Carlos Luis Morales fue futbolista, presentador de noticias y político, pero sus familiares, amigos y compañeros de trabajo prefieren recordar al ser humano cariñoso y solidario.
“Nos entregaron un papá destruido, que lo reconstruimos para que pueda irse en paz”. La frase de Alejandra Morales, hija del ex Prefecto del Guayas, Carlos Luis Morales, resume las últimas semanas de vida de su papá, quien el lunes 22 de junio, un día después del Día del Padre, dijo adiós.
Su corazón no aguantó los golpes que vivió ese mes, que inició con su detención para una investigación por posibles actos de corrupción que vinculaban a su familia, específicamente a sus hijastros y esposa. “Era muy bueno. Intentaron dañar su imagen y no aguantó más”.
El domingo, Carlos Luis pasó el día con dos de sus hijos (Alejandra, 27 años, y Luis Gabriel, de 35); un día antes estuvo con su otra hija, Sandra, de 32 años. Los tres son de su primer matrimonio. “Ese día almorzamos con él y le planeamos todo lo que haría el día lunes”, recuerdan.
Ese lunes de mañana, Alejandra recibió una llamada: su papá se estaba ahogando. “Cuando llegué, se sentía mal pero estaba vivo. Llamé al ECU911 pero demoraban; nos subimos al carro y lo llevé a la clínica. Ya cuando dejé ingresado a mi papá, lo llamé a mi hermano (Luis Gabriel) para que me acompañara”.
Durante esas horas afuera de la clínica, las versiones de que el ex Prefecto había fallecido porque no autorizaron quitarle el grillete ganaron espacio. Sus hijos lo aclaran: “Eso nos salían a decir del hospital, que si ya habían autorizado el corte porque si no confirmaban eso, no podían hacer nada”.
“Dejen que hablen”
Carlos Luis Morales es más reconocido por su etapa de futbolista que por la de presentador de noticias y política. Si bien en estas dos últimos tuve un ascenso fulgurante, es en las canchas donde escribió su nombre con letras doradas. Era el ídolo del Ídolo del Ecuador, Barcelona. “Aún recuerdo cuando me llevaba a la cancha, yo corría con él allí. Las alegrías en la tribuna, la gente coreando su nombre”, dice su segunda hija, Sandra.
Sus hijos lo recuerdan como una persona apasionada por lo que hacía, responsable, trabajador, “bien necio eso sí”, dicen con una sonrisa. “En los 14 que vivió conmigo, fue la mejor época de mi vida”, cuenta Sandra.
Morales se separó de su primera esposa en 1998. Dos años después se casó con quien fue su pareja hasta su fallecimiento, Sandra Arcos. Con ella tuvo otra hija, Micaela, de 25 años. Además de los tres hijos de su primer matrimonio, Morales tenía otra hija, Melanie, de 15. En total tenía seis nietos. Lo recuerdan como un abuelo cariñoso, consentidor, que se desvivía por ellos.
Luis Gabriel, su hijo mayor, recuerda que en enero a su padre le determinaron que tenía apnea del sueño. “Dormía con un tanque de oxígeno al lado”. Esto sucedió fuera del país, previo al inicio de la emergencia. “Sabíamos que tenía ciertas dolencias, pero no nos decía exactamente qué era”.
El resultado en específico de la autopsia, dicen, prefieren no revelarlo. Sí reconocen que tenía un problema en el colon desde hace dos o tres años, y para eso tomaba medicinas. Una fuente a la que accedió Vistazo le indicó que el ex Prefecto tenía, además, una dolencia en el páncreas.
Por estas afectaciones le pedían que baje el ritmo, que descanse, porque estaba estresado. “A veces me decía que lo que un día iba a matarlo era el estrés”, recuerda una ex colaboradora.
Luis Gabriel, Sandra y Alejandra recuerdan que lo fueron a ver el día de la detención a la Policía Judicial. Las investigaciones continúan pero sus hijos aseguran que su padre no tuvo que ver en esto. “Nos decía que lo habían traicionado, que estaba decepcionado de la vida, pero no nos contaba nada más, solo nos pedía que no nos metamos, que dejemos que la gente hable”.
“Lo abandonaron”
Morales era un hombre de hábitos. Desayunaba con su familia, llegaba a la oficina con pan para compartir con sus colaboradores. Le gustaba tomar café, siempre lo pedía con dos cucharadas de azúcar. Cargaba una maleta como niño de escuela, aunque quienes lo conocen dicen que casi nunca la abría para sacar algo.
Desde que asumió como Prefecto, en mayo del año pasado, todo cambió. Lo dicen quienes trabajaron con él desde muchos años atrás. “Él debió participar como candidato independiente. Cuando ganó aparecieron personas que no le hacían bien, que lo apagaron”. En su entorno cuestionan cómo reaccionó el partido político ante las denuncias. “Lo abandonaron”.
Sus hijos opinan algo similar. “No se rodeó de gente de confianza”. Recuerdan que ya con el escándalo en desarrollo, en una de las visitas que le hicieron al edificio de la Prefectura, su padre les dijo: “Antes esta oficina pasaba llena de gente, de amigos… Hoy está vacía”. Pese a su lealtad, dice, lo abandonaron, tanto el partido como la familia con la que actualmente convivía.
Con sus hijastros tenía una relación normal; nunca se rompió esa barrera consanguínea. “Siempre lo trataron de Carlos Luis”, recuerdan. Incluso en algún momento dijo que pese a quererlos mucho, y haberlos criado como suyos, no siempre los hijos crecen como uno quiere.
Ese viernes, en la Prefectura, realizaron un agasajo por el Día del Padre. Allí Morales dio su último discurso. Fue premonitorio, cuenta una persona que estuvo allí y que solo se limita a decir que lo sintieron como una despedida.
El féretro de Morales llegó al camposanto Parque de la Paz, en La Aurora (a pocos minutos de Guayaquil), al mediodía del martes 23 de junio, un día después de su muerte. Menos de 100 personas estaban autorizadas para entrar y despedirlo. En los exteriores, cientos de personas intentaban rendirle homenaje a su amigo, compañero de trabajo, ídolo… La emergencia sanitaria no los dejó estar más cerca.
En un momento, por la llegada de más personas, tuvieron que cerrar la puerta del ingreso al camposanto. “Por pedido de la gente, previo al entierro, acercamos el ataúd a la puerta para que se despidan de mi papá”, señala Luis Gabriel. Dice que ese apoyo era el que su padre necesitaba cuando fue acusado.
Un recuerdo que ellos aseguran que tienen en las zonas rurales de la provincia, “allá donde las redes sociales no llegan y donde conocen al verdadero Carlos Luis. Donde lo recibían con cariño siempre que fue”. De uno de esos viajes “adoptó” a Valentino, su hijo de cuatro patas. “Nos decía que era el heredero”, dicen entre risas. También tenía otra perra, Mafalda.
Morales se fue acompañado de su familia, de quienes lo recuerdan en su faceta de bailarín y cantante. Sin personajes políticos a su alrededor, esos que lo acompañaron en el último tramo de su vida hasta que la Fiscalía pidió su prisión. Quizá ese fue su mayor error: entrar en la política, a un partido que no sabía jugar.