Mientras la publicidad invita a empoderarnos del mundo mediante perfumes, gadgets y tarjetas de crédito, los poderes reales tras el relato del confort contraen al planeta y estrangulan a la mayoría de su población, incluyendo a los animales no humanos.
Las redes se atascan de pasión de multitudes por una pelota, por la metafísica del cigoto y por tragedias ¿propias de otras épocas?: desgarre de familias palestinas en su propia tierra, africanas en las costas de Europa, centroamericanas en la frontera de los Estados Unidos, venezolanas ahora y colombianas hace décadas hacia Ecuador.
Un buen legislador gringo asevera que la ignominia ordenada por Donald Trump, encarcelando en campos de concentración separados a padresmadres de hijos-hijas, no tiene antecedentes en la historia de su gran país, forjado según cierta épica gracias a oleadas sucesivas de inmigrantes/ colonos/esclavistas/esclavizados.
Y sin embargo sabemos que la historia de los Estados Unidos es, entre otras cosas, la historia de familias blancas en el poder ordenando el cercenamiento, ultraje, violación, robo y asimilación de niñas y niños de familias no blancas: nativas americanas, afrodescendientes, asiáticas, mexicanas.
En 1729 Jonathan Swift escribió “Una modesta proposición. Para evitar que los niños de la gente pobre de Irlanda se conviertan en una carga para sus padres o para el país, y para hacer que sean de provecho para el público”. Como solución integral del hambre y la –mal llamada– sobrepoblación, Swift proponía comerse a los niños pobres y convertir a los no aptos para alimento en siervos capaces de atender labores como la de perros ayudantes en la cacería de zorros y conejos.
Presentada como ensayo periodístico, con ironía similar a la de las bitácoras científicas de “Los viajes de Gulliver”, la “modesta proposición” de Swift fue asombrosamente tomada al pie de la letra por sus coetáneos, quienes la descalificaron por “excesiva”.
A veces la escritura de la monstruosidad es difícil de entender como exposición radical de los valores y las lógicas realmente imperantes. El video de Gastón Viñas del tema “2+2=5” de Radiohead puede detonar la verdadera eficacia de un semestre entero de Semiótica y otro de Economía Política. Y es asombroso como en Netflix, bajo la apariencia de un stand up comedy, pueda hallarse un documento tan entrañable y necesario como el de la lesbiana y humorista australiana Hannah Gadsby en su show “Nanette”.
No les aconsejo que lo vean: se los imploro. Al margen incluso de posiciones políticas, se los ruego por lo infrecuente que resulta ver comedia de verdad. Pues, aunque Hannah sostenga paradójicamente– ya no poder/querer hacer más comedia, eso es lo que precisamente hace, mucho más allá de la búsqueda clientelar de una risa predeterminada, y mucho más acá de la mirada ética de nuestras taras sociales y nuestra posible vindicación como especie. Amén.