En 3 meses cumplo 40 años. Cuarenta.
¿Qué pasa con ese número que en la mujer, (y no sé si en los hombres, me encantaría saberlo), produce esa cara de sorpresa...?
Y no de las buenas sorpresas, sino de esas que te saltan al frente y te cambian la expresión en un segundo, como si hubieras visto al cuco (cuando te daba miedo el cuco) y con los ojos abiertos como platos, con enormes pupilas dilatadas, miran fijamente el reflejo del espejo.
Sin parpadear. El reflejo me clava las intensas como dagas que penetran en lo más profundo. Parecemos, mi reflejo y yo, vaqueros antes de un duelo. Nos observamos. ¿Qué será que me mira tanto? Un paneo en detalle, de arriba a abajo y un escaneo minucioso a toda velocidad va resaltando los defectos e imperfecciones.
-Atención selectiva- es un término que se refiere al proceso cognitivo mediante el cual una persona concentra su atención en una sola cosa en específico mientras ignora otros estímulos en el entorno.
Y ahí estamos, el reflejo y yo. Frente a frente devolviéndonos la mirada atenta y sin esos filtros mentirosos de las redes sociales. Me concentro en mis manchas, en las patas de gallo cuando sonrío y, pienso que cada vez estoy más seria, que antes me reía más. Bajo la mirada y me enfoco en mi nariz torcida por un golpe en la época en que fui cheerleader. ¿Fui cheerleader? Por unos segundos dejo de ver-ver, y con los ojos abiertos pero ausentes me transporto a esa época: 14, 15, 16 años, finales de los 90. Me acuerdo con lujo de detalles de la música, la energía y las acrobacias que este metro cincuenta y algo podía ejecutar a esa edad. Aunque quien sabe si estoy reeditando los recuerdos y como dice Andrés Seminario en su libro `La sociedad del relato: “la memoria es falible e inexacta”.
Un golpe en la puerta del baño me regresa bruscamente a la realidad. Y nuevamente me enfoco en ella otra vez. Que soy yo, una mujer pequeñita y curiosa de casi cuarenta. Casi.
“¿Ya vas a cumplir 40?”. “Bienvenda al cuarto piso.” “Wow no pareces de 40”. Y así, frases y frases, comentarios y canciones, “señora de las cuatro décadas” y clichés sociales que nos dicen y decimos y que quedan tatuados en la memoria de las mujeres, que como yo, están por cumplir la tan temida edad.
¿Por qué de repente es tan relevante haber gateado, caminado y tropezado, (y también caído, rodado y arrastrado) por este mundo durante cuarenta años? 14.610 días para ser exactos.
¿Por qué de repente la vida nos parece que hizo un violento “fast foward” sin aviso ni permiso? Quiero parar el tiempo y las “boobies”. Ocultar mis canas y mis miedos.
Congelar momentos y recuerdos, y si puedo, las arrugas también.
En numerología, el #40 tiene un significado especial porque combina la energía del 4 y 0. Cuatro: representa la estabilidad y el orden. El 4 se asocia a la construcción de bases sólidas. Es un número que representa trabajo duro, disciplina y responsabilidad. Cero: Potencial y nuevos comienzos. El número 0 amplifica las energías de los números con los que aparece.
Le quiero dar un nuevo significado. El número 40 es lo que yo quiero que sea. Nacer, crecer y disfrutar del juego de estar aquí y ahora es un proceso intenso en muchos sentidos y al mismo tiempo tremendamente enriquecedor. A veces estamos muy pendientes de las reglas del juego y nos olvidamos de disfrutarlo.
Este #40 marca el final de unos 30 llenos de “prueba y error”, pero también es el inicio de una nueva década para replantearme y plantarme bien en lo que realmente quiero y lo que no. Para desmarcarme de las expectativas de otros y vivir, sí VIVIR plena, descubriendo lo rico que es que te deje de importar lo que la gente piense. Que a veces me salen las cosas bien y a veces no tanto.
Que la “edad para” no me la impone nadie. La decido yo. La edad para aprender y desaprender, para patinar o cocinar, para estudiar.... o escribir. Y que lean lo que escribo, con miedo a la crítica a veces, y con ganas de compartir siempre. Y con estas ideas contradictorias que van y vienen, regreso al espejo para descubrir que me sonríe. Y le sonrío.