En el 2019, el panel intergubenamental de las Naciones Unidas enfocado en el cambio climático declaró que la producción alimenticia global genera entre el 21% al 37% de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero en el planeta.
La Comisión Europea establece en su sitio web oficial que este tipo de gases son "los mayores catalizadores de cambio climático, puesto que retienen progresivamente el calor generado por el sol dentro del planeta y no permiten que sea liberado hacía el espacio, causando de esta manera el calentamiento global".
En concordancia con los resultados obtenidos por parte del panel intergubernamental de las Naciones Unidas, investigadores de la Comisión Europea realizaron un estudio en el qie descubrieron que el 34% de los gases de efecto invernadero emitidos por actividades humanas durante el 2015 provenía de la producción de alimentos.
En torno a este 34%, que abarcaba toda la producción de alimentos, la de carne de res suponía un 12% del total, que tomaba en cuenta el metano generado por las vacas como parte de sus procesos digestivos, la deforestación para generar terrenos donde para mantener los gigantescos ganados, y demás elementos. Este porcentaje era mucho más alto al de los demás animales.
Un reporte de IDtechEx, que data del 2020, aclara que la industria de producción de carne en general es insostenible, puesto que usa el 77% de la tierra total destinada a agricultura en el planeta para la alimentación de los animales, pero solo el 17% del consumo de calorias global viene de este tipo de alimento.
En torno a las vacas, y la razón detrás de porque su producción masiva de carne es tan dañina para el planeta, un reportaje de la revista The Economist, publicado en 2022, afirma que las vacas generan 7 veces más gases de efecto invernadero que los cerdos, precisamente por su emisión de gases metano y deforestación relacionada a su mantenimiento.
Su incremento en producción es insostenible con un futuro alineado al bienestar animal. Movimientos como "Meatless Monday" (Lunes sin carne) han sido impulsados para reducir el consumo de carne a nivel global, lo que reduciría las emisiones de gases de efecto invernadero.
No obstante, sigue existiendo poca concientización alrededor de la problemática. Una encuesta en Inglaterra, citada por la revista The Economist, en la que sus habitantes respondían cual era la práctica más perjudicial para el menos ambiente, enumeró a la producción de carne de res como la menos dañina, cuando en realidad es una de las que más impacto genera.