No hay la menor duda, Vladimir Putin quiere la influencia que en la historia han tenido los rusos y para lograrlo, a más de las armas, tiene la filosofía y la tecnología para que se impongan “las verdades” que a él le convienen.
La lista de la revista Forbes sobre los hombres más poderosos del mundo en la última década cuenta una historia fascinante. El presidente ruso Vladimir Putin subió al primer lugar en 2013 y se mantuvo ahí por cuatro años consecutivos. Desde 2017, ha cedido el liderazgo al líder de China, Xi Jing Ping, pero se mantiene segundo, sobre el presidente norteamericano Donald Trump. “Mientras muchas de las actividades suyas son criticadas por la comunidad internacional –como su apoyo militar al presidente de Siria, Bashar Assad, la anexión de la península de Crimea, sus incursiones en Ucrania- el hecho es que ha sido exitoso y obtiene “lo que desea”, lo cual consolida su lugar como uno de los jugadores más importantes de la política mundial”, sostiene la revista.
¿Cómo un oscuro agente de la KGB durante la desmembración de la Unión Soviética, llegó a acumular tanto poder? ¿Cuál es su filosofía y cómo ha movido los hilos de la sociedad? ¿Cuál es su visión del futuro de Rusia en el mundo?
Salto a la política
Cuando se desmembró la Unión Soviética, Vladimir Putin estaba en Alemania Oriental como agente de la KGB. Era un burócrata común en la temible policía secreta, que desapareció con la caída del imperio también y que dejó a Putin sin empleo. Por su conocimiento de idiomas se vinculó con el alcalde de San Petersburgo, como concejal. El alcalde fue encargado de la transferencia de activos de la Unión Soviética a Rusia y Putin lo acompañó a Moscú. Sus viejas artimañas de espía le permitieron tejer una red de contactos y acercarse al gobernante Boris Yeltizin, quien lo nombró director de la agencia de inteligencia que reemplazó a la KGB. Después como el rey Midas, convirtió en oro político todo lo que tocó.
Como jefe de la nueva agencia de inteligencia, descubrió (¿o fabricó?) escándalos de posibles rivales político, hasta llegar a ser primer ministro. En contraste con Yeltzin, un anciano incoherente, borracho y enfermo, Putin exhibía un porte atlético y fuerza física y mental. Entonces, ocurrió un atentado en Moscú que fue atribuido a un grupo separatista que buscaba la independencia de Chechenia, exrepública soviética cuya población mayoritaria es musulmán. La firmeza de Putin contra los “terroristas” fue determinante para ganar sin problemas las elecciones presidenciales.
Durante los primeros mandatos, Putin guardó las apariencias democráticas. Aceptó una reelección que permitía la constitución y cedió el poder de 2008 a 2012 a Dimitry Medvedev, aunque él dirigía los hilos como primer ministro. Hizo amistad con George Bush hijo, que también combatía el terrorismo islámico y se pensó inclusive que Rusia podía ingresar a la Unión Europea. Sin embargo, gradualmente fue recortando las libertades democráticas: los principales opositores políticos fueron encarcelados por delitos comunes, las cadenas de televisión que no se alinearán con sus directrices quebraban y los periodistas que investigaban negocios indebidos, corrupción y violaciones de derechos humanos terminaban despedidos o asesinados por delincuentes comunes. En 2012, cuando vuelve al poder como presidente, la transformación estaba completa. Tenía montado el control de los órganos del estado y un aparato de propaganda oficial.
Un nuevo libro sostiene que Putin no es un rey, sino que gobierna con unos pocos: una oligarquía, en la que incluye a la Iglesia y magnates económicos”.
Facista
El historiador y catedrático de la Universidad de Yale, Timothy Snyder en el libro “The Road to Unfreedom: Russia, Europe, America (La ruta hacia la falta de libertad: Rusia, Europa y América)”, publicado en 2018, sostiene que Putin es fascista. La lectura de la filosofía de Ivan Ilyin, un ruso que vivió exilado en Alemania de Hitler, le permitió diseñar el rol que jugaría en Rusia y en el mundo. . Ilyin propone un líder blanco “suficientemente macho, que ha endurado su cuerpo y su espíritu para establecer una conexión mesiánica con su pueblo, que deberá amarlo como a un redentor”. El líder, sin embargo, no es un rey, sino que gobierna con unos pocos, una oligarquía, en la que incluye a la Iglesia Ortodoxa y magnates económicos. En este escenario, las leyes dejan de ser normas neutrales que permiten el avance social, para convertirse en instrumentos que subordinen a las masas al status quo.
Internacionalmente, ese líder es el llamado a crear un imperio ruso que sea respetado y temido en el concierto mundial y para ello está justifica la guerra. Su ejemplo histórico es Vlodomir, el mandatario que consolidó el imperio de los rusos, en el siglo X y cometió crímenes execrables como matar a sus hijos y hermanos para mantenerse en el poder. El nombre moderno de Vlodomir es Vladimir y la definición de Ilyin encaja con el aspecto recio de Putin.
