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La última entrevista de Mario Vargas Llosa en Ecuador con Vistazo

A propósito de la muerte de Mario Vargas Llosa, recuperamos esta entrevista realizada en noviembre de 2018, durante su visita a Ecuador, en la que no vino a hablar de literatura, sino de ideas.

lunes, 14 abril 2025 - 13:16
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Premio Nobel de Literatura, referente del pensamiento liberal en Iberoamérica y figura controvertida por sus posturas políticas, Mario Vargas Llosa conversó con claridad sobre la libertad, el populismo, el futuro de América Latina y la necesidad urgente de no repetir errores del pasado.

Hoy, cuando su legado se vuelve materia de reflexión, esta entrevista cobra nueva vigencia.

  • —¿Por qué los latinoamericanos hemos sido reacios al liberalismo?
  • Porque los liberales del siglo pasado fueron ideológicamente liberales, pero no lo fueron en el campo económico. Lucharon contra la Iglesia, muy arraigada en nuestras sociedades, y convirtieron al liberalismo en una doctrina anticatólica. Pero el liberalismo no es antirreligioso; defiende que ninguna Iglesia debe controlar el Estado, porque eso suprime la libertad.

    El liberalismo latinoamericano acogía la democracia política, pero mantenía un sistema económico feudal, de privilegios. Por eso no trajo prosperidad y se volvió marginal. La izquierda supo aprovechar ese vacío.

    Hay que reconocer que la izquierda ha tenido mucho éxito en convertir al liberalismo en una mala palabra. Lo ha usado para ofender: “liberal”, “neoliberal”. Pero nada de eso es justo. La democracia liberal afronta los problemas sociales y económicos con un criterio altruista, justo.

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    Hoy tenemos la posibilidad de elegir entre ser prósperos o ser pobres. Los venezolanos, por ejemplo, eligieron ser pobres cinco veces al votar por Chávez. Y hoy pagan terriblemente esos errores.

  • —¿Por qué tantos intelectuales han apoyado regímenes autoritarios en la región?
  • Porque se puede ser un genio artístico y defender ideas execrables. Heidegger murió con el carné nazi en el bolsillo. Sartre defendió el maoísmo, a pesar de sus 20 millones de muertos. En América Latina, muchos escritores respaldaron el totalitarismo por las desigualdades extremas, pero hoy esa confusión ya no es justificable.

  • —¿El socialismo del siglo XXI fue una regresión?
  • Totalmente. El boom de las materias primas no trajo modernización, sino más populismo. Se siguieron vendiendo promesas imposibles. Pero hoy sabemos que esas ideas se estrellan contra la realidad: la incapacidad de resolver siquiera los problemas mínimos.

  • —¿Es el capitalismo sinónimo de democracia?
  • Sí, aunque puede haber deformaciones. El capitalismo ha traído los mayores beneficios a la humanidad. Hay que impedir la corrupción que lo degrada. Vivimos en un mundo donde gracias al capitalismo, al liberalismo y a la democracia, los países pueden elegir su destino.

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    Chile, por ejemplo, es el país más próspero de América Latina. Corea del Sur, Taiwán o Singapur lograron sociedades sin pobreza, a pesar de carecer de recursos naturales. La clave está en hacer las cosas bien, aunque al principio haya sacrificios. Si la gente ve una luz al final del túnel, lo acepta. Si no la ve, escapa, como en Venezuela.

  • —¿La ira popular puede abrir paso al autoritarismo?
  • Sí, y lo hemos visto. En Europa han resurgido los nacionalismos por miedo a la globalización. Pero también han encontrado frenos, como el rechazo al Brexit. Creo que esos impulsos no van a prosperar.

  • —¿Cree que hay riesgo de que la globalización retroceda?
  • No. Ha traído demasiados beneficios. Casos como el de Trump son excepciones. Él ha intentado romper con la tradición liberal de EE.UU., pero la sociedad ha reaccionado. Perdió la Cámara de Representantes, lo que marca un límite a sus excesos.

  • —¿Está de acuerdo con la tesis de que las democracias ahora caen por los votos, no por las botas?
  • Me parece una exageración. Ninguna democracia sólida se ha vuelto fascista. Pero sí: la democracia siempre está en peligro. Hasta el país más avanzado puede dar un traspié. Por eso hay que defenderla activamente.

  • —Usted ha dicho que el sentido común es la virtud más importante en un político. ¿Por qué elegimos “mesías” que carecen de él?
  • Porque tenemos una tradición poco democrática. Hemos vivido más tiempo bajo caudillos que bajo instituciones. Y todavía creemos que un hombre fuerte resolverá mejor los problemas que la democracia. Pero esos líderes suelen ser corruptos, y la corrupción lo contamina todo.

  • —¿Estamos mejor hoy que hace unas décadas?
  • Sí. Si nos comparamos con el ideal, nos decepcionamos. Pero si lo hacemos con nuestro pasado, hay avances. Hoy hay más democracias, y las dictaduras están arrinconadas por su impopularidad.

  • —¿Caerá Nicolás Maduro?
  • Sí. Todas las dictaduras caen. Y la de Maduro será un borrón triste en la historia de Venezuela.

    —¿Qué opina del caso Odebrecht y la corrupción empresarial en América Latina?

    Es una tragedia. Esa asociación perversa entre ciertas empresas y el Estado ha causado un enorme daño. Ese tipo de capitalismo debe ser corregido. En las democracias auténticas hay justicia, crítica, y libertad de expresión para prevenir estos abusos.

  • —¿Cómo interpreta la victoria de Bolsonaro en Brasil?
  • Fue una reacción a la corrupción. Bolsonaro ha dicho cosas reñidas con la democracia. Si las aplica, habrá que protestar. Pero su asesor económico, Paulo Guedes, es liberal y demócrata. Y el juez Moro en Justicia es una garantía.

  • —¿Deben regularse las redes sociales como algunos proponen?
  • Las redes sociales son positivas porque han hecho imposible la censura. Pero también difunden mentiras con impunidad. Es necesario avanzar hacia mecanismos legales que sancionen la desinformación.

  • —¿Las redes han vuelto irrelevantes a los medios, escritores y pensadores?
  • Para nada. ​​​​​​

  • —Sobre Rafael Correa, usted fue un duro crítico. Él respondió diciendo que usted escribía bien, pero era “limitadito”. ¿Ha cambiado su visión sobre él?
  • No. Correa fue un populista peligroso. Me alegra que los ecuatorianos lo hayan entendido así. Trajo más perjuicios que beneficios. Sus reformas empujaban al país hacia el totalitarismo.

    Fue una vergüenza que Ecuador apoyara la Revolución Bolivariana. Hoy se respiran aires más democráticos. Pero mientras exista una ley de prensa como la que él impuso, Ecuador no será plenamente libre. Esa ley es la negación de la democracia.

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