Listos para el vuelo de los hijos

Mi hija de 24 y yo vivimos juntas y como adultas independientes nos acompañamos, me hace sentir parte de su vida y es parte de la mía; trabaja, estudia, paga sus gastos y aporta en casa. Mi hijo menor tiene 19, viajó hace un mes a estudiar fuera del país y lo extraño... Encontrándome con el nido vacío.

Su partida me ha llevado a retomar los libros y redescubrir que la familia tiene un ciclo vital. Según los psicólogos sistémicos familiares Carter y McGoldrick, los ciclos son: pareja recién casada donde se crea la nueva familia; familia con hijos pequeños, donde definen roles parentales y nuevos roles de pareja; familia con hijos adolescentes, donde el hijo comienza a buscar su independencia y autonomía; emancipación de los hijos, mi etapa actual o “nido vacío”, donde la pareja de padres se disuelve volviendo a ser pareja de esposos. El fin del ciclo es la familia en las últimas etapas de la vida, donde afrontarán la preparación para la muerte.

Yo soy divorciada hace 17 años, me dediqué a trabajar, estudiar, ser amiga y criar a mis hijos, la partida de mi segundo hijo, aunque tengo una vida preciosa y amo a mi hija mayor, hace que me dé cuenta de que la pareja es más o tan importante como los hijos; sin mis amigas y otras actividades, esta etapa sería más difícil.

Es oportuno decir que si no nos preparamos para el “nido vacío” podríamos presentar sintomatología física y psicológica, como desesperación, profunda tristeza, dificultad para pensar, baja autoestima, pérdida del deseo sexual, incapacidad para sentir placer por aquellas actividades que previamente lo reportaban, desinterés, pérdida de apetito, pérdida de iniciativa.

Recuerdo que mi hijo alrededor de los 12 o 13 me dijo que quería irse, con confianza y algo de duda, lo comencé a preparar para que consiguiera las cosas por él mismo, le dije: “si te vas es con beca o alguna ayuda”, no se la puse fácil, sin embargo, lo apoyé en todo y comencé a revisar mi relación madre-hijo, tenía claro que quería que se llevará lo mejor de ambos.

Le sugiero que si usted tiene un hijo que quiere irse, comience a revisar su relación, si no ha sido tan “buena”, construya mejores momentos, busque ayuda para comunicarse y darle herramientas sanas para insertarse en el mundo. Es mejor si usted como adulto acude al psicólogo para mejorar la relación, usted es el adulto responsable, usted debe mostrar un cambio para que la relación mejore. Cuando ellos partan y haya tristeza, usted tendrá la alegría de saber ¡que lo hizo todo!

Así, podemos decir que el “nido vacío” dolerá, sin embargo, en mi caso la alegría de mi hijo es también la mía y su felicidad hace mi tristeza más ligera. Por profesión y experiencia personal puedo decir que duele menos si se trabaja en: cuidar su relación con su hijo, preguntándose como padres, ¿desde dónde impulsan a sus hijos, desde el miedo o la confianza? Vivir otros roles más allá de ser papá o mamá, roles que aporten sentido al ser humano, ser buen amigo, trabajar o tener intereses que lo realicen, revisar cómo está su relación con su pareja, ¿son esposos o son padres o están completamente implicados en los dos roles? Estar listo para lidiar con los cambios que representa la partida o ausencia de los hijos, prepararse para sentir el dolor y la alegría juntas, como en un baile melancólico entre ver los hijos grandes y estar orgullosos de sus logros y también quererlos pequeños y necesitando de nosotros, los padres.

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