Mónica Amboya: “Si volviese a nacer, volvería a ser árbitro”
Para esta riobambeña lo imposible no es una opción, pues a sus 39 años ha demostrado que con trabajo, sacrificio y entrega se puede llegar a conseguir los mismos triunfos que sus pares masculinos. Hablamos de Mónica Amboya, la primera y única mujer árbitro en categoría A en el Ecuador y en una cita Olímpica.
EL NACIMIENTO DE UNA PASIÓN
Cuando le preguntamos cómo inició su carrera en el mundo del arbitraje, hace ya casi 25 años, nos responde que llegó por coincidencias de la vida, de la mano de quien en ese momento era su entrenador de atletismo en su juventud. “Nos invitaron a hacer el curso de árbitros a un grupo de chicos y me gradué como árbitro de fútbol a los 15 años”, recuerda Mónica, quien desde el primer momento que ingresó al ambiente del arbitraje se enamoró por completo de la profesión.
Conocer a los distintos referís de su provincia fue un impulso para que continuara con su preparación como árbitro, pues, a pesar de ya haberse graduado, para seguir avanzado en las series de fútbol necesitaba de más capacitación. “En la preparación física con la base que fui atleta me ayudó mucho para poder estar a la altura de las pruebas de mis compañeros varones, porque si una mujer no da las pruebas no puede dirigir en primera división. Yo trabajé bastante en la parte técnica, nunca jugué fútbol, entonces comencé a auto educarme de otra manera”, nos cuenta Mónica.
Y así fue como empezó a guiarse con directores técnicos sobre cómo juegan los equipos, cómo se caracterizan al atacar, al defender, “yo lo utilizo como una estrategia para saber a qué me voy a enfrentar en el campo de juego”, nos narra la jueza que tuvo que destacarse para poder sobresalir del resto de sus compañeros. Empezó en la 4ta categoría, después a 3era hasta llegar a la 2da, misma en la que mantuvo por 14 años, esperando por una oportunidad para sobresalir en la superior.
DIFICULTADES EN EL CAMINO
“Yo creo que la mayor desventaja que tenemos las mujeres es que en ciertos sitios piensan que no estamos en las mismas condiciones que los varones o no podemos hacer el mismo trabajo que nuestros compañeros”, fue su respuesta cuando le interrogamos el porqué la tardanza en esa oportunidad. “Eso me pasó a mí, por muchos años me pedían pruebas de varones, hacia las pruebas de varones, tenía buen desenvolvimiento en la cancha, académicamente siempre me pude defender muy bien, pero no llegaba la oportunidad y era porque no había esa aceptación para una mujer dentro de la cancha, de decir ‘bueno vamos aceptar que puede tomar buenas decisiones igual que los varones y que se puede equivocar igual que ellos’”.
La desconfianza en sus decisiones, la falta de credibilidad y el respeto a su posición fue parte de los desafíos que la réferi tuvo que sortear en el machismo establecido en el fútbol. Sin embargo, para llegar a la tan anhelada categoría A, Mónica tuvo que brillar primero en el exterior para luego ascender en la serie nacional. En el 2010, obtuvo la escarapela internacional como árbitra mujer internacional FIFA, y su carrera fuera del país se disparó desde ese momento. “En CONMEBOL comenzaron a darme partidos de Copas Libertadores femeninas, torneos mundiales sub 17 y 20, Copas Américas y empecé a hacer una carrera.”
ABRIENDO LAS PUERTAS
Es así como las puertas para Mónica se abrieron de par en par y cuando le preguntamos qué torneo le falta arbitrar en su lista, nos responde entre risas que es posible que ninguno. “Realmente todos los partidos tienen algo que nunca voy a olvidar, siempre hay algo que marca tu carrera en diferentes momentos. Si tuviera que resaltar alguno diría que hay ciertos torneos que son el final de un proceso, por ejemplo, Francia 2019, fue el campeonato mundial de categoría femenina más alto, estuve en el partido inaugural, después el Mundial de Brasil sub 17, estuve dentro de la terna femenina que hizo historia por ser la primera dentro de una torneo masculino, y por último, los Juegos Olímpicos de Tokio tienen un significado muy grande para mí, porque de joven como atleta por falta de apoyo no pude llegar a unos JJ.OO. y ahora el arbitraje me dio la oportunidad de estar en unas olimpiadas”.
Y con toda esa trayectoria en sus hombres, desde hace 3 años, Mónica forma parte de los árbitros calificados para juzgar en categoría A en el país. Además, está certificada como árbitro VAR por la FIFA, una distinción que no todos sus pares poseen. “Hasta el día de hoy llevo haciendo mi trabajo contenta. A mí mis sueños se cumplieron al revés, pero yo agradecida de que Dios me dio esas bendiciones y oportunidades. Si volviese a nacer, volvería a ser árbitro”, nos dice Mónica, confesando que le gustaría retirarse de su carrera arbitral pitando un clásico del Astillero.
Una posibilidad que no la ve tan lejana considerando la media de edad en la que tendrá que retirarse de las canchas, pero eso es algo que no le quita el sueño, pues sabe que dejó abierto el camino para que más mujeres árbitras puedan llegar a serie A, una de ellas es su hija, “ahora somos 135 árbitras aproximadamente, a comparación de los hombres que son como 1051, pero esto recién se abrió. Espero que ese trabajo que vienen haciendo ellas, peleando lugares en sus categorías y soñando con estar en primera división llegue a cumplirse. Yo quiero ver una terna femenina en la liga pro”.