Despertamos y de pronto una noticia que alarma más que su titular: “Un escolta presidencial fue hallado muerto dentro de su habitación”. Las primeras reacciones saltan automáticamente en preguntas como: ¿quién pudo ser capaz de quitarle la vida en su lugar de trabajo?, parecería el lugar con más seguridades y privilegios del país. La otra pregunta salta casi al mismo tiempo: ¿le habrá dado un infarto?, pero es solo cuestión de ir leyendo las siguientes líneas que dicen que todo apunta o se presume que el Cabo primero Jimmy Guamán, miembro del grupo de la escolta presidencial, se suicidó con un disparo en su habitación.
Un silencio profundo nos enmudece pero también nos remece para despertar y hablar en voz alta sobre un tema que dramáticamente sigue sin verbalizarse, o está ataviado de estigmas como si esto le pasa a las personas pobres, sin trabajo, con adicciones o enfermos. La realidad es que es lo más lejano a esto. Una persona con ideas suicidas puede estar muy cerca de ti, en tu casa, en tu trabajo, en tu universidad, en tu barrio. Las ideas suicidas son la salida a un dolor que la persona lo percibe y siente como insostenible. Esta persona no quiere quitarse la vida, quiere quitarse ese dolor emocional para siempre.
Desmitificar el suicidio es conocer sus fases o predisposiciones. Si bien las estadísticas indican que el 75% de las personas suicidas padecen cuadros de ansiedad, depresión y trastornos de la conducta, estos no son determinantes. Existen otros factores que lo desencadenan como el abuso de sustancias, el acoso escolar o altos niveles de estrés. Las personas que se suicidan no lo hacen por impulso, aunque su acto final termina siendo impulsivo, pero se puede dar después de estas fases:
1. Fase de Ideación Suicida: Aquí nace la noción, la idea que puede ser expresada a través de frases, dibujos, reflexiones. Aunque esta etapa solo evoca la idea, es un importante indicador de suicidio. Hablarlo sin rodeos y con las palabras completas genera una atención, comprensión y posible desvanecimiento de ese “secreto” ya que la persona lo ha expresado, ya salió de su cabeza. El reconocer un síntoma que a su vez ha sido entendido sin juzgamiento, genera alivio. En este sentido esta fase termina siendo muy importante, para un correcto abordaje.
- Amenaza suicida: Presencia de manifestaciones acerca del deseo de morir.
- Plan suicida: En esta fase ya la idea pasa a una estructuración o plan de cómo, dónde, cuándo y la imaginación de los posibles escenarios y reacciones de sus seres más cercanos.
- Consumación: En el que se desarrolla el acto consciente de autodestrucción, la persona acaba con su vida.
En Ecuador la tasa de suicidios ha tenido un aumento en los últimos 20 años, siendo el grupo más vulnerables los niños y adolescentes de 5 a 17 años, cuya segunda causa de muerte es el suicidio después de los accidentes de transporte terrestre.
Llama la atención un aumento de la tasa de suicidio en mujeres. Hasta hace poco, de cada 10 suicidios, 8 eran hombres. Tal vez porque siga tan vigente en su programación el tan repetido: “Los hombres no lloran”, una sentencia que los lleva a encapsular la emoción de tristeza, tan natural pero además necesaria, que nos permite gestionar y balancear nuestro sistema emocional. Sentir tristeza nos brinda opciones importantes.
Las consecuencias del suicido no están relacionadas únicamente con la interrupción de la vida de una persona, también llegan a generar daños profundos en el bienestar y la salud mental de la familia, dejando consigo una herencia emocional cargada de dolor, culpa, vergüenza y frustración por la herida de abandono generada.
En la campana electoral no se escucha un plan claro y conciso sobre Salud Mental, pese a que la sociedad ecuatoriana vive inmersa en una cultura del miedo y desesperanza.
Estamos en un momento clave para exhortar a los candidatos a que incluyan en su plan de trabajo, en el de Salud Pública, la salud mental y hablar abiertamente del suicidio. Si bien hablar del suicidio no garantiza que una persona desista de la idea de acabar con su vida, el no hablarlo asegura que las cifras sigan subiendo.
Hablar del suicidio es prevenir. Es conocer y explorar formas reales de acompañar a quien con nuestra presencia silente o con palabras esenciales, puedan poner un punto y coma y no un punto final en su vida. El objetivo de hablarlo y visibilizarlo es lograr una conexión con aquel que piensa que su vida estorba y que su sufrimiento daña la vida de sus cercanos. Es validar sentimientos y darle a la persona un momento para respirar y quizá en esa respiración, que es el aliento de vida, pueda convencerse así mismo de seguir viviendo.
Instagran/FB: Mariana Bermúdez Psicóloga