La variedad de marcas de kéfir en el mercado ecuatoriano se reduce a una: Kief Organics, un emprendimiento que empezó en 2019 como parte de un proyecto casero y que en la actualidad despuntó con la distribución de sus productos en los principales supermercados y farmacias del país.
En 2021 facturaron US$ 300.000 en ventas y con los nuevos puntos en los que estarán presentes este año, la proyección de crecimiento es 300% mayor a la anterior.
A más de la estrategia comercial, una de las principales razones por las que han ganado terreno en el mercado, explica Dominique Acuña, gerente Comercial de Kief Organics, es porque el producto se vende solo. “Tenemos un 90% de recompra”.
Y aunque para muchos el kéfir puede ser un alimento nuevo, en realidad proviene de las montañas del Cáucaso de Europa del Este y ha sido utilizado durante miles de años en diferentes culturas de todo el mundo. Su nombre se deriva de la palabra turca 'keyif' que significa “sentirse bien”.
Acuña explica que el kéfir es un alimento probiótico que contiene muchos compuestos bioactivos, incluyendo más de 20 cepas de bacterias buenas que ayudan a mejorar problemas de salud relacionados con la salud digestiva y la función inmunológica.
El kéfir está hecho con granos de inicio, que en realidad son una combinación de bacterias y levaduras que interactúan con la leche para hacer una bebida ligeramente fermentada, que incluso las personas intolerantes a la lactosa pueden beber.
Carmen Guerra, presidenta de la empresa y encargada del desarrollo de los productos, fue quien tuvo la iniciativa de elaborar el kéfir por primera vez en 2019. Guerra había trabajado en una empresa de quesos y conocía la versatilidad de los lácteos y puntualmente de las bondades del kéfir desde hace seis años. “Me pareció fascinante por los beneficios en la salud provocados por los microorganismos y los resultados que vi en otras personas”, recuerda.
En ese tiempo, le comentó la idea a su familiar Pamela Salvador, hoy gerente general de la empresa, porque querían emprender. Pamela había dado a luz recientemente a su bebé y pensaron en un negocio propio. Fue así que iniciaron las pruebas en una cocina doméstica, cultivando los gránulos en frascos de vidrio.
Guerra reconoce que tuvieron una gran oportunidad con el suministro de leche, pues su esposo es propietario de la hacienda ganadera La Fontana, que hasta hoy es la proveedora de la materia prima del producto. “Eso nos facilitaba mucho el camino”, señala.
“Poco a poco fuimos mejorando el producto sin perder los valores que queríamos tener como empresa, tales como mantener la trazabilidad, el producto puro, sin añadiduras y con todo ello su beneficio altísimo”.
Las ventas empezaron de puerta a puerta, a los amigos y conocidos, pero la demanda fue creciendo de a poco. Guerra recuerda que al poco tiempo instalaron una “mini fábrica” hasta que en 2020 entraron con su producto al primer retail: Supermaxi. Fue por eso que mudaron su producción al sector de Tumbaco, al norte de Quito, a una planta más grande porque su capacidad quedó corta. De producir 500 litros de producto al mes pasaron a 6.500 litros.
Para llegar a esa cantidad, procesan aproximadamente 8.000 litros de leche al mes. Guerra explica que la merma se debe a la alta cantidad de bacilos que se alimentan de la lactosa y de los sólidos en la leche. “Eso hace que se reduzca. En el caso del yogur, este tiene menos cepas pero las bacterias del kéfir colonizan en el estómago y eso hace que la flora intestinal se regenere completamente”.
Antes de la fermentación, cuando la leche es recibida en la planta, esta es pausterizada para matar los organismos patógenos. Posteriormente va a un cuarto de enfriamiento y luego al proceso de embotellado.
Acuña asegura que hasta 2021 su crecimiento comercial anual ha sido del 250%. “Es tremendo, pero es gracias a eso que nos posicionamos como una marca fuerte y pionera en el país. Nuestro reto es que la gente entienda las bondades del producto”.
“Es un producto funcional porque no es solamente para disfrutarlo mientras se toma, payuda a la gastritis, colon irritable, a establecer la microbiota de los niños, al estreñimiento, al colesterol... Es un producto muy noble”, destaca.
Y más allá de vender un producto, buscan vender bienestar, según Acuña. “No nos consideramos una empresa de lácteos, de alimentos, de suplementos, sino de bienestar. Nosotros vemos a la salud como una prevención, no como algo que tienes que curar”.
Actualmente tienen convenio con más de 200 nutricionistas que recetan su producto y su objetivo es educar a las personas mediante la enseñanza y funcionalidad, incluso en base a experiencias personales. “Tomé probióticos en una cantidad alta y en tres meses estaba perfecta, saliendo de un covid con terapia intensiva, cuando me dijeron que mi recuperación sería en dos años”, dice Acuña.
Y enfatiza que su alcance no hubiese sido tal, si solo hubiesen presentado un producto. “Nosotros lanzamos un concepto, una historia detrás. Eso fue algo que decidimos, no competir en dinero sino en un diferenciador e innovación”.
Desde su creación Keif Orgánics ha invertido US$ 150.000 entre expansión de la planta, equipos, máquinas, procesos y marketing. “Tenemos como competencia a grandes marcas internacionales, el crecimiento ha sido duro pero lo hemos hecho de una manera ordenada”, dice Guerra.
Si bien su producto estrella es el kéfir en estado natural, también cuentan con tres líneas más: sodas, suplementos y yogur con kéfir. Próximamente presentarán al mercado una línea de suplementos para niños, sin azúcar y llegarán a nuevas cadenas de retail, con la meta de ser los pioneros en el mercado y en un futuro poder exportar.