Por: Mariana Bermúdez, psicóloga clínica, psicoterapeuta internacional, escritora, terapista cognitiva conductual y CEO de MBA Consulting.
“¡Odio la Navidad!”. “¡No me gusta esta época!”. ¿Has escuchado esta frase o tú mismo lo has dicho cuando por estas fechas empiezas a sentirte irritado, sin entusiasmo ni ganas de disfrutar de estas festividades? Recuerdo un paciente quien por esta época me decía: “Quisiera dormir y despertar en enero, ¡odio la Navidad!”. Y lo decía lleno de apatía y desmotivación con baja comprensión por el fulgor con el que muchos viven la época navideña, más bien sintiéndose con orgullo como "el Grinch", aquel ser verde que deseaba acabar con la Navidad.
Pero este no parece ser solo un personaje de ficción producto de la creatividad del Dr. Seuss, sino que corresponde a una realidad humana. El fenómeno Grinch, Depresión Navideña o Trastorno Afectivo Estacional (TAE), se trata de un episodio emocional de carácter temporal con una sensación que puede verse incrementada al sentir que la emoción propia no encaja con la de las demás personas en esta época.
Sus síntomas son hostilidad, irritabilidad, apatía por la fecha, tristeza y sensación de inadecuación o despropósito. Las posibles causas están relacionadas al estrés de los preparativos, además, las escasas horas de sol propias del invierno en buena parte del mundo es un factor relacionado estrechamente con el estado de ánimo. Sin embargo, señalaremos las posibles causas psicológicas:
- Que la Navidad automáticamente la asociamos con: "se acabó el año" e inevitablemente con la autoevaluación que puede traer frustración de lo que no se hizo, de las metas no alcanzadas, de las pérdidas transitadas.
- Que en estas fechas es cuando se siente con mayor intensidad las pérdidas afectivas de los que se nos adelantaron con la muerte, curiosamente es en la Navidad donde se los recuerda mucho más, que en el día de los difuntos.
- Que la Navidad revive los recuerdos de la infancia que muchas veces pueden ser de melancolía por las vivencias que se tuvieron y que ahora no se repiten y otras por el dolor de las heridas guardadas.
¿Un antídoto? La aceptación, el perdón y la gratitud que nos conecta al presente, no al pasado de lo que se perdió, ni al futuro de lo que se espera. Intenta hacer una lista de gratitud: a Dios, a tu pareja, a tus hijos, a tus amigos, a los seres amados que ya no están, y a la persona incondicional que camina contigo en esta vida: tú mismo.
Recuerda que no podemos cambiar lo que nos pasó, pero siempre podremos escoger la actitud con la cual elegiremos transitar aquello que pasó y cómo queremos seguir transitando nuestro aquí y nuestro ahora.