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Grandes o pequeños productores: ¿a quién beneficiará la producción de cannabis en Ecuador?

lunes, 5 octubre 2020 - 08:48
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Ecuador está a punto de tener el reglamento que abrirá oficialmente la puerta a la industria del cannabis. Una empresa ya realiza ensayos sobre semillas importadas de Estados Unidos y podría ser la primera en producir. Sin embargo, los colectivos que más lucharon reclaman su espacio, ya que la normativa parece estar destinada solo a las grandes inversiones. ¿Florecerá está industria en los próximos años?

En septiembre se sembraron legalmente las primeras plantas de cannabis para uso industrial en Ecuador, en dos propiedades de la empresa Barad S.A., en Urcuquí y Tabacundo, y en las instalaciones del Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIAP), al sur de Quito. No son grandes superficies, sino parte de un ensayo para saber cómo se comportará el cultivo en estos lugares: qué altura alcanzarán o cuánto demorará su cosecha. Pero, sobre todo, determinar su composición para ser calificada como una semilla que contenga gran cantidad de CBD, que es el compuesto que posee propiedades medicinales, y apenas uno por ciento de THC, el polémico componente que produce efectos psicoactivos.

En teoría, el resultado, que se obtendrá para fin de año, debe arrojar un 20 por ciento de CBD y 0,3 por ciento de THC, y podría destinarse para la industria farmacéutica, aunque por tratarse de una prueba quizá no se comercialice, explica Alfredo López, representante de Barad. Estas semillas, traídas de Estados Unidos, arrojan esos resultados en el país del norte porque se cultivan y crecen entre mayo y agosto, cuando hay 18 horas de sol, y florecen en los meses siguientes cuando disminuyen las horas día. Mientras en Ecuador tenemos 12 horas luz todo el año, lo que podría generar alteraciones. Por eso se necesitan de pruebas y procesos de adaptación.

En octubre, Ecuador abrirá la puerta a esta industria cuando el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) expida el reglamento que facultará las licencias para su importación y cultivo. También se podrá sembrar el cáñamo, una variedad del cannabis no psicoactivo, del que se obtienen fibras para la industria textil, semillas para alimentación, celulosa para papel, e incluso biocombustibles. El subsecretario de Producción Agrícola, Andrés Luque, estima que por cada 10 mil hectáreas de cáñamo que se cultiven, se obtendrían 300 millones de dólares, superando la rentabilidad del banano, por ejemplo.

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Es una oportunidad de negocio inesperada y varios sectores están a la espera. Pero, ¿cómo Barad ya importó semillas, si aún no hay reglamento? “Nos han dicho de todo: que somos una multinacional, que pagamos para que nos den la licencia, que ya tenemos cientos de hectáreas en Urcuquí... Nada de eso es cierto”, señala Alfredo López. Desde 2016, este empresario buscó la manera de generar una industria nueva, a través de leyes y reglamentos que lo permitían en ese entonces. Presentó un proyecto a Yachay, ahora Siembra EP, para una alianza público privada, pero no resultó por los cambios de administraciones en la empresa pública.

En 2019 encontró que el Acuerdo Ministerial 036, de carácter temporal, permitía la importación de estas semillas. “Hacer los ensayos con las semillas que trajo Barad nos permite validar el método para ir conociendo esta planta que es nueva en el país”, dice Doris Tixe, directora de Producción del INIAP. Explica que, una vez que esté aprobado el reglamento, todas las empresas deberían pasar por este proceso, porque la única manera de determinar los niveles de THC es cuando se analiza la flor de la planta.

Es decir que, si alguien trae semillas y no las somete a pruebas, el momento de la cosecha puede arrojar contenidos de THC superiores al uno por ciento y se perderá toda la producción porque sería considerada como sustancia estupefaciente. Así que esta nueva industria recién entra a fase de ensayos.

La agrupación Guayaquil Cannábico pide que la normativa sea incluyente.

Precursores y excluidos
Durante años, varios colectivos lucharon para explicar e insertar en la agenda de la Asamblea Nacional la despenalización de esta planta, con fines medicinales. En ocasiones fueron acusados de pretender abrir el camino para el cultivo de la marihuana, que es la variedad del cannabis con altos porcentajes de THC, pero eso ni siquiera se ha discutido, peor aún aprobado, como en Uruguay donde ya es legal.

Ahora estos grupos se sienten excluidos y consideran que la normativa estará direccionada para el beneficio de grandes empresas. El reglamento que prepara el MAG propone, por ejemplo, que, para obtener los permisos para cultivo, la extensión debe ser mínimo de dos hectáreas, imposible para un pequeño productor.

Carlos Armas representa a la agrupación “Guayaquil Cannábico”, que impulsa el uso medicinal de la planta, a través de autocultivos permitidos por la legislación, siempre y cuando no se comercialice. Su visión es clara: el reglamento prácticamente los excluye. “Hemos ayudado a pacientes con cáncer, epilepsia, enfermedades crónicas. Conocemos las semillas, después de años de cultivar”. Su idea, dice, no es sembrar grandes cantidades, sino
que el reglamento les permita generar un mercado local y artesanal.

