Un grupo de llamas de los Andes ecuatorianos, seres divinos en la cosmovisión indígena del país, llevan en los lomos a los niños del páramo de los Llanganates, en una singular competencia que parece ir hacia las nubes.
Se trata de la "Llamingada", una carrera y demostración de destrezas en la que participan niños de entre 4 y 13 años de edad con sus llamingos (llamas) que se visten para la competencia en el sector de la Laguna de Anteojos, dos espejos que afloran un el gran humedal del Parque Nacional Llanganates.
Miles de turistas acuden cada febrero a ver esta competencia que viene desde antes de la llegada de los Incas y que ha conservado el mito en una tierra plagada de leyendas.
Esta celebración de agradecimiento a la Pachamama (Madre tierra en quichua) también conmemora el Día Mundial de los Humedales (el 2 de febrero) justamente en este gran reservorio natural de agua de lluvia situado en un páramo de la cordillera andina que va de los 1.200 a los 4.638 metros sobre el nivel del mar.
Ramiro Tamayo es uno de los organizadores de la competencia que se desarrolla en una planicie situada cerca de las comunidades rurales de Sacha y Cumbijín, del cantón de Salcedo, en la provincia de Cotopaxi.
Esta laboriosa comunidad agrícola, que se ha venido preparando para la ocasión, despertó este sábado muy temprano y con los primeros destellos de luz, la organización del evento comenzó a fluir, sobre todo con el trajín para vestir a los jinetes y a los camélidos.
Las llamas fueron cubiertas con colchas y monturas, algunas vestidas con sutiles cintas y adornos, aunque no necesitaban de mucho para pasear sus voluminosos y elegantes trajes de lana que parecen lucirlos con glamour.
Los niños que compiten también visten sus mejores trajes, sobre todo el zamarro de cuero y lana, el poncho tejido y gorra o sombrero abrigado para protegerse del intenso frío que recorre estas las alturas.
Erick Javier Chicaiza es uno de los jinetes, de 9 años, un experto en montar llamas; el suyo es contemporáneo pues nació sólo un mes después de él, según relató a EFE su madre, Fanny Guanotuña, quien aseguró que su hijo conoce bien la disciplina.
Él practica todos los días "con el diario vivir, no es necesario prepararle", pues prácticamente ha montado al llamingo durante toda su vida, añadió.
El nombre del animal es sui géneris, por la película animada del coche de carreras "Rayo McQueen", porque siempre "gana todo", agregó la mujer que se siente orgullosa de su páramo de Agualongo Pamba, como conocen los comuneros a esa parte de los Llanganates.
Esta competencia, relató Ramiro Tamayo, se organiza desde hace unos diez años como parte de la conmemoración del Día Internacional de los Humedales, aunque la competencia es ancestral.
Recordó que tuvo que ser suspendida entre 2021 y 2022 por la pandemia de la covid-19, pero ahora fue retomada con fuerza ya que es también una acción que busca reactivar la economía de la zona y, sobre todo, la cultura, que también tuvo que esconderse por el coronavirus.
Por eso, la competencia es acompañada de una especie de festival gastronómico donde se puede degustar de platos típicos de la región, como el cuy asado o frito, las empanadas de morocho, la trucha o el asado de toro bravo.
También se baila al ritmo de las bandas de pueblo y no faltan los disfrazados como el Aya Huma, la representación de un bondadoso ser mítico que posee dos caras y que baila sin parar en las fiestas andinas.
Todo eso se acompaña con una "agüita de sunfo", una planta que se prepara en infusión y que, según Tamayo, "calienta el cuerpo y el alma" y es la cura contra el "soroche" o el mal de la altura.
También se puede beber un trago de "puntas" o licor de caña, aunque el organizador advirtió de que cada vez está más restringido el consumo de alcohol.
Sólo un peligro advierte Tamayo para la celebración: "Qué llueva", porque ello supone más frío en una región donde se podría contraer hipotermia con facilidad.
Por ello, sugirió arroparse bien y, llegado el caso, tomar un calentito "sunfo": la planta del páramo.
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