La tartamudez es un trastorno del habla que se caracteriza por presentar interrupciones de la fluidez vocal, las cuales se dan con frecuencia.
Se estima que 72 millones de personas en todo el mundo padecen esta condición. Alrededor del 5% de los niños pasan por una fase de tartamudez y, de estos, en cerca del 1% persiste hasta la adultez.
Noemí Fariña Díaz, directora del Grado en Logopedia de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), indica que no existe un perfil de persona que suponga un mayor riesgo de padecer tartamudez ya que, como decimos, su causa es neurofisiológica.
Ademas, durante muchos años se pensó que la tartamudez era resultado de problemas emocionales de la infancia, pero hoy se ha demostrado que esta dificultad del habla tiene bases neurobiológicas.
Según la especialista Fariña, la tartamudez tiene un componente genético, por ende hereditario, principalmente en el sexo masculino. El 22% de hombres tiene una mayor probabilidad de padecer esta condición.
Las bases neurofisiológicas de la tartamudez radican en la disfunción de los ganglios basales, un área situada en la base del cerebro y que tiene una importante función relacionada con la fluidez verbal y automatización de las secuencias motoras rápidas, como el habla, la cual precisa de una sincronización exacta.
La tartamudez no se cura ni desaparece por completo, pero se puede controlar.
El abordaje de la tartamudez puede ser muy diferente dependiendo de varios factores, entre ellos la edad. Se deben considerar muchas variables, sobre todo las relacionadas con la persona y el entorno (principalmente la familia), el coste, la duración del tratamiento, la generalización y las variables culturales que pueden afectar a la intervención.
Se emplean diferentes técnicas que tienen como objetivo reducir el tartamudeo, las cuales no son excluyentes. No todas las técnicas funcionan en todas las personas y en ocasiones, al mismo paciente le puede servir una técnica durante un tiempo, pero transcurrido un plazo, puede volverse necesario cambiar de procedimiento y estrategia.
En el caso de edades escolares y posteriores, los tratamientos se centran en la intervención directa y la enseñanza de las posibles estrategias para mejorar las disfluencias.
Algunas pautas que recomendamos a la hora de interactuar con una persona que padece tartamudez son:
1. Reducir la velocidad del habla, usar un lenguaje más sencillo e interacciones cortas, reforzando siempre los actos comunicativos.
2. Es importante darle mayores tiempos de respuesta, con el fin de poder completar su intervención.
3. No ponerse nervioso y mantener la calma si la persona se bloquea o repite, así como esperar a que la persona termine de hablar y no terminar sus palabras o frases.
4. Demostrar una actitud de escucha activa y que se está disfrutando de la conversación es vital para la comodidad de la persona con tartamudez.
5. Por último, tratarle con respeto y hacerle partícipe de las conversaciones de forma natural.