A pesar de que hablamos de una de las más flagrantes violaciones al derecho internacional público y humanitario desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Vladimir Putin y sus faraónicos deseos de reintegrar a todos los territorios que alguna vez formaron parte de la URRS seguirán adelante sin que occidente lo impida militarmente. Lo hará porque el sistema internacional está desquebrajado, porque Naciones Unidas a través de su Consejo de Seguridad simplemente no puede hacer nada ya que Rusia (como miembro del G5) tiene un asiento permanente y poder de veto sobre cualquier resolución. Adicional a esto, Putin tampoco podrá ser juzgado por los crímenes de guerra que está cometiendo porque su país no es signatario del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional y por lo tanto, la Corte no tendría ni jurisdicción ni competencia para hacerlo.
Por su parte, el imperio hegemónico de los Estados Unidos todavía no termina de digerir la hecatombe de su salida de Afganistán y sus socios europeos y miembros de la OTAN, tienen como gran acuerdo común el enfocarse en la imposición de sanciones comerciales como esperanza de antídoto a un enfrentamiento armado que quieren evitar a toda costa. Resumo así mi explicación del porqué del título de este comentario, aclarando que anhelo con todas mis fuerzas estar profundamente equivocado y que este sea nada más que un titular amarillista del cual me retractaría gustoso, de ser el caso.
Nuestro país pronto se quedará sin uno de sus principales mercados de exportación de flores, se verá beneficiado eso sí de una histórica subida del precio del petróleo que nadie sabe cuánto tiempo durará. Aplaudo y celebro que el presidente Guillermo Lasso esté del lado correcto de la historia y haya condenado de manera tajante esta aberrante invasión, que se ha cobrado ya la vida de cientos de personas, amenaza con cobrarse muchas vidas inocentes más y que ha terminado con uno de los períodos más largos de paz, estabilidad y crecimiento armonioso en Europa.
En 1994, Ucrania entregó a Rusia 1.500 bombas atómicas, Moscú a cambio se comprometió a respetar su integridad territorial y política. Hoy de seguro Taiwán, Corea del Sur, Japón, los países Bálticos y Polonia estarán tomando profunda nota. El pragmatismo en las relaciones internacionales jamás podrá estar por encima de los valores humanos. Por esto, desde todos los espacios que podamos, es nuestro deber y obligación exigir el cese inmediato de la ocupación militar rusa y buscar una salida negociada siempre amparada en el marco del respecto irrestricto al derecho internacional público y humanitario, algo que con el pasar de los días suena más a una quimera o una entelequia. Insisto, espero estar profundamente equivocado.