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Gabriel Rovayo

Los separatismos

jueves, 19 octubre 2017 - 04:26
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    No pretendo, porque no es mi campo,  opinar sobre política, legitimar o deslegitimar  los deseos de Cataluña de dejar de  ser territorio español. Tampoco pretendo darle o  quitarle la razón a quienes se oponen a este movimiento.  Pero sí señalar las consecuencias que,  en materia económica, estos acontecimientos han  traído, traen y seguirán trayendo.
     
    Lo que empezó a tomar fuerza en 2012 ya venía  dando de qué hablar en la economía de Cataluña.  Allí y en toda España, es un secreto a voces  la fuga de empresas debido al riesgo que acarrea  un proceso como el que se está promoviendo. He  estado navegando y leyendo documentos, artículos  y análisis al respecto y la cifra de empresas  que han abandonado el territorio catalán no es  despreciable: 2.600 en lo que va de la década.
     
    El  éxodo empresarial empezó a raíz de las políticas  económicas, pero sobre todo fiscales, que la Generalitat  impuso durante los años de la recesión.  Y entiendo a las cabezas de estas empresas: las  condiciones eran adversas.
     
    Pero hay más: otro secreto a voces y que es  una de las armas esgrimidas por quienes se oponen  a la separación es el estado de insolvencia  de la Generalitat dada su elevada e inmanejable  deuda pública. Para quienes están inmersos en el  mundo de las finanzas y la economía mundial no  son lejanos ni desconocidos los casi 77 mil millones  de dólares que el Estado español inyectó a  Cataluña en una de las últimas crisis económicas.
     
    Entre los movimientos separatistas latentes y  cada vez más caldeados (Ucrania, Gales, Irlanda,  Escocia, Baviera), el Brexit y la crisis económica  general, este continente y su aparente sólido  bloque económico conformado por la Eurozona,  parecen empezar a hacer aguas. Nadie puede negar  que la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea  fue como una bomba, cuya onda expansiva  se deja sentir política y económicamente.
     
    El mundo sería diferente (y para bien) si  aprendiéramos las lecciones que nos deja la historia.  Me refiero a las consecuencias que trajo el  movimiento separatista de Quebec, en Canadá.  Por cierto, muy admirado por quienes propugnan  lo mismo en Cataluña. Y repito: mi opinión  no tiene nada que ver con la política, yo solo me  refiero a los números. Pero es bueno que recordemos  el negativo impacto económico que el proceso  separatista quebequés produjo en esa región.
     
    Al igual que en Cataluña, tras la victoria del  Partido Quebequés en 1976, los principales bancos  canadienses, dejaron Montreal y se mudaron a  Toronto. De hecho, los datos más relevantes al respecto  indican que hay una brecha de 0,3 por ciento  en el crecimiento del PIB de Quebec, respecto al  del resto de Canadá. Y que hay otra brecha significativa  en el aumento de la riqueza entre 1981  y 2009, del 79 por ciento en Quebec, respecto al  109,9 por ciento logrado en el resto de Canadá.
     
    Hay anhelos legítimos y no pongo en duda  el anhelo catalán. Pero hacer números en calma,  siempre es necesario antes de emprender una  aventura que puede cambiarnos la vida.

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