El 26 de abril de 1986, una planta de energía nuclear de Chernóbil, en Ucrania, explotó, ocasionando el peor accidente nuclear que ha tenido el mundo. 200 personas, entre ellos los bomberos y personal de rescate, fueron hospitalizadas por los efectos de la radiación y murieron. Asimismo, todo el pueblo de Prípiat (unas 135 mil personas) fueron evacuadas de su hogar y un mes después, todas las poblaciones a 30 kilómetros de Chernóbil habían sido reubicadas.
El accidente fue tan grave que las partículas radioactivas viajaron a países como Rusia, Ucrania, Moldavia, Noruega, Italia, Bielorrusia, Austria, Grecia, Suiza, Bulgaria y más naciones. La tierra, los cultivos y por ende los alimentos, fueron afectados por partículas tóxicas, por lo que decenas de personas desarrollaron cáncer de tiroides.
Han pasado 35 años después del hecho y si bien la radiación se ha disipado un poco desde 1986, los científicos temen que nuevas reacciones se estén generando en las viejas calderas de Chernóbil. De acuerdo con químico de materiales nucleares de la Universidad de Sheffield, Neil Hyatt, las reacciones de fisión están ardiendo nuevamente en masas de combustible de uranio, enterradas en la sala del reactor que explotó.
“Es como las brasas en un pozo de barbacoa”, indicó el experto, según el portal de Infobae.
Investigadores ucranianos han iniciado un estudio urgente para saber si las reacciones van a desaparecer por sí solas, o si los humanos tendrán que intervenir para ‘apagar las brasas’, y así evitar otro accidente como el primero.
REACCIONES PELIGROSAS
La semana pasada, el científico Anatolii Doroshenko, del Instituto de Problemas de Seguridad de las Plantas de Energía Nuclear (ISPNPP) en Kiev, Ucrania, informó a la comunidad internacional que los sensores instalados en el sitio para medir las radiaciones, han captado un número creciente de neutrones. Esto que significa que está ocurriendo un proceso de fisión (división de un átomo pesado en varios fragmentos, acompañados de gran cantidad de energía), que se ha originado en una habitación completamente inaccesible por sus altas concentraciones de material tóxico.
“Hay muchas incertidumbres. Pero no podemos descartar la posibilidad de un accidente”, afirmó su compañero de ISPNPP, Maxim Saveliev.
No obstante, como los neutrones están aumentando lentamente, los expertos creen que todavía tienen algunos años para pensar cómo reducir la amenaza. Saveliev indicó que la solución que se desarrolle para mitigar este desastre, podría servirle también a Japón, país que todavía está lidiando con las secuelas del desastre nuclear de Fukushima, hace 10 años.
El proceso de fisión se ha mantenido de manera sostenida desde 1986, cuando el reactor de la Unidad Cuatro se derritió y el mecanismo diseñado para contener un posible accidente (varillas de combustible de uranio, el revestimiento de circonio, las varillas de control de grafito y la arena arrojada al núcleo) se fundieron en lava. El material tóxico fluyó hasta el sótano del reactor y al endurecerse, creó un material compuesto de combustible (FCM), y cargado con aproximadamente 170 toneladas de uranio irradiado.
El consumo y exposición a grandes cantidades de uranio puede ocasionar enfermedades del hígado, pero si este se ha contaminado con radionucleidos, aumenta las posibilidades de una persona de desarrollar cáncer.
INTENTOS DE SOFOCAR LA REACCIÓN
En 1987 se levantó un sarcófago de hormigón (llamado ‘El Refugio’) alrededor de los restos de la Unidad Cuatro. Sin embargo, se permitió que algo de agua se filtrara hacia los restos del reactor ya que esta ralentiza o modera los neutrones, lo que significa que aumenta las probabilidades de golpear y dividir núcleos de uranio radioactivo.
En ocasiones las lluvias elevaban el número de neutrones, por lo que en 1990 un científico de Chernóbil logró entrar a la sala del reactor dañado y roció una solución de nitrato de gadolinio (sustancia que absorbe neutrones) en un FCM que él y sus colegas temían que pudiera ir crítico. Años después, se instalaron rociadores de esta solución en el techo del sarcófago, pero la sustancia no llegaba a algunas habitaciones del sótano.
En 2016 se construyó un Nuevo Confinamiento Seguro (NCS) sobre el sarcófago y los funcionarios de la planta Chernóbil indicaron que con ello cualquier riesgo de criticidad se desvanecería, pues la estructura estaba destinada a sellar el Refugio para que pueda estabilizarse y terminar de desmantelarse. De acuerdo a Infobae, desde su construcción el número de neutrones se ha estabilizado e incluso en algunas zonas está empezando a disminuir.
Pese a ello, en otras partes del sarcófago ha sucedido lo contrario: el número de estas partículas casi se ha duplicado en cuatro años. El modelo ISPNPP sugiere que el secado del combustible propio del NCS, de alguna manera hace que los neutrones que rebotan a través de él sean más, en lugar de menos, efectivos para dividir los núcleos de uranio.
“Son datos creíbles y plausibles. Simplemente no está claro cuál podría ser el mecanismo”, señaló Hyatt.
UN NUEVO TEMOR
El profesor de la universidad de Sheffield dijo que a medida que el agua continúa retrocediendo, el temor es que “la reacción de fisión se acelere exponencialmente” y esto ocasionaría una liberación incontrolada de energía nuclear. No existe posibilidades de que se repita el accidente de 1986, pero Saveliev, dijo que, pese a que cualquier explosión podría ser contenida, amenazaría con derribar las partes inestables del Refugio y llenaría el NSC con partículas radioactivas.
Actualmente los niveles de radiación impiden acercarse a la zona para instalar sensores y rociar nitrato de gadolinio sobre los escombros nucleares ya no es una opción, pues todo eso está sepultado debajo del concreto. Los científicos han pensado en desarrollar un robot que pueda resistir la intensa radiación para que realice agujeros en los FCM e inserte cilindros de boro, que funcionarían como barras de control y absorberían neutrones.
Hasta que eso sea posible, el ISPNPP ha dicho que intensificará el monitoreo de las otras dos áreas donde los FCM tienen el potencial de volverse críticos.