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Cuando el príncipe Felipe se enamoró de Ecuador y de Galápagos

viernes, 9 abril 2021 - 02:14
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En la mañana del sábado 17 de febrero de 1964, un inesperado revuelo se armó en las calles de Quito. Se trataba de la llegada de una figura que nunca antes había estado en el país y a la que, por ese entonces, le rodeaba un aura sumamente romántica, como narran las crónicas de esa época. Ecuador recibía con los brazos abiertos al príncipe Felipe, consorte de la reina Isabel II del Reino Unido.

Felipe estuvo unos días en Quito y luego se dirigió hacia las Islas Galápagos, uno de los más grandes patrimonios del país, y cuna de exploración faunística de Charles Darwin, que lo llevó a crear la reconocida teoría de la evolución humana.

El príncipe, muy interesado la conservación y la investigación de la vida silvestre, decidió visitar el territorio, de lo cual hoy existe un recuerdo tangible: en la isla Genovesa, unos escalones fueron bautizados bajo el nombre de Prince Philip's Steps.

LLEGADA A QUITO
Un artículo de Vistazo de esa época narra que el paso del príncipe por las calles quiteñas fue “un paseo triunfal”. Las mujeres le arrojaron flores desde sus balcones y sonreían cálidamente, gesto que el hombre devolvía.

“Si bien es cierto que las normas severas del protocolo impidieron que esta visita fuera lo que el Duque realmente quiso -una visita de confraternidad- los tres días que su alteza pasó en Quito siempre dio modos para que el público que lo observaba se diera cuenta de su intención” narró Adela Egas G.

Se aplicaron una serie de medidas durante la estancia del duque de Edimburgo, entre las que destacan restricciones para la prensa y la falta del baile de gala, tan común en las visitas de los monarcas a otros países. Sin embargo, Felipe realizó tres ocasiones y en cada una de ellas la gente se aglutinó para verlo, saludarlo, y gritarle algunas palabras de amistad en un inglés dudoso.

El duque estaba hospedado en la suite presidencial del Hotel Quito, la cual fue redecorada por órdenes de la cancillería y la embajada británica, con alfombras y cuadros de aristas nacionales, que el príncipe después habría elogiado. Además, se instalaron 4 teléfonos, uno de ellos con conexión directa a Londres, se realizó una evaluación completa de seguridad en las instalaciones, el “Club Playa” del hotel fue cerrado y un guardia se instaló en el ascensor.

“En medio de los estirados ingleses de su comitiva oficial, él era la única nota humana y dispuesta a la amistad. En ningún momento adoptó poses que podrían dar idea de presunción u orgullo y en todos los actos que asistió trató de hablar con el mayor número de personas posibles, les hizo preguntas referentes a ellos mismos y a sus ocupaciones personales” indicó Egas.

Pese al protocolo, Felipe se dio tiempo para practicar su deporte favorito: el polo. También habría querido bajar al Casino y al Salón Rondador del Hotel Quito para entretenerse, pero otra vez, los cronistas de esa época le atribuyen al rígido protocolo el que el duque no haya podido realizar estas actividades.

“He visto muchas de las ciudades famosas del mundo, pero nunca he sido acogido en una tan fascinadora, y asentada en un marco tan maravilloso como el de Quito” comentó Felipe durante una visita al cabildo quiteño, antes de partir a Galápagos.

VISITA LA NATURALEZA DE GALÁPAGOS
De acuerdo con una nota del New York Times en esa época, el principal objetivo de la visita del Príncipe fue estudiar el trabajo de la Estación Biológica Charles Darwin, inaugurada en enero de 1964. La estación busca prevenir la extinción de muchas especies de animales, reptiles y aves autóctonas de Galápagos.

Felipe recorrió varios kilómetros sobre el accidentado terreno volcánico de varias islas, y en conmemoración a su visita, la escalinata de una formación rocosa en la isla Genovesa fueron llamados como “Prince Philip's Steps”, que en español se traduce a “los escalones del príncipe Felipe”.

Esta estructura es extremadamente empinada y según reseñas de viajeros, cuesta un poco escalarlos. Incluso se han reportado turistas que se han resbalado y uno que cayó al mar.

Finalmente, el duque de Edimburgo zarpó en el Yate Britania hacia Panamá, donde pasaría dos días.

La observación de Darwin de la fauna de Galápagos en el siglo XIX condujo en parte a la formulación de su teoría de la evolución.
 
Después de su visita, el príncipe Felipe se volvió patrocinador de la Fundación Charles Darwin, y en 2009 dio a conocer esta estatua de bronce de tamaño natural de Charles Darwin en la Universidad de Cambridge.

En ese mismo año, el príncipe Carlos, hijo de Felipe y la Reina Isabel; y la duquesa Camilla de Cornualles, estuvieron en Galápagos como parte de una gira por América del Sur. Carlos se llevó de recuerdo uno de los famosos sombreros de Panamá, que realmente se fabrican en Ecuador.
 

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