Los Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA) son problemas de salud mental graves y comunes, que carecen de cifras oficiales que reflejen su verdadera magnitud.
El documento Lineamientos Operativos para la Intervención a Personas con Trastornos de la Ingestión de Alimentos del Ministerio de Salud Pública de Ecuador (MSP) señala, según proyecciones internacionales, que en la población de 10 a 24 años, el 1% presenta Anorexia Nerviosa y el 4% Bulimia Nerviosa. Sin embargo, se aclara que las cifras reales podrían ser considerablemente más altas.
Globalmente, la estimación de casos existentes en este grupo de edad es de entre 5 a 13% de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, OMS, pero este organismo también considera que hay un subregistro y que la cifra real debe ser mayor.
La Anorexia Nerviosa consiste en dejar de comer por miedo patológico a engordar y se caracteriza por la adopción de dietas rigurosas y actividad física excesiva.
Por su parte, la Bulimia Nerviosa es descrita por el MSP como la ingesta de grandes cantidades de alimento en un tiempo corto (atracones), seguido de la provocación vómito y/o uso de laxantes, todo con el objetivo de bajar el peso corporal.
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También existe una categoría denominada "atípica", que incluye casos parciales de Anorexia y Bulimia que no cumplen con todos los criterios diagnósticos, así como episodios de atracones de comida que no van acompañados de conductas purgativas, como el vómito o el uso de laxantes. De hecho, la doctora, Leslie Heinberg, PhD, vicepresidenta del Departamento de Psiquiatría y Psicología de Cleveland Clinic, sostiene que entre el 5 y el 20% de la población luchan con síntomas que no cumplen con todos los criterios específicos de severidad y frecuencia de episodios para ser diagnosticadas como anoréxicas o bulímicas pero presentan trastornos alimentarios.
Roxana, a sus 40 años, todavía no está conforme con su imagen, cuando se ve en el espejo no puede evitar decir palabras ofensivas sobre su cuerpo. Los demás la ven como una persona con peso normal, pero ella ve otra cosa. Recuerda que a partir de los 23 años tuvo varios periodos en los que vomitaba después de comer y tomaba laxantes "para eliminar todo". "Aunque me digan frívola yo sé que para verse bien hay que ser delgada y nunca dejaré de preocuparme por mi peso".
Por su parte, al conversar con Melissa, de 35 años, sobre su hábito de vomitar después de comer comidas "ricas" como pizzas o hamburguesas. "Yo no vomito todos los días, solo lo hago cuando como cosas que me encantan y sé que tienen muchas calorías, lo hago desde el colegio, como muchas amigas. Yo como sano generalmente, muchos vegetales y carnes blancas, pero si peco, vomito".
Dice que le fastidia que se hable del tema como si las personas que toman ciertas medidas para controlar el peso fueran de otro planeta.
Aunque hay pacientes con anorexia y bulimia diagnosticada con grave afectación a su salud y con riesgo vital, los casos anteriores representan al considerable segmento de la población, especialmente femenina, que asocia el bajo peso con la belleza y que debido a esta enfermedad lamentablemente pone en riesgo su salud con tal de lograrlo. La pscicóloga clínica, Sandra Saltos Alarcón, considera que es fundamental hacer un llamado de atención a estas personaS que deben empezar un tratamiento de inmediato porque sus vidas están afectadas y necesitan ayuda para atender sus comportamientos alimentarios desde la raíz que los ocasionan.
Profundizando sobre la situación de estos trastornos en Ecuador, de acuerdo a una investigación de la Universidad Católica de Cuenca, realizada por Jonnathan Siguencia, en una muestra poblacional de 8.8858 personas, 1.638 se encontraron dentro de los resultados de prevalencia, riesgo y diagnóstico de anorexia, bulimia y otros trastornos de conducta alimentarios. En el estudio se emplearon los tests EAT (Eating Attitudes Tests) y del DSM-5 (la Guía de la Asociación Americana de Psiquiatría. Los resultados indican una prevalencia de 18.4 personas por cada 100, en el periodo comprendido entre 2008 y 2023.
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El MSP señala que entre los factores individuales que pueden predisponer al desarrollo de estos trastornos se incluyen la baja autoestima, la tendencia al perfeccionismo, el temor a madurar y a la independencia que ello conlleva, así como la preocupación constante por las expectativas de los demás y el deseo de complacerlos.
Entre los factores familiares se destacan la falta de comunicación entre los miembros, la dificultad para resolver conflictos, la sobreprotección parental, la importancia excesiva otorgada a la apariencia física, expectativas demasiado altas de los padres hacia sus hijos, antecedentes familiares de depresión o alcoholismo, la presencia de trastornos como la anorexia o bulimia en hermanos, y la experiencia de abuso sexual o maltrato.
En cuanto a los factores sociales, se incluyen el fomento de la delgadez como un ideal y requisito para el éxito social, así como el culto excesivo al cuerpo. Varios de estos elementos contribuyen al desarrollo de trastornos alimentarios, los cuales requieren tratamiento profesional, ya que como se ha señalado, pueden afectar gravemente la salud e incluso llevar a la muerte.