Una limpia urgente necesita el bloque legislativo de Pachakutik. Veintisiete parlamentarios llegaron, con la divisa arcoíris del movimiento indígena, a la Asamblea Nacional que se instaló en mayo pasado. Era un hecho histórico. Apenas se posesionaron hubo dos bajas. Antes de cerrar el año, nueve de ellos se declararon en rebeldía y se distanciaron de la coordinación de la bancada.
Desde mediados de los años 90, la bandera de siete colores -que se conoce como wiphala- identifica al movimiento indígena ecuatoriano y a su brazo político: Pachakutik. En las urnas, su resultado era más bien simbólico y poco representativo. En el período legislativo 2017 a 2021, PK tuvo cinco delegados en la Asamblea: Encarnación Duchi, Elio Peña, Jaime Olivo, Tito Puanchir y Eddy Peñafiel.
Las elecciones presidenciales y legislativas de 2021 mostraron el inicio de un nuevo escenario. ¿A qué se debió este fenómeno?
Pablo Ospina Peralta es profesor e investigador en la Universidad Andina Simón Bolívar. No le sorprendieron los resultados. “Escribí artículos previos a las elecciones, en los cuales advertí que la votación de PK estaba siendo subestimada en las encuestas públicas disponibles”.
A su juicio, el protagonismo de la Conaie en las protestas de octubre de 2019, creó el ambiente para convertir al movimiento indígena “en el polo de atracción de las fuerzas sociales; era la primera vez que la fuerza social y de movilización se conectaban con un candidato ‘mediático’, con un discurso atractivo, diferente y con facilidad para la comunicación”.
Ospina rescata “lo profundo”, en la persistencia de organizaciones territoriales cuya cohesión se reinventa y mantiene 30 años después de irrumpir en el mapa nacional.
El profesor de la Universidad San Francisco y coordinador de Ciencias Políticas, Paolo Moncagatta, explica que el candidato presidencial Yaku Pérez, “logró aglutinar, bajo su figura, un cúmulo de demandas distintas, provenientes de sectores más amplios de la sociedad.
Obtuvo el ‘tradicional’ voto indígena de entre cinco y ocho por ciento, pero además se incorporaron nuevos temas en la agenda que no habían sido topados por los movimientos indígenas previamente (al menos no con tanta fuerza), como las demandas ambientales y los derechos LGBTI”. Además, esta candidatura supo capitalizar “el desencanto de ciertos sectores de la izquierda con el correísmo”.
Por Pachakutik, explica este autor, votaron sectores diferentes de la sociedad. “Por supuesto los movimientos indígenas, pero también las nuevas generaciones urbanas, preocupadas por el cambio climático, e incluso clases medias de ideología de izquierda”.
COMO SE ARMARON LAS LISTAS
La selección de los candidatos arcoíris estuvo a cargo de las coordinadoras provinciales, coinciden varias fuentes entrevistadas por Vistazo.
Desde 2009, PK no había logrado captar una curul en Guayas. La primera baja -a días de la posesión del período legislativo- fue la de Omar Cevallos Peña: el único asambleísta de esa provincia se declaró independiente. En su carta de distanciamiento, denunció que el coordinador provincial exigía pagos para posesionar a las directivas cantonales. La organización política posteriormente depuró esa dirigencia.
La división había empezado antes. Para la segunda vuelta presidencial, que se realizó en abril, Yaku Pérez propuso el voto nulo, al proclamarse como la tercera vía entre el correísmo y CREO. Su tesis no fue acogida.
El segundo desencuentro tuvo que ver con la decisión del bloque de abrirse al diálogo con las demás fuerzas políticas. Solo los legisladores Bruno Segovia y Mario Ruiz se mostraron opuestos, siguiendo la línea de pensamiento de Pérez.
A la postre Segovia dejó el bloque. En entrevista con Vistazo, Segovia ratificó su crítica a “quienes llegaron a la Legislatura por la ventana y no por la puerta”. Aclara estar tranquilo con su conciencia y con sus electores, que pedían una tercera vía y habla de “oportunismo” en las filas de PK.
