En 30 meses, Guillermo Lasso destruyó la política petrolera y eléctrica. Por eso hay un 40 por ciento menos de ingresos por la producción hidrocarburífera; la actividad minera fue asediada por los cuatro costados y volvieron los apagones.
El presidente Daniel Noboa no puede cometer los mismos errores. Sería catastrófico. Por eso, a medida que su gobierno se asienta en el poder -un mes es más que suficiente para un mandato de año y medio-, es necesario que los ecuatorianos tengan claro qué quieren hacer con su inmensa riqueza energética.
Las respuestas comprenden una serie de vectores. Desde la geopolítica, pasando por el combate a la corrupción, el enfrentamiento con grupos sociales, una agenda de seguridad jurídica para los empresarios, la transparencia de los apuros fiscales y el gasto público.
Lastimosamente, nada de esto se ha dicho en las tres semanas de Noboa en Carondelet. Dilatar esta conversación puede traer resultados tan devastadores como los de Lasso en 900 días de mandato.
Noboa debe partir de las principales conclusiones de la Cumbre de las Partes (COP28) de Dubái, donde estuvo su joven Ministra del Ambiente. El mundo ha reconocido que la explotación de combustibles fósiles aún tiene muchos años por delante y que son los países pequeños y más dependientes de esta actividad los que deben procurar el aprovechamiento de esta riqueza en convivencia ambiental. Lo uno no excluye a lo otro.
El Presidente debe buscar inversión petrolera para compensar, en un futuro cercano, los mil millones de dólares anuales que se dejarán de percibir con la salida del ITT.
¿Ya hay algún plan para que Petroecuador se reestructure de inmediato y la principal empresa del país no muera entre pérdidas negras y corrupción?
Pasando de área, vamos a la minería. Pese a todos los problemas y trabas, este sector representa el cuarto rubro de exportaciones del Ecuador; ha generado 34 mil empleos directos y su desarrollo es clave para avanzar cuanto antes con la agenda de transición energética. Pues de la minería sale toda la materia prima que requiere la energía eólica, los autos eléctricos y la incorporación inmediata de las zonas rurales del mundo a la conectividad. Por si fuera poco, dos de las provincias más mineras: Zamora Chinchipe y Loja no tienen apagones porque esas industrias suplen el déficit de generación eléctrica.
No solo eso. Mientras la minería formal se desalienta, la ilegal, que lava el dinero sucio del crimen organizado y que no paga impuestos, gana terreno.
Por último, está la gran tragedia fiscal, pues el país necesita cubrir el déficit (5.000 millones de dólares) y garantizar un gasto público mensual elevadísimo en burocracia, bonos y servicios, a sabiendas de que ya no hay endeudamiento barato de los multilaterales.
Si la gente no quiere pagar más impuestos, tumba gobiernos cada vez que le suben el precio de la gasolina y quiere mantener vivo este seudo Estado obeso de bienestar, es momento de meterle a fondo el pie en el acelerador de las actividades mineras y petroleras.
Para lograrlo, hay que plantear un pacto energético nacional. Noboa tiene que liderarlo, caso contrario el país no tendrá futuro. Y Ecuador es más que un gobierno desesperado por la reelección.