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Juan Carlos Aizprúa: Un reportero decidido a triunfar

jueves, 19 noviembre 2020 - 09:26
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Juan Carlos Aizprúa estuvo presentando el noticiero de Ecuavisa durante los primeros 5 meses de la pandemia. Mientras el Covid mutilaba la población, “Juanca” se armaba de valor para leer, investigar y dar a conocer el virus a los televidentes. “Llevo 8 años estudiando economía y me tocó inteligenciarme sobre epidemiología para tener credibilidad en el noticiero. En mi trabajo no personalizo lo que sucede, trato de funcionar como una especie de robot para que no me afecte tanto. Lo apliqué también en la cobertura post-terremoto en el 2016. Soy un instrumento para dar información a la gente”, acota el esmeraldeño que vive en la capital desde hace diez años. “Lo personal lo dejaba salir aquí en la casa. Tenía momentos de ansiedad, no lograba descansar. Mi departamento en la avenida González Suárez da a la calle y de repente no había ruidos, sólo pasaba el carro de la basura y me asomaba a la ventana para contemplarlo. Suena irónico pero no podía dormir por ese silencio ensordecedor que te genera ruido”, recuerda.  “Lamentablemente me quebré cuando murió mi compañero y jefe de corresponsales, Víctor Hugo Peña. Cuando salió su cara en el teleprompter no supe manejarlo. Previamente habíamos hecho una oración con la redacción y quizás en ese momento debí llorar, pero me aguanté y  no me pude controlar en el set. Soy vulnerable como cualquiera”, expresa el comunicador que está estudiando un postgrado en periodismo digital. ¿Qué cambió en usted la pandemia? “Evidenció que era más fuerte de lo que imaginaba y descubrí que definitivamente no me había equivocado de profesión. Me sentí más responsable en 5 meses que en 11 años que tengo en el periodismo”.  Vivir las noticias Juan Carlos siempre fue un niño alegre y curioso. A los 8 años era fanático de Indiana Jones y quería ser antropólogo. En Esmeraldas estudiaba en una escuela fundada por una uruguaya donde se incentivaba a conocer la cultura afro-ecuatoriana, la poesía y el arte. “Me gustaba aprender de mis raíces y siempre terminaba entre los finalistas de los festivales de poesía. Recuerdo cuando desperté un 11 de septiembre, prendí la televisión y vi un avión estrellarse en las torres gemelas. En esa época, mi hermano vivía en Nueva York y recién nos pudimos comunicar con él en la noche porque las líneas estaban colapsadas. Desde ese momento empecé a obsesionarme con los noticieros. Los veía todos. En el colegio me fui dando cuenta de que lo mío eran las letras, contar historias, leer mucho, estar pendiente de lo que pasaba en el país. Empecé a trazar mi camino hacia el periodismo y cuando escogí ciencias sociales en quinto curso mi mamá me quería lanzar por la ventana porque mi hermano mayor era físico matemático -ahora está haciendo su PhD en economía- y mi hermana estudiaba administración en banca y finanzas”, relata entre risas. En el 2005 viajó a Quito para estudiar periodismo, era la caída de Lucio Gutiérrez.   “Ya quería contar lo que sucedía y surgió la pregunta: ¿Qué tengo que hacer para estar en televisión? Seis años después estaba en Ecuavisa. “Cuando entré al canal y tuve mi primera reunión con Alfonso Espinoza, Feliz Narváez, María Cecilia Largacha, Pedro, Estefi... mi miedo era de no dar la talla. Trabajé mucho, pedí consejos a eminencias en economía, aprendí, corregí… En el 2013 reemplacé un tiempo a Denisse Molina en televistazo al amanecer y en el 2014 a Don Alfonso en televistazo estelar, mientras recibía un homenaje para su record Guiness, tenía 26 años. Las dos veces recuerdo haber dudado, pero los directivos siempre confiaron en mí, diciéndome ‘hazlo y punto’. Familia folclórica. A pesar de tener una escoliosis, ser asmático y tener rinitis alérgica, Juan Carlos desborda carisma y siempre tiene chispas en los ojos. Esa alegría que lo caracteriza, es herencia de la ciudad donde nació y especialmente, de su familia. Creció en Esmeraldas junto a su madre comerciante, su abuela Victoria, quien es una de las matronas de Esmeraldas y un tío dedicado a la política. “En mi casa se escuchaba Gilberto Santa Rosa, Hector Lavoe y Celia Cruz, mi mamá cantaba y bailaba siempre, ella me enseñó a bailar salsa. A los 15 años ya me ponía los ternos de mi papa, los ajustaba y me llevaba de pareja a las quinceañeras o cumpleaños. Desde chiquito compartía mesa con cuarentones que hablaban de economía y política. Mi familia es bastante folclórica y gritona. Siempre nos criaron para que seamos fuertes y agradecidos con la vida”, detalla el menor de tres hermanos. “Todos estamos dispersos. Mi hermano vive en Nueva York, mi hermana en Guayaquil y mi mamá cuida de mi abuela diabética en Esmeraldas. Ella dice que sufre del síndrome del nido vacío porque mi papa falleció de cáncer cuando yo tenía dos años y ella nunca se imaginó que a su edad actual, iba a tener que viajar y pasar temporadas entre Nueva York, Guayaquil y Quito”. El periodista de Ecuavisa vive feliz y agradecido por volver a las coberturas luego de siete meses. “Llegué a un punto de equilibrio donde disfruto la soledad en Quito, mi profesión y mi familia. Ahora cuando voy a Esmeraldas me adapto a ese instante. Hablamos por los codos, nos reímos, esas son mis raíces. Intento ir cada tres meses. Compro flores y panes para mi mamá y mi abuela. En Esmeraldas recargo energía”. Ya pasaron diez años desde que el joven esmeraldeño pisó por primera vez el set de Ecuavisa. “A veces me pongo a pensar que soy hijo de una viuda que se esforzó para sacar a sus tres hijos adelante, oriundo de una provincia llena de corrupción. A los 12 años me visualizaba viviendo en Quito y trabajando en Ecuavisa. Lo logré, pero sé que esto recién empieza.”

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