Más de un cuarto de los actuales asambleístas ha lucido más de una camiseta de distintas tiendas políticas sin importar colores ni sabores. El desprestigio de la Asamblea Nacional no es producto de casos aislados, sino el corolario de un sistema de partidos sin candidatos ni ideologías. En menos de tres meses, al menos 10 legisladores ya abandonaron o fueron expulsados de sus bloques y media docena están señalados por presunta gestión de cargos. ¿Hay arreglo?
A un mes de las inscripciones de candidatos para la nueva Asamblea, en octubre de 2020, nadie tenía definida su lista de aspirantes. Y la Izquierda Democrática, ahora el partido más golpeado por las acusaciones a sus legisladores, no fue la excepción. Debido a la falta de cuadros al interior de la organización, cabildearon con una lideresa comunitaria de discurso popular y gran apego a las masas, que tenía influencia en el Guasmo y podía ganar la simpatía de votantes del Distrito 1 de Guayaquil.
Así, Bella Jiménez Torres encabezó la lista, consiguió los votos y llegó a ocupar la segunda vicepresidencia del nuevo Parlamento. La organización la acogió, aunque ella ni siquiera se afilió al partido y, en su récord político, registraba una candidatura en las seccionales de 2019 para concejal suplente, bajo la bandera de Alianza PAÍS. En 2014 también fue militante del Centro Democrático y apoyó a Jimmy Jairala. Obviamente, no tiene problemas en cambiarse de camiseta.
Pero la gloria le duró poco a Jiménez. Cuando se cumplían los primeros 100 días de la Asamblea Nacional, se filtró información que la comprometía con la gestión de cargos en entidades públicas y una transferencia bancaria también salpicó a su hijo. La legisladora lo negó todo, pero la Fiscalía allanó su despacho y ahora está bajo investigación.
Solo cuando explotó la bomba y la hemorragia era incontenible, los dirigentes de la ID dijeron que Jiménez se les había metido por la ventana y que no indagaron su pasado político. La separaron del partido y ofrecieron hacer una purga. “La verdad es que durante la campaña nunca pensamos que podría ganar”, dijo el presidente de la ID en Guayas, Carlos Ayora, quien fichó a Jiménez. Y en realidad puede que así fuera.
La ID, venida a menos en los últimos 15 años, solo logró dos escaños en la Asamblea de 2017. Antes de la campaña ni los analistas políticos imaginaban que la organización lograría 18 curules, gracias al arrastre de su candidato presidencial Xavier Hervas, quien también era un personaje ajeno al partido, pero ayudó a revivirlo de las cenizas.
Pero la ID no es la excepción. Casi todos los partidos carecen de estructuras internas para formar cuadros renovados y al final terminan con candidatos que tienen arrastre y posibilidades de ganar, sin importar su reputación. Hay sectores que también reclaman sobre la preparación de los legisladores. Un 20 por ciento de ellos no cuenta con título universitario y menos de la mitad tiene una maestría o especialización, según los registros de la Senescyt.
MENÚ DE CAMISETAZOS
Como Bella Jiménez, hay al menos 35 asambleístas que han pasado por distintos partidos políticos, según las bases de datos del Consejo Nacional Electoral de los últimos 20 años. Otro de los casos paradigmáticos es el movimiento indígena y su asambleísta Ricardo Vanegas, quien al ser consultado en una entrevista por el significado de Pachakutik tuvo que reconocer que no sabía que el término hace alusión a renovación, cambio o transformación de la tierra.
Y es que Vanegas, abogado que ganó fama en el caso de la muerte de la cantante Sharon, fue candidato a diputado en 2002 por el extinto Partido Alfarismo Nacional; en 2009 corrió con el Movimiento Voz Ciudadana, y en 2013 se candidatizó por el PRE. Cobijado con el poncho del movimiento indígena logró una curul este 2021, según dijo, contagiado por el discurso ambientalista del presidenciable Yaku Pérez.
Vanegas no solo es reflejo de los camisetazos y la falta de cuadros en los partidos, sino también de la crisis de las organizaciones políticas y su disputa interna. Fue Vanegas, a nombre del movimiento indígena, quien impulsó el juicio político al exdefensor del pueblo, Freddy Carrión. Pero la Conaie pidió votar en contra. Al final, el bloque se dividió. Al igual que la ID, Pachakutik no se imaginó verse como la segunda fuerza en la Asamblea Nacional con 28 curules, luego de que en 2017 alcanzó solo cinco escaños.
“Somos un país que vive una tragicomedia de partidos sin candidatos, de candidatos sin partidos, y de partidos y candidatos sin ideología”, dice el consultor político Pedro Donoso. Explica que el problema es la cultura política que está enraizada en estas prácticas que se han sucedido desde hace décadas y difícilmente cambiará.
Hasta el correísmo, con su nuevo nombre UNES y que se precia de tener una sólida militancia, tiene camiseteados. Por ejemplo, el asambleísta Humberto Alvarado fue vicealcalde de Quevedo con el partido AVANZA. Luisa González, de Manabí, fue anteriormente candidata a asambleísta alterna por el PSC. Así hay seis legisladores que han mutado en esta bancada.
Quizá el caso más representativo en las filas socialcristianas es Luis Almeida, quien empezó con este partido, pero luego se fue con Sociedad Patriótica en la época dorada de Lucio Gutiérrez y ahora vuelve a vestir los colores del PSC. También resalta Pedro Zapata que se cobijó con la bandera de Alianza PAÍS en 2014.
