El problema es que el gobierno no ha entendido qué motiva al emprendedor a asumir riesgos. No son las prebendas que se logran a través de incrementos arancelarios y restricciones al comercio que crean mercados cautivos. Ni siquiera los incentivos tributarios a las inversiones escogidas como “ganadoras”.
Lo que buscan los emprendedores es seguridad en las reglas del juego e igualdad ante la ley. Los inversionistas quieren estar seguros de que el gobierno conoce su rol de generar productividad sistémica a través de la obra pública y de defender la propiedad privada.
Por naturaleza, la actividad empresarial está llena de incertidumbre: ¿cómo reaccionará el consumidor?, ¿habrá interrupciones en la cadena de suministro?, etc. El problema es cuando el gobierno se transforma en la mayor fuente de inseguridad al intervenir en los mercados a su antojo, imponiendo: qué producir, dónde producir, qué consumir o cuánto importar.
Ahora se suma la decisión de terminar con los Tratados Bilaterales de Protección de Inversiones argumentando que le han costado al Estado más de $ 12 mil millones en demandas. Este argumento equivale a destruir una báscula porque marca que tenemos sobrepeso. El gobierno ecuatoriano tiene un récord de incumplimiento de contratos, cambios permanentes en las reglas del juego y baja independencia de la función judicial. Dejemos de experimentar. Recomiendo al nuevo gobierno una fórmula probada para impulsar la inversión: reglas claras y menos intervencionismo estatal.