Putin nunca creyó en la democracia ni tampoco en ser parte de la Unión Europea, pues esto significaría ajustarse a leyes comunes, a renovación política y una supuesta decadencia. “Europa está muriendo, la raza blanca está en peligro: matrimonios gay, pederastas, las mujeres no pueden encontrar hombres. Europa va a matar a Rusia y para salvarla hay que crear Eurasia. Es su misión mesiánica”, argumentan seguidores de la filosofía de Ilyn, agrupados en el Izborks club. Entre los países que deben conformar Eurasia están Bielorrusia y Ucrania. Bielorrusia se alineó sin problemas con Putin, pero Ucrania no lo hizo.
Putin comenzó a intervenir tras bastidores en la política de Ucrania desde que llegó al poder: a un expresidente que se reveló, agentes rusos le desfiguraron la cara y a otra líder muy popular, la hizo meter presa. Su hombre de confianza para lograrlo era el empresario Víctor Yanukovich, quien había intentado ser presidente sin fortuna. Lo logró cuando Putin consiguió que el experto norteamericano Paul Manafort lo asesorara en la campaña de 2014. Sin embargo, su estadía en el poder fue corta. Una revuelta lo sacó cuando se negó a firmar el tratado para ingresar a la Unión Europea y en su lugar optó por acercarse a Moscú firmando un cuantioso préstamo.
Tras la caída de Yanukovich, vía noticias falsas generadas desde Rusia, se levantó a la población de Crimea, que desciende en un alto porcentaje de rusos, de supuestos ataques por parte de tropas ucranianas, todo con el objetivo de invadir Crimea, península que le permite a los barcos rusos salir hacia Europa del Este. Como consecuencia de la anexión tanto la Unión Europea como Estados Unidos impusieron sanciones económicas a Rusia, lo que agravó su crisis económica por la caída de los precios del petróleo, su principal producto de exportación.
Visitando una muestra histórica con ocasión del “Día de la Unidad Nacional”, junto al patriarca Kirill, líder de la iglesia Ortodoxa.
Quedó entonces revelada la capacidad de Rusia para librar la ciberguerra. “Utilizando la tecnología puede transmitir ficción política a nivel doméstico y a nivel internacional. No interesa la verdad ni los hechos. La vida se reduce al espectáculo y a los sentimientos. Puede crear crisis y manipular los resultados, esa emoción social es una cortina que distrae a los ciudadanos de la incapacidad de sus mandatarios para obtener resultados que conduzcan al progreso”, sostiene el historiador Snyder.
La decisión de invadir la península de Crimea significó la ruptura de Putin con la Unión Europea y Estados Unidos. Como consecuencia de la anexión de Crimea, tanto la Unión Europea como Estados Unidos le impusieron sanciones económicas, lo que agravó su crisis por la caída de los precios del petróleo, su principal producto de exportación.
En el mundo de Putin, lo importante son los estados nacionales, por ello tiene en la mira la disolución de la Unión Europea. Ha hecho buena amistado con políticos nacionalistas de extrema derecha como Nigel Farage en Gran Bretaña y Marianne Le Pen en Francia. Farage es el ideólogo del Brexit. Se ha comprobado que a votantes de las áreas rurales de Gran Bretaña llegaron cibermensajes con noticias erradas sobre los costos que tiene ese país al ser parte de la Unión Europea. Estos votantes ganaron el referendo para salir del tratado, sin entender su impacto negativo en las finanzas del país.
Sin embargo, también responsabiliza a los demócratas por las sanciones. Los servicios de inteligencia y la investigación del fiscal Robert Mueller probaron que hubo interferencia rusa en las elecciones presidenciales que perdió Hillary Clinton frente a Donald Trump. Hillary había sido la Secretaria de Estado que promovió las sanciones a Rusia. Con precisión milimétrica, troles rusos difundieron noticias falsas sobre la candidata demócrata en circunscripciones claves, lo que motivó a simpatizantes del actual presidente a acudir a las urnas. Otra de las acciones en su contra ocurrió a través de la embajada de Ecuador en Londres, donde agentes rusos entregaron a Julian Assange correos del partido Demócrata y él los diseminó.
El éxito en la ciberguerra ha envalentonado más a Putin quien ahora busca aliados en varios continentes. En América Latina, a través de Hugo Chávez, estableció una conexión con los presidentes del Socialismo del Siglo XXI. Uno de los más importantes es Nicolás Maduro, quien ha podido sortear las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos, a través de Rusia, a cuyos pies se ha rendido por créditos y armas.
Otros escenarios, como África, “dejada de lado por Estados Unidos y donde Europa pierde influencia desde hace años”, sostiene diario El País, están en la mira. En Octubre pasado, en la ciudad de Sochi, se realizó una cumbre africana rusa. “La estrategia combina la cooperación militar y las inversiones con la diplomacia energética y económica”.
Consolidado en el poder, Vladimir Putin, cambió la constitución en 2018 para gobernar hasta 2024. Si su salud es perfecta y llega a 2024, será el ruso que más tiempo ha gobernado en la historia del país. “El autoritarismo comienza cuando no podemos diferenciar entre la verdad y lo atrayente. Al mismo tiempo, el cínico que decide que no es verdad y el ciudadano conducen a la tiranía. Cuando la desigualdad es demasiado grande, la verdad es demasiado para el miserable y demasiado pequeña para el privilegiado”, concluye Snyder.