis Ati, padre de la oficial, quien compartió detalles sobre la vida de su ‘ratoncita’, como él le decía de cariño. Los dos tenían una relación muy cercana, a tal punto de que sus conocidos decían que Aidita era la versión femenina de su progenitor.
Ahora a Luis solo le quedan los recuerdos y las fotos. Nunca imaginó que su hija moriría de esa manera, con el uniforme militar que siempre soñó.
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Aidita Pamela Ati Gavilánez nació el 20 de octubre de 1998 en el Hospital de las Fuerzas Armadas en Quito. Fue la primera de dos hijos que tuvo Luis, un militar en servicio pasivo con más de 27 años de trayectoria.
La nombraron Aidita en honor a su abuela paterna Adelaida, quien vive en la parroquia Calpi de la ciudad de Riobamba (Chimborazo), de donde son procedentes los padres de la subteniente.
“Era una niña muy alegre, le gustaba bailar, cantar, era el amor de mi vida y de su mami”, comentó Luis Ati, quien recuerda que cuando tenía tres años le enseñó a nadar y después esta actividad se convirtió en una de sus pasiones. Ganó varios campeonatos en su niñez y adolescencia.
Los estudios de primaria y secundaria los cursó en instituciones educativas de Quito. No era la alumna número uno, pero nunca se quedó en un supletorio o tuvo problemas de calificaciones. Más allá del resultado, lo que la caracterizaba era su responsabilidad y convicción por cumplir sus metas.
Aidita veía a su padre como su mejor amigo. Incluso compartían los mismos gustos por la comida. Su plato favorito era el yahuarlocro, y en Navidad él la acompañaba a comprar ropa. “Si te gusta a ti, entonces me gusta a mí”, decía la subteniente.
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Luis Ati revela que, en su adolescencia, Aidita expresó su deseo por ser psicóloga. “Me decía: ‘Mi primer paciente vas a ser tú porque estás loco’”, cuenta su padre, recordando las ocurrencias de la joven.
Sin embargo, tras terminar el colegio, la joven le comunicó que quería entrar a la Escuela Superior Militar Eloy Alfaro (Esmil). Luis no estaba contento con la idea porque sabía los sacrificios que implica la vida militar, pero ella insistió hasta que su padre decidió apoyarla.
Lo consiguió, pero el sueño terminó en tragedia. El pasado 29 de junio del 2024, el cuerpo de Aidita fue encontrado sin vida en el Fuerte Militar Napo. Inicialmente, el Ejército había dicho que la mujer murió a causa de una asfixia, pero la autopsia reveló que el cuerpo tenía hematomas e incluso señales de violencia sexual. Con ello, se confirmó que se trataba de una muerte violenta. Mientras avanzan las investigaciones, el único consuelo de su padre es luchar para que se haga justicia.
Años antes de la tragedia, la entonces adolescente Aidita, que recién terminaba el colegio, se preparó durante seis meses para poder ingresar a la escuela militar. De lunes a viernes acudía a un instituto y su padre la entrenaba los fines de semana. “Le decía, tienes que esforzarte, debes entrar por la puerta grande, yo no voy a hablar con nadie para ayudarte”.
La determinación de la joven tuvo resultados y, de unas dos mil postulantes solo ingresaron ocho, entre ellas Aidita. Luego, solo lograron graduarse cinco mujeres como subtenientes.
“Cuando ingresó a la escuela militar se me fueron las lágrimas, pero así mismo, hace dos años, cuando salió por esa misma puerta con el uniforme de subteniente, también lloré, pero de emoción. Yo soy de tropa y mi hija llegó a ser oficial, me superó y me sentí muy orgulloso”, comentó el padre, quien recalca que la joven fue la primera militar mujer de su familia.
Después, la subteniente se graduó como paracaidista. De las cinco postulantes solo ella y otra compañera consiguieron el título. “Yo también fui paracaidista y mi hija siempre me decía: ‘Papi, yo tengo que saltar contigo’, pero nunca lo hicimos”.
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Los últimos días con vida de Aidita transcurrieron entre la ciudad de El Coca (Francisco de Orellana), donde la joven formaba parte de la Brigada de Selva 19 Napo, y Quito, el hogar de sus padres.
Luis rememora que su hija siempre llegaba a la casa a seguir trabajando. “Ella me decía primero es el trabajo y luego otra cosa”.
Cuando tenía tiempo libre, Aidita y su familia viajaban a la parroquia Calpi en Riobamba para visitar a los abuelos. En ese sitio, la oficial se ganó el cariño de muchas personas. De hecho, pobladores de la zona rural han viajado a Quito para apoyar a Luis en los plantones y exigir justicia.
La subteniente también tenía un perrito llamado ‘Byper’, a quien trataba como un hijo. “Mi esposa le decía que ya quiere tener nietos y, un día, le dijo: ‘Mami ya le voy a dar a su nieto, tiene que ir a la plataforma del sur para retirarlo. Había comprado un perrito”.
Cada vez que llegaba a la casa, Aidita le traía shampoo, le compraba golosinas e incluso le inscribió en una escuela de adiestramiento.
“A veces nos planta la vista como diciendo dónde está mi mami, pero fue muy poco el tiempo que pasó con ella. Sin embargo, cuando lo vemos nos da nostalgia. Yo lo quiero como a mi nieto, es como verle a ella”, relató Luis Ati.
A más de un mes del crimen, la familia de la víctima espera que el caso no quede en la impunidad y que las autoridades actúen con celeridad.
La Fiscalía procesa a seis personas por el delito de femicidio. Cuatro militares permanecen en prisión preventiva. Ellos llevaron a la joven a su habitación tras una fiesta. Mientras que Luis Fierro y María Vaca son acusados como presuntos cómplices.
“Lo que más me duele es que le quitaron la vida a una mujer dentro de la institución a la que quiso servir. Ella era el orgullo de la familia, y cada vez que pasa el tiempo, más nos hace falta y nos atormenta el dolor”, comentó Luis Ati, quien desea que el caso sirva para crear un precedente y que otras mujeres no vuelvan a sufrir lo mismo que su hija.