Luiz Inácio Lula da Silva inició este domingo su tercer mandato como presidente de Brasil, en una ceremonia multitudinaria y cargada de simbolismo, en la que reforzó su compromiso con el combate a las enormes desigualdades sociales que dividen el país.
El líder progresista, de 77 años, que ya gobernó entre 2003 y 2010, regresó a la Presidencia tras derrotar en unas ajustadísimas elecciones al ultraderechista Jair Bolsonaro, quien no ha reconocido su derrota y abandonó Brasil, rumbo Estados Unidos, para evitar tener que entregar a Lula la banda presidencial, como manda el protocolo.
La toma de posesión contó con un fuerte respaldo internacional, con delegaciones llegadas de 68 países, incluyendo 20 jefes de Estado o de Gobierno, así como un significativo apoyo popular, con cerca de 300 mil personas que abarrotaron el centro de Brasilia, en una de las ceremonias más multitudinarias de la historia de Brasil.
COMBATE A LAS DESIGUALDADES
En la ceremonia, Lula pronunció dos discursos y centró ambos en su firme compromiso en el combate a las desigualdades de todo tipo que dividen a la población y "atrasan" el desarrollo del país, en especial la gigantesca brecha entre ricos y pobres, pero también la desigualdad racial y de género.
Os brasileiros e brasileiras que entregaram a faixa para Lula. #EquipeLula
— Lula (@LulaOficial) January 1, 2023
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El mandatario rompió a llorar al hablar de las familias que se ven obligadas a rebuscar en la basura para encontrar comida y, desde el púlpito del palacio presidencial de Planalto, le pidió a la multitud congregada en la plaza de los Tres Poderes: "¡ayúdenme!".
Lula aprovechó la ausencia de Bolsonaro para cargar de simbolismo el acto protocolario de la imposición de la banda presidencial, que ilustra el traspaso del poder.
Recibió la banda de un grupo de ciudadanos, en su mayoría anónimos, que ejemplifican la diversidad de la sociedad brasileña. Una mujer que se dedica a la recolección de basura reciclable, un profesor, un joven con parálisis cerebral, un niño negro procedente de la periferia de Sao Paulo, una cocinera, un obrero metalúrgico y el conocido líder indígena Raoni Metuktire.
Junto a ellos, y llevando de la correa a su perra Resistencia, Lula subió la rampa que conduce desde la calle al primer piso del Palacio de Planalto, un gesto también de gran simbolismo, puesto que normalmente los presidentes acceden al palacio solos.