Roberto Manrique es uno de nuestros mejores actores de exportación, pero pocos sabían que también dibujaba... y bastante bien.
El artista tuvo COVID y fue para él una experiencia muy traumática durante y después de su sanación. En redes sociales contó que vivió una depresión caótica y encontró en el arte un camino de introspección y salvación.
Al llegar a Ecuador, y después de viajar por numerosos países, tuvo que aislarse para no contagiar a sus seres queridos. Una habitación de un hotel al norte de Guayaquil, con el río Guayas como su compañero de cuarentena, se convirtió en su refugio creativo durante 86 días.
Para Roberto, la creación de estas piezas fue la manera que consiguió para canalizar una necesidad de calma y explica que no lo hizo “en función de la respuesta que podría tener el público”.
Las 74 piezas, con claras influencias zen, fueron trabajadas con un rotulador y sobre cartulina. Están divididas en diferentes colecciones: Juego, Identidad, Fluidez, Energía, Creación, Equilibrio, Valor y Expansión.
“El arte zen evidencia las líneas repetitivas, el silencio, el arte de dejar que la mano orgánicamente haga patrones”, detalla el artista. “Me absorbió el poder del color negro porque comunica con fuerza y demuestra que todo está conectado (como el nombre de la muestra)”, recalca.
Manrique asegura que esta experiencia fue salvadora y le dio sensaciones de paz. “Mientras el mundo se caía por fuera, aquí había una profundización, había un momento meditativo”, describe el actor que vivió su confinamiento entre marzo y mayo como un renacer espiritual.