Yaku Pérez Guartambel se alejó de Pachakutik e hizo pública su decisión en una carta del 19 de mayo: “Nunca estuve de acuerdo en alianzas con la vieja derecha neoliberal ni con la nueva derecha progresista (por ello) no aceptamos espacios de poder”. Ahora, Pérez busca su propia opción política, en una organización cobijada con la divisa del agua.
Ya con 25 legisladores, se hizo visible la falta de homogeneidad y organicidad. “Los asambleístas de PK actúan en forma indescifrable. Saben que tienen todo el poder, pero no saben qué hacer con él. Algunos conversan con los correístas, por eso desde afuera se perciben inconsistencias e inorganicidad”, advierte un analista político.
Antonio Ricaurte, quien vistió la divisa PK en su juventud, fue alcalde encargado y concejal de Quito, no escatima en críticas. “La votación enorme que PK sacó en el último proceso electoral (gracias a Yaku Pérez) permitió que se tenga un bloque legislativo tan grande; se sacaron asambleístas en provincias donde jamás se pensó tener representación, como es el caso del Guayas. Ganaron asambleístas que no son orgánicos de PK, que no son ideológicos y que no forman parte de las bases de la Conaie, desde ahí vienen las diferencias, discrepancias y disputas”.
En su opinión, disfrutarán del micro poder porque difícilmente volverán a ser elegidos y no les conviene apoyar una muerte cruzada, porque volverían al anonimato.
LAS DIFERENCIAS
A mediados de diciembre, un grupo de nueve disidentes decidió marcar distancia de la línea oficial de la bancada. Entre ellos, Salvador Quishpe, quien meses atrás desistió de correr para la presidencia del Legislativo, en pos de apoyar la candidatura de su coidearia Guadalupe Llori, quien se impuso con los votos del oficialismo.
Los disidentes, además de Quishpe, son: Mario Ruiz (Imbabura), Darwin Pereira (El Oro); Patricia Sánchez (nacional); Mireya Pazmiño (Bolívar); Joel Abad (Cañar); Peter Calo (Cotopaxi) y José Cabascango (Pichincha), Salvador Maita (exterior).
Se declaran fieles a la línea original del movimiento indígena. Por tanto, son críticos al grupo de 16 asambleístas, que incluye a la presidenta Llori.
Rafael Lucero es el coordinador de la bancada de PK en el Legislativo. Negó en entrevista con Vistazo, que hubiera una división en esas filas. “Hay diversidad de pensamientos. No es cierto que tenemos pacto con el Gobierno, hemos conversado con el oficialismo, así como el otro grupo ha conversado con UNES (correísmo); pero nuestra decisión es mantenernos en el centro”.
Lucero, quien es originario de Chimborazo, admitió que fue uno de los impulsores de la alianza con la Revolución Ciudadana en 2009, “cuando creíamos que había identidad en los ideales, cuando defendimos la Constituyente, pero apenas descubrimos que era un proyecto autoritario impulsamos la separación de ese proyecto, entonces, el totalitarismo desgastó esa alianza”.
Un análisis de la trayectoria de los 16 asambleístas que ahora están bajo escrutinio muestra un grupo heterogéneo: sin embargo, varios de ellos trabajaron en el sector público, ya sea en gobiernos seccionales o municipales; y en el Ejecutivo.
Hay quien representa a una empresa contratista del Estado. Uno de ellos fue candidato para los comicios de 2017 por la alianza Centro Democrático-Alianza País. El registro de causas muestra que estuvo investigado por presunto peculado, cuando ejerció un cargo público. Actualmente preside la Comisión de ética.
Segovia, ya desde la distancia, advierte que la bancada tuvo la oportunidad histórica de plantear una agenda legislativa para impulsar reivindicaciones postergadas. Entre ellas, el ingreso a la universidad pública, una posición opuesta al extractivismo, una política tributaria que optimice el cobro de impuestos a las clases privilegiadas; la atención al agro; y, la lucha frontal contra la corrupción.
Pero eso es imposible si no logran solucionar sus diferencias internas. Por eso, es urgente una limpia para el bloque legislativo de Pachakutik.