El Danzante de Píllaro, un tradicional festejo por el Corpus Christi en el corazón de los Andes de Ecuador, se mantendrá en cuarentena por la pandemia del coronavirus, pero se alista para reaparecer el próximo año con la fuerza del pingullo y el tambor.
Por ahora, la celebración se podrá admirar sólo en internet, con videos e imágenes elaborados por la Alcaldía de Píllaro, un pujante municipio de la serranía ecuatoriana que decidió cancelarla este junio, por segundo año consecutivo, ante la persistencia de la pandemia de la covid-19.
El alcalde de Píllaro, Francisco Yanchatipán, explicó que el Ministerio de Salud, debido a la emergencia sanitaria, ha recomendado que no se celebre de forma presencial el festejo, que desde ya se prepara para reaparecer el próximo año.
Y es que, según este alcalde, los niveles de vuelta a la normalidad dependerán de factores como el avance del plan de vacunación, que aún no logra los niveles que permitan relajar en algo las estrictas normas de bioseguridad aplicadas.
Por eso, el Corpus Christi será virtual este año, porque "hay que proteger la salud de la gente", agregó Yanchatipán que visitó la comunidad de San Andrés, donde sus hábiles artesanos preparan los trajes que lucirán los danzantes apenas la pandemia lo permita.
TRAJES ANCESTRALES
Danilo Congacha Saquinga, es un campesino de la comuna de Guapante Grande, de la parroquia de San Andrés, que heredó de su abuela Rosa Elena, ya fallecida, el oficio de confeccionar los trajes de los danzantes.
Él ya lleva doce años en esta actividad y sus trajes son apreciados en otras comunidades que suelen buscarlo para obtener los ropajes propios de la festividad.
El Corpus Christi andino, en el solsticio de verano, coincide con el Inti Raymi, la fiesta indígena del Sol, pero no es una fecha sino una temporada en la que los pueblos originarios exhiben sus mejores galas para agradecer a la Pachamama (Madre tierra, en quichua) por las generosas cosechas.
Congacha Saquinga, para confeccionar los trajes, recoge durante mucho tiempo los elementos que forman parte del atuendo, sobre todo las monedas antiguas, sucres y centavos de sucre, en desuso desde el año 2000, cuando el país adoptó el dólar.
Solo algunas telas son adquiridas en fábricas textiles, pues todo lo demás es fabricado a mano por este inusual sastre, que para esta época suele confeccionar, al menos, dieciocho atuendos para danzantes.
SINCRETISMO RELIGIOSO
El traje empieza con unos zapatos, tipo zuecos, de unos diez centímetros de alto; pantalones de lienzo sujetos con cascabeles de campanillas, que también sostiene a una prenda como bandera de colores que adorna la espalda del danzante.
Finalmente, un sombrero sostiene un gran tocado en la cabeza, adornado como si fuese un pavo real, con incrustaciones de monedas antiguas, pequeños espejos y una serie de cuentas.
Como lo hiciera su abuela y otros antepasados, él mismo viste a los danzantes con el portentoso traje que necesita de puntadas de hilo grueso para fijarse adecuadamente al danzante.
"Esta es una tradición que viene de nuestros antepasados", añadió el artesano que luego de vestir al danzante para que otros personajes de la representación lleguen con tambores pequeños y pingullos (una especie de flauta) para entonar unas melodías antiguas, a cuyo ritmo se acoplan los danzantes.
El danzante de San Andrés, los afamados Diablos de Píllaro, la "Trajería" de Poaló y los "huacos" o curanderos de San Miguelito, son tradiciones de esta parte de la sierra ecuatoriana, que recrean el sincretismo religioso dejado por el choque de la cultura occidental y la cosmovisión andina.
Consideradas para formar parte del Patrimonio Cultural del País, estas celebraciones han recibido el reconocimiento de la Asamblea Nacional (Parlamento) de Ecuador.