Una noche, Lauren Briggs, una joven de 25 años proveniente de Corringham, Essex, Reino Unido, acudió a la casa de una de sus amigas para disfrutar en un jacuzzi. No obstante, lo que empezó como algo de entretenimiento en medio de la pandemia, terminó con Briggs en una sala de urgencias, con un respirador y con un oscuro pronóstico: su pierna tendría que ser amputada.
EL HECHO
La noche de la fiesta en el jacuzzi, Lauren se fue a dormir con un poco de nauseas, pero no le dio mucha importancia. Sin embargo, al día siguiente se despertó sin poder respirar y estuvo luchando por obtener algo de aire para llamar a alguien, hasta que un amigo la encontró en el piso de su habitación, jadeando.
Inmediatamente fue trasladada a una unidad de cuidados intensivos donde recibió soporte vital por 48 horas, hasta que se estabilizó. Lo siguiente cambiaría la vida de Briggs para siempre: le informaron que padecía septicemia meningocócica por infección sanguínea, una potencialmente mortal.
La sepsis meningocócica es una enfermedad que progresa rápidamente en el cuerpo y puede llevar al shock y al fracaso multiorgánico en escaso periodo de tiempo. Se sabe que se origina por una bacteria llamada Neisseria meningitidis, aunque una persona se puede infectar de diversas formas, tanto por el aerosol nasal de alguien infectado o el contacto con superficies infectadas.
Lauren indicó que cuando recobró la conciencia, sus pies se veían de color negro, por lo que le hicieron varios injertos de piel de su muslo izquierdo, para reconstruir sus pies, pero al final no pudieron salvar su pierna derecha ni sus dedos del pie. Había que amputarle la pierna debajo de la rodilla.
Con la cirugía, los médicos lograron salvarle la vida a Briggs y una vez pasado el peligro le explicaron que posiblemente podría haber contraído la infección a través de un pequeño corte en su pie mientras estaba en el jacuzzi. “Los jacuzzis están llenos de bacterias, por lo que es probable que esa haya sido la causa”, explicó Lauren, según Daily Mail.
UN CAMBIO DE VIDA
La madre de Lauren, Tracey, dijo que los médicos no le habían dado más de 48 horas de vida a su hija antes de la cirugía, y que, aunque esta fue una medida drástica, pudo ayudarle a sobrevivir. No obstante, la vida de Briggs ya no sería como la conocería y debería enfrentarse a nuevos retos.
“Cuando me enteré de las amputaciones, volví a caer al suelo porque sabía cómo afectaría esto a su calidad de vida”, dijo Tracey.
Lauren fue dada de alta el 30 de abril de este año, tras haber permanecido más de tres meses en el hospital. Trasladó sus cosas de la vivienda de su madre hacia un alojamiento especializado para personas que usan silla de ruedas y como su enfermedad le dejó una discapacidad grave del habla, ya no pudo seguir ejerciendo como recepcionista.
“Solo quiero vivir una vida lo más normal posible; mi siquiera tengo una prótesis todavía. Antes de esto, siempre estaba en movimiento, casi nunca me sentaba y ahora tengo que depender de la gente para hacer cualquier cosa. Se siente como si estuviera atrapado dentro de mi propio cuerpo y solo quiero salir”, expresó la joven tristemente.
Actualmente Briggs recibe donaciones para mantenerse hasta que encuentre la forma de volver a rehacer su vida y ayudar a adaptar su casa para su silla de ruedas.