Carlos Rojas Araujo

Migración: el cambio más difícil

viernes, 31 enero 2025 - 17:53
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¿Qué se necesita para frenar la emigración de ecuatorianos a EE.UU.? Crear empleo en el país, inversión extranjera y estabilidad económica, dirán los estructuralistas. Exigir a la Casa Blanca el respeto a la vida y a los derechos humanos de nuestros compatriotas, consagrados en casi todos los países de Occidente, reclamarán los idealistas.

Desarrollar la mejor política pública contra la inseguridad para garantizar la paz en las calles y los barrios, con mano dura y programas sociales, insistirán los candidatos y los políticos. Tener las mejores relaciones personales e ideológicas con el presidente Donald Trump, para que Ecuador se convierta en uno de los países mimados de esta extensa América Latina que en su despacho hoy cuenta muy poco, concluirán los más pragmáticos.

Seguramente habrá que hacer todo esto y más, pero ya no queda mucho tiempo. A la pila de carpetas con los decretos restrictivos de Trump, muchos apoyados por el Congreso y el Senado, y otros detenidos por la Corte Suprema, hay que sumar el ambiente cotidiano de desconfianza y discriminación que se respira en las ciudades estadounidenses.

Quienes viven en ese país con o sin papeles, con inglés fluido o con un acento machacado, perciben que algo se rompió en la tierra de la libertad. En ese inmenso país, donde se suponía que nadie se fija en el otro, los migrantes se sienten juzgados hasta por el tono de su piel o por la ropa que usan, porque su condición se volvió un delito, un pecado.

Así de fuertes son los cambios de época cuando hay un líder que los moviliza. Fabricar un enemigo o instalar narrativas de intolerancia y segregación siempre da resultados inmediatos, porque se riegan como una epidemia. Las sociedades adoptan estos discursos y se despiertan las enemistades. Las deportaciones y las humillaciones se volverán noticia de todos los días.

Ecuador, su gobierno, sus élites y ciudadanos, no pueden desentenderse de lo que ocurrirá con nuestra gente en EE.UU. Urge diseñar una estrategia donde todos remen en la misma dirección.

La crisis de los migrantes no puede ser un elemento que conduzca al enfriamiento de las relaciones bilaterales. En estos casos, las bravuconadas de la política doméstica son contraproducentes, pues se quiera o no, Trump tiene la sartén por el mango.

El espacio de negociación debe abrirse y, para ello, la agenda interna de Ecuador es fundamental. Mientras se aborden con seriedad los planes de combate a la inseguridad y se construya confianza y estabilidad económica, será más fácil impulsar acuerdos realistas y responsables que permitan que los ecuatorianos logren opciones de regularización. Sin esto, nada será posible.

La principal tarea de Ecuador en el mediano plazo es evitar que la gente se vaya del país, desarraigándose de sus familias o incluso renunciando a sus empleos estables. Para frenarla diáspora hace falta algo más que buenas políticas económicas o de seguridad; se necesita un ‘shot’ de optimismo y que nuestra gente sienta orgullo de nacer y luchar en este país. Convencernos de que ser ecuatoriano vale más que ser argentino, mexicano o colombiano. Pero cambiar nuestra idiosincrasia será lo más difícil de todo.

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