En el bloque oficialista, Francisco Jiménez, exgobernandor del Guayas, pasó de las filas de Ruptura a militar ahora en CREO. También está el legislador Luis Cervantes, por Imbabura, que pasó del Partido Socialista Ecuatoriano a formar filas ahora en la derecha.
Igual o peor son los casos de los partidos pequeños o independientes. Por ejemplo, de las dos curules que tiene AVANZA, Pedro Velasco, asambleísta por Carchi, estuvo con la ID y el correísmo en elecciones anteriores. Por otro lado, el único asambleísta de Democracia Sí, Virgilio Saquicela, quien además es el primer vicepresidente del Parlamento, ya se vistió anteriormente con los colores de Pachakutik y CREO. La lista es larga.
CACIQUES Y CAUDILLOS
El politólogo Simón Pachano refiere que esta dinámica es reflejo de los cacicazgos y caudillismos. Ningún partido alcanza una cobertura nacional. Los más grandes apenas logran presencia regional o provincial, como el PSC o el correísmo que, además, son organizaciones que se construyen alrededor de figuras como Rafael Correa o Jaime Nebot. Eso hace que deban recurrir a líderes locales como fue el caso de Bella Jiménez, o caciques provinciales.
Para Ruth Hidalgo, directora ejecutiva de Participación Ciudadana, urge una reforma al sistema de partidos para limitar y desterrar los camisetazos. Explica que otro problema son los independientes, formados por los asambleístas que representan a partidos pequeños y los que desertan de alguna bancada grande.
“Se convierten en un peligro porque se vuelven moneda de cambio para aprobar leyes o juicios políticos a cambio de alguna prebenda. Pueden estar un día con el gobierno y al otro día con la oposición”, dice Hidalgo.
En los primeros tres meses de la Asamblea ya se cuentan al menos 10 casos de estos, según un informe del Observatorio Legislativo de la Fundación Ciudadanía y Desarrollo. En la Asamblea anterior fueron 65 los legisladores que abandonaron sus bancadas para pasarse a otras o actuar de independientes. Y ya vimos como terminó.
Si quienes dejaron sus partidos ahora, quieren reelegirse en 2025, tendrán que buscar organización política y ya veremos cómo suma la lista de camiseteados.
Parece que a los políticos no les interesan las reformas porque estarían obligados a formar cuadros y tener rígidos procesos de democracia interna para que los propios militantes figuren en las listas. Y Ecuador parece dar vuelta en círculos.
En 1986, cuando el gobierno de León Febres-Cordero atravesaba una crisis, planteó una consulta popular. Preguntó si se debía dar paso a la elección de candidatos independientes por fuera de los partidos políticos. Se acercaban las elecciones legislativas y el Presidente quería tener mayoría en el Congreso. Pero el 70 por ciento de los votantes lo rechazó.
Ocho años más tarde, el presidente Sixto Durán-Ballén impulsó otra consulta, pero con siete preguntas. Una de ellas volvía sobre lo que planteó Febres-Cordero: la participación de independientes. En esa ocasión el pueblo lo aprobó.
Con el tiempo, muchos comprendieron que un partido es lo último que necesita un candidato. En las papeletas empezaron a aparecer rostros de la farándula y políticos que en una elección se cobijaban con una bandera, para en la siguiente, salir con el color contrario, porque no necesitaban afiliarse. En 1997 entró una reforma para que las listas de candidatos a congresistas sean abiertas. Es decir, se acababa con el voto en plancha.
Eso no funcionó. La Asamblea anterior, salpicada por los escándalos de diezmos y reparto de hospitales fue la última que se eligió de esa manera. En 2020 se planteó una reforma para volver al voto por listas cerradas. Es decir, en plancha. El resultado: los representantes legislativos que tenemos ahora.
SUERTE O MUERTE
Frente a los escándalos en la Asamblea, sumida en disputas, y el bloqueo que las bancadas ya alertaron a las propuestas legislativas de Guillermo Lasso, el gobierno planteó una consulta popular. En esta no solo entrarían temas como reformas económicas, tributarias y laborales, que viabilizarían la gobernabilidad; también se podría introducir preguntas para reformar el sistema de partidos políticos y composición de la Asamblea.
Pero, frente al panorama de bloqueo total, se analiza también la muerte cruzada: disolver Legislativo y Ejecutivo y llamar nuevamente a elecciones generales, en caso de que no haya acuerdo. Aunque, según la Constitución de Montecristi, es posible convocar esta figura entre el primer y tercer año de gestión, el gobierno esperaría al menos el primer año para medir si las tensiones son o no insostenibles con el Legislativo.
Para Simón Pachano esta sería una alternativa válida, aunque radical. Si se realiza la consulta popular y le es favorable a Lasso, será una victoria momentánea, porque luego deberá enfrentarse nuevamente a la oposición de la Asamblea e, incluso, puede que algunas bancadas se radicalicen contra el gobierno. La consulta puede ser efímera, pero la muerte cruzada puede cerrar de una vez este ciclo, dice Pachano.
Por otra parte, Ruth Hidalgo cree que la consulta es la mejor opción en este momento porque otra elección significaría tener nuevamente 280 organizaciones políticas pululando por un espacio de poder y 16 o más candidatos a la presidencia, como ocurrió esta última vez. Y volveríamos al punto inicial.
Lo cierto es que cualquier alternativa no garantiza un cambio en corto plazo, para desterrar los camisetazos y los oprobiosos comportamientos de algunos de nuestros representantes.