El tren de mercancías utilizado por inmigrantes indocumentados para llegar a Estados Unidos y conocido como "La Bestia", truncó el sueño americano de un grupo de hondureños, de visita hoy en Washington para denunciar la pesadilla de un viaje que se cobró sus piernas, cortó sus manos y sesgó sus esperanzas.
"El sueño americano se convirtió en pesadilla", dijo a Efe José Luís Hernández, de 29 años y parte de una caravana de inmigrantes indocumentados con discapacidad que se apostó hoy frente a la Casa Blanca para exigir una reunión al presidente de EEUU, Barack Obama.
La llegada del grupo de inmigrantes coincidió con la visita a la capital federal del presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, para reunirse con el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, y el vicepresidente de EEUU, Joe Biden, con el que preveía abordar temas de violencia y migración en Centro América.
"Pedimos a nuestro presidente que actúe. Aquí estamos ocho mutilados. En Honduras hay 692", recalcó Hernández, que junto a otros 16 inmigrantes indocumentados abandonó, una vez más, Honduras el 25 de febrero para mostrar al mundo la cara más dura de la inmigración indocumentada.
Tardaron un mes en atravesar México y, al llegar a Estados Unidos, las autoridades migratorias les interceptaron y llevaron al centro de detención del sur de Texas en la localidad de Pearsall, cerca de San Antonio, y del que consiguieron salir gracias al grupo de abogados de la asociación defensora de inmigrantes "Raíces".
Según cuentan, tras un mes y medio de detención, recuperaron su libertad y siguieron el camino que hoy les llevó a la Casa Blanca.
De los 17 que integraban al principio la caravana, a Washington llegaron ocho, muchos de los cuales son padres de familia que decidieron retomar un viaje que hace años se volvió en su contra para exigir oportunidades para sus hijos y evitar que un día tengan que saltar a "La Bestia".
"Me vine para cambiar el futuro de ellos. No queremos que les pase lo mismo. Estamos haciendo todo lo posible para que nuestros niños no tengan que inmigrar y tengan un buen trabajo en nuestro país", explicó a Efe Benito Murillo, de 44 años y con cuatro hijos de edades comprendidas entre los 18 y los 12 años.
Murillo, que se sostiene en una muleta, decidió salir de su casa en 2005 para evitar la violencia, el desempleo y el hambre y eligió "La Bestia" por ser "más barato" que los "coyotes" (traficantes de personas), que acompañan a los inmigrantes en el camino y a los que muchas familias pagan para traer a sus hijos a Estados Unidos.
Como muchos otros, Murillo caminó al lado de las vías del pesado tren de carga y, aunque conocía los riesgos, agarró impulso y se lanzó hacia uno de los vagones que pasaba por Chiapas (México) con la esperanza de que las pesadas piezas de metal no le hicieran daño.
Perdió un brazo y una pierna y, tras varios días de sufrimiento, recuperó la conciencia en manos de Olga Sánchez Martínez, fundadora y presidenta de la Asociación Civil "Albergue Jesús el Buen Pastor del Pobre y del Migrante" en Chiapas, hogar de decenas de inmigrantes enfermos o mutilados.
Como Murillo, Freddy Omar Vega, de 36 años, decidió atreverse con el "tren de la muerte" en 2006.
"No estamos aquí por nosotros. Nosotros ya estamos bregados. Pero hay otros que están pensado en viajar y no queremos que les pase lo mismo que a nosotros. Por buscar una vida mejor, pueden encontrar la muerte o un secuestro o quedar incapacitados como nosotros. No lo podemos permitir", dijo Omar Vega a Efe.
Con la misma fuerza con la que emprendieron un camino que se tornó en pesadilla, el grupo de hondureños promete resistir frente a la Casa Blanca hasta conseguir una reunión con Obama y amenazan con iniciar una huelga de hambre si les niegan el encuentro.
"Hemos estado cuatro meses de viaje. No estamos dispuestos a irnos con las manos vacías -aseguró con una sonrisa Omar Vega-. Nos montamos en 'La Bestia' porque queríamos un futuro mejor y si no es para nosotros, que sea para nuestros hijos".