Cuando Brryan Jackson tenía un año de vida, su padre, Bryan Stewart, le inyectó sangre con el virus del VIH/SIDA. De acuerdo a los testimonios de la época, Stewart no quería mantener a su hijo así que pensó que lo mejor sería inducirlo a la muerte.
Stewart constantemente peleaba con su esposa, especialmente en lo que giraba en torno al sustento económico de la familia, que de dos pasó a ser de tres. En una de esas peleas, el hombre le aseguró que “su hijo no iba a vivir más allá de los cinco años”.
La pareja se separó en 1992 y la mujer se quedó con el niño. También acordaron que Stewart le pasaría la manutención, cosa que se volvió más problemática porque además de carecer del dinero necesario, tampoco quería hacerlo.
Un día, la madre de Brryan lo llevó al hospital por un ataque de asma. Mientras el pequeño yacía delicado, llegó Stewart y se ofreció a cuidarlo en lo que la mujer podía ir a comer algo a la cafetería. Cuando ella se fue, el padre le inyectó en el brazo a su hijo sangre con VIH a través de una jeringa, según las investigaciones policiales.
A partir de entonces Brryan sintió un cansancio singular, fiebre alta y repetitivos dolores de cabeza. Su madre, asustada, lo llevó a distintos médicos para que le ayudaran a determinar qué ocurría. En 1996, cuando el pequeño tenía cinco años, descubrieron lo que sucedía. La doctora Linda Steel Green fue quien dio el diagnóstico: “El niño puede tener SIDA”.
Steel indicó que el día anterior, previo a acostarse a dormir, recordó que la madre de Brryan le contó que su expareja aseguró que el niño no viviría más allá de los cinco años, y se quedó aterrada. Al siguiente día corroboraron la terrible hipótesis, Brryan no solo tenía VIH, sino que estaba en una etapa muy avanzada.
En 1998, a los siete años, Brryan fue hospitalizado por una recaída grave y ahí fue cuando se inició una investigación que llevó al verdadero culpable, Stewart. Las autoridades descubrieron que el hombre trabajaba en un centro de análisis sanguíneos y había robado la muestra de ahí.
A la madre de Brryan le dijeron que era mejor que se preparara para lo peor, pues el niño tenía varios órganos afectados y ya había entrado en coma dos veces. No obstante, el pequeño logró salir adelante.
“Pasé de tomar 23 pastillas al día a una y el virus es indetectable en mi cuerpo. Mi recuento de células T ha subido y tengo un cero por ciento de posibilidades de contagiar el virus”, indicó Brryan en 2013. Además, confesó que como su nombre de nacimiento era igual al de su padre, decidió añadir una r más al nombre y cambiar su apellido al de su madre.
Brryan Jackson es hoy un conferencista motivacional y activista. En varias entrevistas ha asegurado que, si bien no tiene comunicación con su padre, lo ha perdonado.
Mientras tanto, Stewart fue condenado en 2016 a cadena perpetua. El juez lo señaló como “el peor tipo de criminal de guerra”.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el VIH ya ha cobrado alrededor de 33 millones de vidas. Hasta 2019, había 38 millones de personas con esta enfermedad en el mundo.