Las hélices de un helicóptero se escuchaban a los lejos. Mientras, a través de la línea telefónica, Jenny Ávila intentaba relatar a Vistazo cómo fundó su organización para ayudar a jóvenes con capacidades especiales y adultos mayores en contextos de violencia. Era una noche tensa, el 6 de marzo, pero Jenny quería hablar, una forma de escapar de los nervios. Muy cerca de su residencia, en Socio Vivienda 2, se registró un ataque armado que dejó 22 personas asesinadas, una de las mayores masacres cometidas en la ciudad.
Minutos antes de la llamada, Jenny cuenta que había salido de su casa para socorrer a uno de sus "niños", quien sufrió un episodio de epilepsia. "Fue fuerte, como nunca", describe, y agrega que cree que lo desencadenó el estruendo de las balas
Jenny llegó a 'Socio' en 2018, pero su compromiso con los jóvenes, y niños comenzó hace más de 30 años, liderando proyectos en diversos barrios de Guayaquil.
Pero nada ha sido fácil. En ese lugar considerado uno de los más peligrosos de la ciudad, ella trabaja con 150 personas con capacidades especiales. A pesar de haber solicitado ayuda a diversas instituciones estatales, no ha recibido respuesta ni tampoco algún tipo de soporte, subraya.
Sin embargo, colabora en alianza con la Fundación Social Project, enfocada en el desarrollo de comunidades vulnerables, con quienes organiza diversas actividades.
A pesar del caos de ese día, su tono de voz refleja emoción al comentar que este sábado, en Samanes, se llevará a cabo un campamento para los Chicos de Discapacidad Sin Barreras.
Historias como las de Jenny no son escasas en Ecuador, pero tampoco suficientes. En uno de los países más golpeados por la violencia en la región y que desde el 9 de febrero de 2024, fue declarado en estado de conflicto armado interno.
En medio de este caos, hay quienes resisten desde sus barrios y comunidades, y no solo eso, los transforman y mejoran.
En el marco de este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, Vistazo visibiliza las historias de mujeres ecuatorianas que a través de su labor con juventudes, logran intervenir y hacen frente a realidades de violencia, mostrando a los jóvenes una salida hacia un futuro más positivo. Una batalla que, aunque parece desigual, nos cuenta relatos de lucha y resistencia.
Patricia Toro preside la Escuela Hilando Arte, también conocida como 'Hilarte', ubicada en el suburbio oeste y en Isla Trinitaria, en Guayaquil. Al hablar describir al barrio, utiliza palabras como "ritmo" y "temporadas", refiriéndose a que hay momentos en los que todo está tranquilo, como el mar, y otros en los que se vuelve "más peligroso y violento".
En esa cuerda que parece floja, ella, junto a su equipo, se enfoca en promover el derecho a la educación y en ser un espacio de contención para 587 niñas, niños y adultos con discapacidad, de los cuales muchos tienen necesidades especiales.
Para ella, que parece sentirse impotente, eso no es suficiente; ojalá pudieran hacer más, lamenta: "No alcanzamos a cubrir, se sale de nuestras manos".
LEA: 8M en Ecuador: ¿Cómo evolucionó la realidad de las mujeres tras ocho censos de población?
Lo ha visto de primera mano cómo jóvenes pierden el norte por múltiples causas, la gran mayoría estructurales, como el abandono estatal: "lo que es triste, triste, es una generación que no tiene ni 20 años, no tienen un sentido del futuro".
Ella cuestiona que persista "una narrativa de crónica roja de estos jóvenes, pero no hay una narrativa que muestre cómo también se están capacitando".
Describe uno de los proyectos que impulsan junto a ACNUR, llamado 'Ser Líder, Ser Joven', una iniciativa que busca dotar a los jóvenes de las capacidades necesarias para acceder a empleo. Al finalizar el curso, los participantes reciben un certificado que avala sus habilidades para el mercado laboral.
Patricia menciona otro proyecto: 'Ser Líder en tu Comunidad', que consiste en un programa de voluntariado retribuido, es decir, el joven recibe una compensación económica por ser ayudante de clases en la Escuela Hilando Arte. Cada año, preparan a 10 voluntarios para apoyar en talleres de pintura dirigidos a los niños, y uno de los requisitos es estar matriculado en la universidad.
Así, el ciclo se cierra. Algunos de estos jóvenes se convierten en empleados fijos una vez que obtienen su título, como es el caso de dos psicólogos que ya forman parte del equipo. Pero, nuevamente, dice, ojalá pudieran ser más.
La casa de Inés Santos, una lideresa afroecuatoriana dejó de ser solo de ella y su familia, para pasar a ser una casa para la comunidad del Trinipuerto, en Guayaquil.
Ella preside la Fundación 'Nia Kali', que significa propósito intenso en suajili, se creó para combatir la violencia, la desigualdad y la inseguridad en la comunidad. Su misión no es menor: lograr que ninguna niña vuelva a vivir situaciones de violencia.
En 2020, con la llegada de la pandemia también se constituyó su fundación que hoy apoya a más de 80 niños y jóvenes con talleres de lectura, arte, refuerzo escolar y emprendimiento. Además, ofrece apoyo emocional y psicológico, especialmente para menores en situación de riesgo.
LEA: Nia Kali: una historia de resiliencia en la Isla Trinitaria
Inés que tiene experiencia en defensa de derechos humanos trabaja con voluntarios y entidades como el Banco de Alimentos Diakonia, para realizar actividades que fomentan la cultura, el emprendimiento y los valores de género.
La presencia de Juliana Valencia es inconfundible; su energía y su voz transmiten fuerza, complementadas por una sonrisa grande. Hace siete años, fundó un semillero para apoyar a la infancia y, desde entonces, lidera y preside la Asociación Chapil en Socio Vivienda 2.
¿Por qué "Chapil"? El nombre nos da pista de sus orígenes, Esmeraldas, de esta forma quizo rendir tributo al fruto de su ciudad natal, que dejó y ya lleva 10 años viviendo en Socio Vivienda II.
A pesar de las dificultades para mantener a flote su fundación, Juliana no se rinde, siempre buscando "echar pa' lante", como ella misma lo describe. Sin embargo, reconoce que necesita apoyo, especialmente de personas que apadrinen el proyecto mediante donaciones.
Actualmente, está gestionando recursos para impartir un taller de danza africana llamado La Bomba, y, para recaudar fondos, vende bollos también para poder pintar el comedor comunitario y hacerlo más atractivo para el día de la inauguración. Así está trabajando, o como ella lo dice: "golpeando puertas".
Juliana tiene más proyectos para la fundación este año, por ejemplo, llevar a cabo un taller de pintura ancestral, donde se pintarán cuadros y botellas, promoviendo el reciclaje, además de ofrecer refrigerios a los niños y jóvenes que asisten.
El objetivo es mantenerlos ocupados y alejados de los peligros de la calle.