El impacto en la Amazonia por la deforestación no es cuento. Esta afectación, sumada al acelerado calentamiento que tiene esta zona, ha generado un nuevo desequilibrio: que en ciertos lugares de esa gran región se emita más dióxido de carbono de lo que se absorbe. Esto acelera el cambio climático en el mundo.
La revelación llega desde la revista científica Nature, que publicó la investigación ‘Amazonia como fuente de carbono vinculada a la deforestación y el cambio climático’, a mediados de julio. “Alberga los bosques tropicales más grandes de la Tierra y se ha demostrado que es un importante sumidero de carbono en las últimas décadas. Pero este sumidero parece estar en declive”, resume la introducción del informe.
Para el estudio, que contó con la participación de 19 investigadores, se realizaron cerca de 600 mediciones de perfiles verticales de aeronaves de concentraciones de dióxido de carbono (gas de efecto invernadero) y monóxido de carbono (gas tóxico) en la capa más baja de la atmósfera de la Tierra, en cuatros sitios distintos de esa zona entre 2010 y 2018. “Encontramos que las emisiones totales de car-bono son mayores en la parte oriental en comparación a la occidental”.
Esto se dio, explican, sobre todo como resultado de diferencias espaciales en las emisiones de incendios derivadas del monóxido de carbono. “Durante los últimos 40 años, la Amazonia oriental estuvo sujeta a más deforestación, calentamiento y estrés hídrico que la parte occidental”, puntualizan. Es así como en esa zona se han generado la mayor cantidad de incendios en los bosques.
Por eso, agregan, aumentó la mortalidad de los árboles y se redujo la fotosíntesis (proceso que permite que el dióxido se transforme en compuestos orgánicos).
El gobierno de Brasil impulsa una iniciativa para formar una alianza de protección ambiental con el sector privado, que hasta ahora no encuentra interesados. Aseguran que es una estrategia del presidente Jair Bolsonaro para lavar su imagen por los cuestionamientos que recibe por su gestión.
La revelación hecha en Nature se conecta a otra publicada en esa misma revista en 2015, que se basó en una investigación de 30 años. Allí se reveló que la capacidad de la Amazonia para absorber dióxido de carbono mostraba una tendencia decreciente a largo plazo de acumulación de carbono.
Un poco después, en 2018, la revista Science Advances indicó que ciertas partes de la selva tropical se convirtieron en sabanas (espacios con pocos árboles y que se agrietan y endurecen en época de sequía).
En una nota publicada por el diario TheNew York Times, una de las científicas que hizo la investigación, Luciana Gatti, indicó que a partir de este estudio dejó de comer carne de res al percatarse que gran parte de la tierra despejada en las zonas afectadas se usa para criar ganado. “¿Te gustaría perder la Amazonia por tu almuerzo?”, se preguntó. Una respuesta aún pendiente.