La Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), con sede en Quito, lleva un año sin cabeza. Su último secretario general, el expresidente colombiano Ernesto Samper, dejó el cargo en enero de 2017 y desde entonces los 12 países que integran el organismo no han nombrado sucesor. Su utilidad está en cuestionamiento.
¿Por qué es tan difícil encontrar un reemplazo para secretario general de Unasur?
Hay una norma en Unasur que exige que todos los cambios importantes sean decididos por consenso y, en las actuales circunstancias de la región, es prácticamente imposible consolidar consenso alrededor de un solo candidato.
Esta falta de consenso deja a la Unasur en una parálisis que hace cuestionable su utilidad…
Pero no es la primera vez, ha sido una constante la dificultad para ponerse de acuerdo. Está el caso del expresidente Rodrigo Borja, el primer designado para secretario general que por diferencias no aceptó la posición; luego la Unasur demoró casi un año en nombrar a Néstor Kirchner; después se enfrentaron Colombia y Venezuela por el cargo (esto se resolvió nombrando a un secretario de Colombia un año y de Venezuela otro año). Ahora, el hecho de que el puesto haya pasado vacante un año más, suscita preocupación en la región.
¿Unasur perdió su credibilidad promoviendo un diálogo en Venezuela que no dio resultado?
Ese es un análisis totalmente sesgado. El diálogo impulsado por Unasur cuando yo fui secretario general logró concretar mesas de negociación, incorporar a otros países y al Vaticano. Y cuando fue eliminado el diálogo por los mismos sectores políticos, terminaron enfrentados en las calles con el saldo lamentable de 130 muertos.
La única salida posible para la crisis de Venezuela es de carácter político.
Únicamente Evo Morales y Nicolás Maduro siguen pidiendo una cumbre de Unasur, y la piden para reforzar la soberanía de Venezuela.
Todos los países tienen derecho a solicitar las cumbres, ya sea de Unasur, una Cumbre de las Américas o de la Celac. No creo que el aislamiento político o las sanciones económicas sean la salida.
Recordemos que a través de una cumbre de presidentes en Unasur se conjuraron golpes de estado en Venezuela, en Bolivia y en Ecuador.
¿En Ecuador se refiere al 30S? Nuevas evidencias ponen en duda la versión oficial.
Sí, el golpe policial de 2010. En circunstancias críticas se ha convocado a una reunión de presidentes y de ahí han salido luces que han permitido superar las dificultades.
Bolivia construyó un Parlamento para Unasur que costó 65 millones de dólares, ¿tendrá utilidad ese edificio?
El proceso para llegar a la conformación del Parlamento Sudamericano que impulsa Bolivia no ha sido fácil porque están abiertos congresos que se superponen. Está el parlamento del Mercosur, el Parlamento Latinoamericano y el Parlamento Andino. Es difícil pensar que un nuevo parlamento regional pueda homologar las normativas de los distintos países, es sobre todo para que haga debates políticos sobre leyes y normas que luego puedan ser aprobadas por el congreso de cada país.
Existe una nueva propuesta para que el edificio de Cochabamba se convierta en una sede de movimientos sociales.
Ecuador también hizo una alta inversión en infraestructura para Unasur, el edificio de la sede costó 54 millones.
El hecho de que una organización tenga unas sedes dignas como la sede de Unasur en Quito, la sede multilateral más moderna y presentable en la región, y el edificio del Parlamento Sudamericano de Bolivia, no demerita para nada la institución sino al contrario.
¿Qué espera que pase con Unasur este año?
Espero que se encuentre un procedimiento para nombrar mi sucesor, creo que nunca antes había sido tan necesaria una voz que represente a la región. Lo digo por la amenaza que representan para América Latina las políticas del señor Donald Trump.