La confirmación de la llegada del fenómeno de El Niño ha encendido las alarmas a nivel mundial. Se prevé que este evento climático traiga consecuencias globales, siendo una de las más notables el aumento de la temperatura superficial del mar en el Pacífico tropical, lo que puede resultar en un cambio en los patrones climáticos.
Las Naciones Unidas informan que, la temperatura superficial promedio del planeta ha aumentado 1,1 °C desde finales del XIX, siendo la década pasada la más cálida registrada desde 1850. Gladys Rincón, coordinadora de la maestría de Cambio Climático de la Facultad de Ingeniería Marítima y Ciencias del Mar (FIMCM) de la Espol, explica que los océanos no están exentos del aumento de temperatura del aire y son los que absorben gran parte de este calor, por lo que los 100 metros más superficiales presentan un calentamiento de 0,33 °C desde finales desde 1969.
Este comportamiento, detalla su colega y coordinador de la maestría de Manejo Forestal Sostenible de la Facultad de Ciencias de la Vida (FCV), Edwin Jiménez, puede ocasionar sequías e inundaciones en diferentes regiones del mundo, así como influir en los patrones de lluvia, alterando los ciclos de precipitación y disminuyendo la disponibilidad de agua dulce en diferentes áreas.
En el caso específico de Ecuador, un país que se encuentra en la región afectada por el fenómeno de El Niño, las consecuencias pueden ser significativas, pues al tener una diversidad geográfica lo hace susceptible a los cambios climáticos, por lo que durante los episodios de este evento se experimentan lluvias intensas, deslizamientos de tierra, inundaciones y la caída de los ecosistemas marinos.
“Además de los impactos directos en la infraestructura y la agricultura, el fenómeno de El Niño también puede tener repercusiones en la salud pública. Las inundaciones y las condiciones climáticas extremas pueden propiciar la propagación de enfermedades transmitidas por el agua y los vectores. También existe la posibilidad de que se produzca escasez de agua y problemas de acceso a servicios básicos, lo que podría afectar la calidad de vida de la población”, advierte Jiménez.
Las precipitaciones traerían además consecuencias a los procesos erosivos y el cambio en los patrones hídricos, factores que están íntimamente ligados al manejo de bosques, pues son estos ecosistemas los que regulan el régimen hídrico, mantienen la fertilidad de los suelos y son un soporte para minimizar el impacto de las gotas de lluvia sobre el suelo gracias a la interceptación.
El Niño de este año, tendrá diferencias marcadas con el de 1997-1998 por las condiciones climáticas extremas que traerá para Ecuador. Por ejemplo, la agricultura, que es un sector importante de la economía puede afectarse por la acumulación de las precipitaciones. Las inundaciones pueden dañar los cultivos y la producción alimentaria. Asimismo, los deslizamientos de tierra pueden poner en peligro la infraestructura y la vida de las personas, especialmente en zonas montañosas.
“Los países más pobres son los más expuestos ante los impactos del cambio climático por su propia situación económica y social, y por tener menor capacidad de respuesta ante eventos extremos como inundaciones, deslizamientos o sequías”, sostiene Rincón.
Los especialistas aseguran que es crucial que los gobiernos locales y las comunidades estén preparadas para estas eventualidades y tomen medidas de mitigación. Esto implica invertir en infraestructuras resistentes al clima, promover prácticas agrícolas sostenibles, implementar sistemas de alerta temprana y fortalecer la capacidad de respuesta ante desastres naturales.
“Además, la cooperación a nivel internacional es fundamental para abordar los desafíos asociados con el fenómeno de El Niño y sus repercusiones en el mundo”, remarca Edwin Jiménez.
Desde hace algunos años las universidades vienen trabajando en dar respuesta a las necesidades de la colectividad en temas ambientales. En la Espol, por ejemplo, este es un eje transversal multidisciplinario en la malla curricular de sus carreras, con la integración de la materia de Ciencias de la Sostenibilidad, la cual aborda en un capítulo específico el cambio climático y sus implicaciones.
Gladys Rincón resalta que desde la FIMCM se reconoce que el cambio climático es el mayor reto que enfrenta la humanidad, razón por la cual ya ha graduado a más de sesenta especialistas que dan respuestas a estos desafíos. Esta facultad ofrece actualmente tres programas de maestrías en esta línea: Cambio climático; Peligros Naturales y Gestión de Riesgo y Manejo Costero Integrado.
Asimismo, desde la FCV se propone la maestría en Manejo Forestal Sostenible, la cual aborda el tema de mitigación frente al cambio climático y los efectos de fenómenos naturales como El Niño, a la par que promueve el conocimiento y entendimiento de las funciones de los bosques como reguladores del régimen hídrico y la potencialidad de convertirse en sumideros de carbono.
Lea también: Ecuador aprueba un plan para reducir el impacto del fenómeno de El Niño