Fotos: César Mera / Archivo Vistazo
Como el ave fénix, Guayaquil ha resurgido de las cenizas en varias ocasiones, al igual que de los ataques piratas. El gran incendio de 1896 y luego el fuego que arrasó la ciudad en dos ocasiones en 1901, marcaron el fin de una era y el inicio de otra, de la actual, con la reconstrucción de la urbe, que coincidió con el boom cacaotero. El dinamismo que trajo “la pepa de oro” influyó en el desarrollo de la ciudad a inicios del siglo XX. Luego el boom petrolero dio el siguiente impulso.
La ciudad, como actualmente se conoce, fue diseñada urbanísticamente por el ingeniero y constructor francés Gastón Thoret. Él estuvo a cargo de la elaboración de los planos del nuevo Guayaquil. Según el arquitecto Florencio Compte, vicerrector académico de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, Thoret tomó en cuenta el concepto de la ciudad anglosajona, de tener una ciudad dividida en sectores especializados.
“Esta idea de planificación entra en conflicto con una ciudad que se había desarrollado históricamente desde la Colonia como un conjunto de barrios con servicios cercanos. Creo que muchos de los problemas que venimos arrastrando hasta la actualidad son por una mala comprensión de lo que significa la planificación históricamente en Guayaquil”, señala Compte.
Es así que con Thoret se rompe definitivamente con la organización de la ciudad con enfoque ibérico, de una plaza en la que se encuentran la Catedral, la Gobernación y el Municipio. Actualmente, las sedes de las autoridades civiles se encuentran en la avenida Malecón Simón Bolívar, a tres cuadras de distancia de la sede eclesiástica.
Mientras que el estilo arquitectónico italiano fue muy relevante en la reconstrucción. Varias de las edificaciones, entre ellas el Palacio Municipal, fue diseñada por Francesco Maccaferri y construida por la Compañía Italiana de Construcciones. “Ahí se empieza a configurar la arquitectura internacional de Guayaquil. Recorriendo la ciudad podemos ir leyendo esos cambios que ha habido en la arquitectura local y mundial”, indica Compte.
El anterior edificio de la Biblioteca y el Museo Municipal fue inaugurado en 1916. En ese entonces estaba adornado por hermosas Cariátides, las cuales fueron reemplazadas al poco tiempo por sencillas columnas para dar gusto a un grupo de mujeres guayaquileñas. En 1938, esta construcción fue demolida por errores de cálculo y diseño. La actual infraestructura, diseñado por Guillermo Cubillo Renella, abrió sus puertas en 1958. Allí se destaca el mural del guayaquileño Jorge Swett.
La calle Panamá, a una cuadra del Malecón, conectó en la época colonial a la Ciudad Vieja (Cerro Santa Ana) con la Ciudad Nueva, que crecía hacia el sur. También recuerda la bonanza que trajo el cacao a la ciudad en la era republicana, en especial en la década de 1940, cuando se secaba el grano en las veredas y en las calles. Ahora, en este sector hay restaurantes y un museo en honor al cacao.
En donde ahora es Puerto Santa Ana, antes era una zona industrial, en donde se encontraba, por ejemplo, una fábrica de cerveza. Actualmente, el panorama ha cambiado, ya que allí se construye el edificio más alto de la ciudad.