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Sin embargo, Luque señala que es imposible para el MAG regular y supervisar pequeños cultivos, pues esa competencia sería del Ministerio de Interior. Añade que, pensado en los pequeños productores, el reglamento permite formar asociaciones para empezar con 100 metros y alcanzar las dos hectáreas en cinco años, con un plan de negocios.

La Agrupación de Pacientes y Familias por el Cannabis Medicinal, de la cual Alexis Ponce es su fundador, también hace sus reparos a los reglamentos ya que también el Ministerio de Salud deberá regular la industrialización y prescripción de fármacos, pues esto recién empieza. Piden ser incluidos en la elaboración de las normativas.

Pero con la fiebre que genera esta industria para atraer capitales, es más fácil conformar una empresa que obtener la personería jurídica de una asociación o cooperativa para optar por una licencia. Así lo relata Farith Pino, director de la organización Cáñamo Industrial Ecuador, quien intenta desde hace meses conformar una ONG para promover la investigación y producción de la planta. El objetivo, explica, es generar alternativas productivas en sectores rurales; que esta industria no solo sea de provecho para grandes capitales. De todos modos, reconoce que es un avance para el país, aunque es un poco tarde, pues nuestros vecinos Perú y Colombia ya se metieron en esta industria hace dos años.

Alexis Ponce, fundador de la Agrupación de Pacientes y Familias por el Cannabis Medicinal. Ha luchado años por la regularización.

Especulación o realidad
La industria del cannabis mueve unos 150 mil millones en el mundo y eso hace que su apertura en Ecuador genere mucha especulación: se habla de empresas canadienses y suizas comprando terrenos en la sierra norte y centro, que vendrán inversiones por más de 500 millones de dólares en 2021, que el cannabis podría sacarnos de la pobreza... Podría ser, pero tomará mucho tiempo. Si el reglamento se aprueba en octubre, las primeras licencias se otorgarían para fines de año. Barad adelanta los ensayos con el INIAP, pero igual debe esperar el reglamento.

Uno de los sectores más entusiastas es el florícola, que ve mermadas sus exportaciones por la pandemia y este sería un producto para recuperarse. “El cannabis es una flor, y en eso el sector tiene experiencia, además de la infraestructura: invernaderos y sistemas de riego”, dice Klaus Graetzer, presidente de la Escuela de Floricultura de Expoflores. Cree que sería una oportunidad para generar más empleo: mientras las flores requieren de 11 trabajadores por hectárea, el cannabis necesita de 17.

Pero al menos tomará unos cinco años tener las primeras 10 mil hectáreas que generarían 300 millones de dólares, y hasta 500 millones si se logra industrializar el producto en el país.

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Podríamos avanzar rápido, según el subsecretario Luque, pues Ecuador tuvo la oportunidad de ver los errores que cometieron otros países. En Colombia, por ejemplo, se creó un mercado especulativo porque varias empresas se dedicaron a sacar licencias para luego venderlas a un precio más alto. Aquí serán intransferibles.

No obstante, el país podría enfrentar una disyuntiva, dice Francisco Miño, consultor de Negotium, una firma especializada en la exportación de plantas medicinales, que ve en el cannabis un potencial de divisas. Explica que, mientras la legislación permite los cultivos con un máximo del uno por ciento de THC, en gran parte del mercado mundial solo acepta materia prima con el 0,3 por ciento. Será necesario una demanda local que absorba el producto que no se pueda exportar, que por el momento es muy reducido.

Una conocedora del tema es Lizbeth Fajardo, directora de Mayu Ecuador, un emprendimiento que desde hace siete años impulsa el uso medicinal del cannabis y comercializa goteros, cremas y ahora chocolates. Sus productos son elaborados con materia prima importada y contienen hasta un 0,4 por ciento de THC. Fajardo cree que, si la normativa excluye a la pequeña y mediana empresa, difícilmente se desarrollará una industria local. “Si las licencias no son accesibles para todos, entonces genera muchos sentimientos encontrados haber luchado años por la regulación del cannabis”, lamenta Fajardo.

Lyzbeth Fajardo y su esposo iniciaron Mayu Ecuador, un pequeño emprendimiento desde donde venden productos medicinales elaborados a partir del cannabis.

 

Extracción del CBD en Ecuador
Una planta de extracción de CBD en Ecuador, que permita desarrollar la industria farmacéutica, requeriría de una inversión de al menos medio millón de dólares, según explica Hugo Solis, ingeniero químico y profesor de la Universidad Central. Solis y un grupo de investigación trabajan desde hace un año con flores de cannabis proporcionadas por colectivos de autocultivo en Quito, para extraer el CBD y lograr la pureza adecuada para fines farmacéuticos.

“El objetivo es aportar con investigación desde la academia y tener un proyecto piloto para extracción, pues tenemos todos los campos de estudio a disposición para generar la cadena productiva: Medicina, bioquímica y farmacia, agricultura, sociología”, dice el investigador. La idea es que el país entre no solo en el cultivo, sino en la industria como ya está instalada en Europa.

Hugo Solís y Stalin Suntaxi, profesores de la Universidad Central del Ecuador, trabajan en una investigación para extraccion del componente medicinal del cannabis.

 

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