Carlos Rojas Araujo

¿Habrá algún cambio en el PSC?

viernes, 1 octubre 2021 - 17:10
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    Es verdad, CREO ‘rompió’ con el Partido Social Cristiano (PSC) de la peor manera: a última hora y sin un diálogo sereno con Jaime Nebot. Y con ello, a las relaciones políticas que de por sí son antipáticas en el ejercicio cotidiano del poder, el gobierno del presidente Guillermo Lasso le añadió un resentimiento personal que difícilmente pasará por alto en una militancia acostumbrada a engrandecer a sus patriarcas.

    Es cierto también que al PSC, en los últimos meses, le ha costado levantar su imagen, luego de que varios sectores del país miraran desencantados su acercamiento con el correísmo que evocaba un acuerdo de gobernabilidad repleto de suspicacias.

    Nebot dijo, entonces, que el prurito por los diálogos UNES-PSC-CREO solo se despertaba en ese círculo rojo, ávido de leer y procesar la política, pero que para la gran mayoría de la sociedad, las urgencias eran otras. Bueno, Lasso tiene hoy un 74 por ciento de aprobación (Cedatos) y mientras conserve buena parte de ese capital, el socialcristianismo seguirá acusando el desgaste.

    “Es que no somos ni oposición ni gobierno”, comenta con cierta ironía uno de sus militantes, al tiempo de reconocer lo descolocados que están en el mapa de los actores políticos y de cuestionar las indulgencias que a su juicio acumula el Gobierno ante la opinión pública, mientras el PSC es el centro de todos los reproches.

    De lo que los socialcristianos prefieren no hablar es que la ruptura con Lasso, el 14 de mayo, significó el fracaso de una estrategia legislativa que por años -desde su relación con el entonces presidente Durán-Ballén-, les dotó de influencia y gran capacidad de bloqueo a los gobiernos en ruinas.

    Arriesgaron tanto, que el empecinamiento de Nebot porque Henry Kronfle presidiera la Asamblea, llevó a que César Rohon, uno de los militantes históricos, abandonara el partido. Lo propio ocurrió con Pascual del Cioppo. El eterno presidente de la lista 6, por fuera de su novatada diplomática, escogió a Lasso demostrando que ya no estaba para más intransigencias.

    La convención del 18 de septiembre, donde se eligió al reemplazo del efímero embajador, pudo ser la oportunidad para que el partido hiciera una autocrítica.

    Más de 20 años en los que al PSC dejó de interesarle el funcionamiento del Estado central. Su retórica se volvió confusa: por un lado, cuestiona el tamaño y el costo de la administración pública, pero ha sido implacable al exigir rentas, el IVA, los policías, médicos, jueces y todo aquello que se necesita para vivir un estado de bienestar.

    Su permanente respuesta, de que los gobiernos no administran con eficiencia, se agotó como concepto, porque no habrá pirueta financiera que permita recortar 4.812 millones de dólares de déficit fiscal sin despedir, precisamente, a ese personal de salud, seguridad o maestros. O sin eliminar los subsidios que tanto deleitan a nuestra clase política.

    Pero en lugar de escoger a un dirigente joven, el PSC optó por Alfredo Serrano, de larguísima militancia y corresponsabilidad. Así mantendrán el mismo método para presionar en la política, pues las fibras doctrinarias del partido siguen atadas a una promesa notariada, 20 años atrás.

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