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“No es fácil escribir cosas horrendas”

lunes, 17 diciembre 2018 - 12:44
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Quienes conocen el trabajo de la ecuatoriana radicada en Madrid, saben que en las crónicas y columnas que María Fernanda Ampuero publica en medios internacionales se reiteran ciertas preocupaciones: la migración, la situación de las mujeres, el patriarcado, el clasismo, la discriminación en sus varias formas.
 
En “Pelea de gallos”, su primer libro de cuentos (ya publicó dos de crónicas), se incluye “Nam”, que ganó en 2016 el prestigioso concurso Cosecha Ñ, y otros 12 relatos donde aquellos temas toman forma de ficción. Escrito con una maestría brutal, “Pelea de gallos” ya lleva dos ediciones este año, y se viene una tercera, específica para México, donde el libro se agotó.
 
Su obra figura entre los 10 mejores libros de ficción de este año en una lista publicada en The New York Times.  El medio estadounidense ha catalogado su trabajo en este listado en el que se destacan diez títulos literarios del 2018.
 
Vistazo conversó con la escritora antes del lanzamiento en su natal Guayaquil, en octubre pasado.
 
 
En cada cuento de tu libro hay un hombre temible, que puede ser un padre, un hermano, un marido. ¿Por qué?
Porque creo que la figura del hombre es terrible desde que somos chicas y nos amenazan: “Le voy a decir a tu papá”. Las mujeres cometemos el error de darle al padre características de castigador, de un ser que da miedo. Mi papá no era un hombre abusador, solo tenía
un carácter difícil, pero estaba toda esa leyenda... ya viene el cuco, ya viene el hombre del saco, ya viene tu papá. Dios es hombre también, y hay que temerle.
 
A nosotras, sobre todo, nos dicen que cuidemos la virtud, si no Dios nos castiga. Y luego está el hombre simbólico, el hombre de la calle. Nos están todo el tiempo diciendo, “siéntate bien”, “cierra las piernas”, “te van a ver”. Qué perverso para una niña de cuatro o cinco años saber que hay alguien que quiere ver entre sus piernas. Con ese consejo nos están enseñando la monstruosidad del mundo, nos quitan la inocencia desde muy pequeñas. 
 
La pérdida de la inocencia es otro tema central en “Pelea de gallos”
Para mí es una obsesión. Pienso que todos venimos al mundo con una inocencia, cosas que podemos ser, y la pérdida de la inocencia es también que no seas lo que ibas a ser. Si ibas a ser una niña valiente, te vuelve una mujer asustadiza, porque la narrativa que se inventan los padres es muy distinta cuando eres mujer y el otro es hombre. El otro puede hacer cosas que tú no. En lugar de pelear porque la ciudad sea segura para todos, lo que hacen es asustarnos a nosotras.
 
“Solita”, “mujercita”, “pobrecita”. Los cuentos que nos hacen leer tienen una moraleja terrible: hay lobos por ahí si te sales del camino, y en la adultez el que te va a salvar de todo eso es un príncipe. Imagínate cómo podemos crecer de torcidas con todas esas ideas.
 
A varios de tus personajes mujeres las atraviesa la idealización del amor romántico, y sufren el abandono, el desamor o la infidelidad como un fin del mundo…
Sí, y el gran ejemplo es “Pasión” porque ella es la poderosa y se enamora de este chico que tiene un problema mental como los que creen que son Napoleón. Es la que multiplica los panes, los peces, la que atrae a la gente, pero el mérito lo lleva él, y ella le entrega su vida.  ¡Qué enajenación tenemos con el discurso del amor romántico! Yo he logrado vivir de lo que sé hacer, a 10 mil kilómetros de casa, en una capital europea, sin papás, sin marido, sin nadie que me dé un centavo, mi libro fue uno de los más vendidos de la Feria del Libro de  Madrid… Pero todavía hay gente que compadece a mi mamá porque no estoy casada ni tengo hijos.
 
 
¿Cómo ves la situación de las mujeres en la literatura nacional?
En Ecuador este va a ser el siglo del feminismo y de las mujeres. Lo que está pasando es una revolución. Una generación de escritoras como Gabriea Alemán, Mónica Ojeda, Solange Rodríguez, María Auxiliadora Balladares, Daniela Alcívar, Carla Badillo, Sabrina Duque… ¿Qué hombre ha alcanzado el lugar de Mónica o de Gabriela? Son reseñadas en el Paris Review, en The New Yorker. Deberían ser cabeza de cartel en todos los encuentros, pero siguen siendo señores hablando de señores. Mientras nosotras ponemos las manitos cruzadas para que la otra suba. Alguien me dijo un día “Ustedes quieren ser rockstars”. Y le dije: “Bueno, sí, pero queremos ser como las Spice Girls. No sin mis hermanas”. 
 
¿Por qué pese al éxito de tu primer libro de cuentos has dicho que no te ves escribiendo una novela a corto plazo?
No creo que con el tipo de literatura que yo hago se podría sostener, sería insoportable, la gente tiene que respirar. Para mí tampoco es fácil escribir estas cosas tan horrendas, quedo cansada emocionalmente, triste, me da una enorme compasión por mis personajes, no quiero hacerlos sufrir tanto tiempo. Quería que mi primer libro de cuentos pudiera sacudirte la cabeza, que pudiera entrar a tus tripas y ese ha sido el gran esfuerzo. 
 
¿Has ido a una pelea de gallos? 
Me da miedo. Pero quiero ir. Aunque sé que me va a romper el corazón a un nivel del que ya no vuelves. Soy muy animalista, antitaurina, estoy en contra de las peleas de animales, incluso he intentado ser vegetariana. Pero creo que en algún momento voy a tener que ir, porque he escrito sobre eso.
 
En “Subasta” escribes con mucho realismo ese mundo
Mi mamá es manaba, tiene primos que son grandes galleros de Tosagua. Y ahora que salió el libro me dijo: “Escribes eso porque yo te contaba que cuando era chica tu abuelo me llevaba a los gallos”. Jamás lo hubiera recordado, son cosas que te entran al subconciente: ¡Mi mamá es la niña del cuento! 

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