Desde Alemania, Canadá, Inglaterra, Argentina y Estados Unidos, guayaquileños que han vivido por años en el exterior revelaron a Vistazo qué es lo que más extrañan de su ciudad, la “Perla del Pacífico”, cuya independencia, alcanzada en 1820, se conmemora este lunes 9 de octubre.
Mientras ríe, Andrés Medina, un biólogo radicado desde el 2019 en la ciudad canadiense de Saskatoon, asegura que la comida es lo que más añora. “Yo acá aprendí a hacerla, pero la sazón no es la misma”, dice, mientras esboza una sonrisa.
“De ahí obviamente el calor de la gente (...) Estás aquí donde hay gente de diferentes culturas y obviamente no es lo mismo que estar en tu ciudad donde conoces a muchas personas, te saludan de abrazo y beso, sales a pelotear a la hora que quieras”, considera.
Cuando recuerda su vida en Ecuador, Andrés piensa en los recorridos en bicicleta que realizaba con su familia por largos trayectos de la Escuela Politécnica del Litoral y en un paseo por el Cerro Santa Ana al que se aventuró con su hermana, en el que pusieron a prueba su físico subiendo los cientos de escalones que llevan al Faro de Guayaquil.
Cerca de aquella zona, en la que el científico vivió dicha experiencia memorable, el río Guayas fluye con ímpetu, bordeando el Malecón 2000, al cual Roxana Toral, una periodista radicada en el polo opuesto del mundo, en Argentina, solía acudir cuando era reportera en su ciudad natal, para “bajar las revoluciones” mientras veía el agua pasar.
La guayaquileña recuerda que al llegar a Buenos Aires, en el 2016, iba con frecuencia a Puerto Madero para contemplar con nostalgia un afluente que atravesaba la localidad. “Me traía a mi río Guayas. No se parecen mucho, pero me ponía como que en esta evocación (...) Tratando de generar esa cercanía con ese lugar que recordaba”, confiesa.
Casi siete años después, Roxana es editora periodística digital de Canal 9, uno de los medios más grandes de dicho país. Lo que más extraña de Guayaquil es poder ver a su papá, mamá y hermano. “Estar con ellos, hablar con ellos, saber que siempre están”, acota.
Cuando algún familiar o amigo suyo va a Argentina para visitarla, no pierde la oportunidad de pedirles que le traigan manichos o tortolines. “Son mis cosas favoritas de allá”, dice riendo, antes de mencionar que no recuerda la última vez que probó un encebollado y recalcar que tiene muchas ganas de volver a hacerlo.
Para Alfonso Argüello, estudiante de Analítica Empresarial en la ciudad costera de Miami, una de las más importantes de Estados Unidos ya que alberga numerosas oficinas centrales de mega compañías, en Guayaquil alcanza el tiempo para hacer de todo en solo un par de horas. “Siempre me ha resultado más acogedora una ciudad pequeña”, enfatiza.
“En mi recorrido cotidiano de por sí te tiras dos o tres horas solo manejando en la ida y vuelta. Te consume mucho tiempo. Más cuando sales de tu empleo y te echaste unas ocho horas trabajando”, cuenta, acotando que pese al reducido tamaño de Guayaquil en comparación a otras urbes del país en el que vive, destaca mucho más por ser tan diversa.
A su parecer, el colorido y antiguo barrio de Las Peñas, ubicado al pie del río que es tan importante para Roxana y en las faldas del cerro que guarda mucho significado para Andrés, es una inigualable representación de ello. “Me encanta que recalca la cultura, algo tan vivo. Uno lo aprecia. Uno lo absorbe”, dice.
No obstante, más allá de calles sin tráfico y sectores llenos de casas que reflejan personalidades distintas, lo que más extraña es la gente. “Aquí no ves a nadie afuera en la calle conversando, ni en la esquina jugando pelota (...) vas a las cafeterías y no hay nadie sentado hablando”, asegura el guayaquileño, quien reside en Miami desde hace siete años.
Carlos Martínez es amigo de Alfonso. Ambos vivieron durante gran parte de su vida en la Vía a la Costa de Guayaquil y estudiaron en el mismo colegio. Una vez que llegaron a la adolescencia tomaron caminos diferentes, uno hacia Norteamérica y el otro hacia Europa. Hoy él vive en Alemania, a más de diez mil kilómetros de la ciudad en que nació.
Partió en el 2018 para cursar una carrera de ingeniería mecatrónica. Describe su día a día en la ciudad de Karlsruhe como tranquilo, pero su expresión serena adopta una leve sonrisa al decir que “la comida aquí en Alemania no se compara”, asegurando que la gastronomía ecuatoriana es su preferida por un vasto margen.
Sus ganas de volver a degustar los platos que marcaron su infancia lo impulsaron a ver clases de cocina en YouTube. “Lo primero que aprendí a cocinar fue arroz con menestra (...) También tigrillo y empanadas”, cuenta Carlos, quien vive solo desde los 18 años y maneja a la perfección el idioma alemán.
En Guayaquil su nostalgia recae sobre su hogar. De hecho, la palabra que eligió utilizar para referirse a Guayaquil, si solo pudiera escoger una, fue precisamente esa: hogar. Lo primero que vino a su mente cuando pensó en lo que más extrañaba tiene que ver precisamente con quienes estarían dentro de esa casa reminiscente, su familia.
Mientras se dirige a su trabajo con su esposo, Camila Valencia, quien trabaja en el campo de la medicina en North Yorkshire, un condado del norte de Inglaterra, cuenta con emoción que hace poco descubrió que en el mercado de Leeds, una ciudad cercana, se venden verdes y yucas de Ecuador.
“Nos da mucho gusto encontrar esas pequeñas cositas”, dice con alegría, después de revelar que si bien en la localidad donde vive con su familia hay muchos españoles, casi no ha encontrado a otros ecuatorianos. No obstante, destaca el hecho de que mucha gente que la rodea sí conoce su país y se refiere a este como la nación de la mitad del mundo.
“Para mí Guayaquil es eso. El Parque de las Iguanas, el Malecón (...) Los paseos que yo hacía cuando era pequeña. Cuando eran los domingos que te ibas con tus padres a visitar a los abuelos”, recuerda Camila, quien ha vivido en el exterior por casi dos décadas, primero en España y luego en el norte de Inglaterra.
Lo primero que suele hacer al visitar Guayaquil junto con su esposo e hijos es comer, cuenta mientras ríe. “Comer un bolón de verde con chicharrón (...) y si es temporada de cangrejos nos pedimos los cangrejos”, relata feliz, pensando en la ciudad a la que englobaría con la palabra "familia" si solo pudiera escoger una. “Para mí es eso”, afirma con la misma expresión nostálgica de Andrés, Roxana, Alfonso y Carlos.