Las herencias siempre han desempeñado un papel importante a la hora de determinar si alguien es rico o pobre. Además, quitan el peso que tiene el trabajo y el esfuerzo en la vida de las personas.
Cuando Marlene Engelhorn, de 29 años y descendiente del fundador de la empresa química y farmacéutica alemana BASF -considerada la mayor corporación química del mundo-, declaró que quería donar el 90% de su herencia, la noticia sorprendió al mundo.
"No he trabajado ni un día por mi herencia y no pago ni un centavo por ella. Ya es hora de que me hagan pagar impuestos", afirmó hace un año la descendiente austro-alemana de Friedrich Engelhorn, quien murió en 1902 dejando a sus familiares una inmensa fortuna.
Para Marlene no es cuestión de querer, sino de justicia. No es la única. Junto a ella, otros jóvenes millonarios reclaman un cambio de sistema en materia de justicia distributiva.
Desde entonces, la millonaria residente en Viena (Austria) ha hecho campaña a favor de los impuestos sobre la riqueza y la justicia distributiva.
"No puede ser que en una democracia se desarrollen élites autoproclamadas. Para mí no es una cuestión de por qué lo regalo o no. Es una barbaridad que no se grave y se ponga a disposición del erario público", declaró al diario alemán Frankfurter Rundschau.
Engelhorn cofundó en febrero de 2021 la iniciativa Taxmenow, una asociación alemana de personas adineradas que exige que los gobiernos se queden con una parte mucho mayor de su patrimonio heredado, argumentando que estas fortunas no ganadas deberían ser asignadas democráticamente por el Estado.
La asociación define como personas adineradas a "aquellas que tienen un patrimonio igual o superior a 1 millón de euros" y no se limita a solo jóvenes millonarios, sino a todo tipo de personas.
Los responsables de la iniciativa recogen firmas a favor de una petición para mejorar la justicia fiscal. De momento tienen 80.000 firmas, 62 de las cuales proceden de millonarios.
Entre otras cosas, Taxmenow solicita la reintroducción del impuesto sobre el patrimonio para activos valorados en millones y miles de millones de euros, la limitación de las exenciones de los activos empresariales y otras normas especiales en los impuestos sobre sucesiones y donaciones, así como tipos impositivos progresivos en lugar de un tipo único para el impuesto sobre las plusvalías.
"Estamos convencidos de que una mayor justicia fiscal es el camino hacia una sociedad orientada hacia los valores del bien común, la igualdad de oportunidades y la cohesión", informa la asociación.
En ese grupo de millonarios que apoyan esta iniciativa se encuentra también el heredero alemán Antonis Schwarz, de 33 años.
Su familia fundó en su día Schwarz Pharma AG, que fue una de las 80 mayores empresas alemanas. En 2006, la familia Schwarz vendió su empresa farmacéutica por más de 4.000 millones de euros (US$4.221 millones).
Schwarz recibió una herencia millonaria cuando alcanzó la mayoría de edad y ahora reclama un impuesto sobre el patrimonio que grave los activos millonarios y multimillonarios, así como normas más estrictas contra la evasión y los trucos fiscales.
"Cuando se habla de familias muy ricas, les preocupan tres cosas: quieren aumentar su dinero mediante inversiones. Quieren minimizar sus impuestos. Y quieren pasar su dinero -libre de impuestos si es posible- a la siguiente generación. Luego educan a sus hijos para que hagan lo mismo", comentó Schwarz a la publicación austríaca Contrast
De esta manera, desde Taxmenow denuncian que los que tienen dinero tienen poder y hacen hincapié en que la actual legislación fiscal significa que no solo se transmiten enormes cantidades de riqueza, sino también poder, que se distribuye de forma dinástica.
El dinero de los más ricos no sólo les compra una vida de lujo sino, sobre todo, influencia en los negocios, medios de comunicación e incluso en partidos políticos. Preferiblemente en aquellos que ayuden a garantizar que no habrá impuestos de sociedades, impuestos sobre el patrimonio o impuestos de sucesiones más altos en el futuro.
Según los jóvenes millonarios, gravar la riqueza tendría el doble objetivo de aumentar los recursos públicos y quitar ese poder político a personas que no se lo han ganado democráticamente.
"Los negocios y la política están fuertemente entrelazados. Esto se hace mediante donaciones de los partidos y la adjudicación de puestos. En Alemania, es totalmente legal que las empresas paguen a los políticos. Es increíble la cantidad de dinero que hay en juego", critica Schwarz.
En esa línea Engelhorn escribió sulibro "Geld" (Dinero) sobre la redistribución de la riqueza en el que describe a su clase, el 1% más rico de la sociedad, como "una de las sociedades paralelas peor integradas" que apenas tiene idea de la vida del 99% restante.
"Los superricos tienen que reconocer que sus privilegios son una injusticia por principio", escribe Engelhorn en "Geld".
En cualquier caso, indica, fortunas de cientos y miles de millones no tienen nada que ver con el trabajo. "Es mentira que el trabajo te haga rico. Si no empiezas tu vida en el 10% más rico de la sociedad, es muy poco probable que llegues a serlo. Con trabajo o sin él", admite Engelhorn, algo que muchos superricos no quieren oír.
No obstante, los impuestos sobre el trabajo son significativamente más elevados que los que gravan las herencias y donaciones millonarias.
La suerte quiso que su libro Geld se publicara pocos días después de la muerte de su abuela Traudl Engelhorn-Vechiatto, de 95 años, el pasado 22 de septiembre, convirtiendo a la joven en multimillonaria.
"Todavía no sé exactamente de cuánto dinero se trata porque aún no hemos leído el testamento, pero probablemente decenas de millones de euros", declaró poco después al diario francés Le Monde sobre el dinero que recibiría de su abuela que se hizo rica al casarse con uno de los bisnietos de Engelhorn.
En el momento de su muerte, la revista estadounidense Forbes estimaba su fortuna en US$4.200 millones, gracias sobre todo a la venta de otra empresa familiar, Boehringer Mannheim, por US$11.000 millones a la empresa farmacéutica suiza Roche en 1997.
Lo curioso es que de esa venta las autoridades fiscales alemanas no recaudaron ni un céntimo, porque su tío abuelo Curt Engelhorn había trasladado previamente la sede legal de la empresa al extranjero.
Como heredera de una de las familias más ricas de Austria, cuestiona precisamente eso: la transmisión de la riqueza en dinastías familiares. Lo califica de feudal, una reliquia de tiempos predemocráticos.
En su opinión, los impuestos que los millonarios evitan pagar sobre fortunas y herencias millonarias hacen falta para guarderías, hospitales y tribunales. Ella prefiere pagar impuestos que donar, pero hasta entonces, dona parte de su dinero al Momentum Institute, que hace campaña a favor de los impuestos sobre la riqueza y la justicia distributiva.
Pero, según Engelhorn, no deberían ser los ricos quienes decidieran qué intereses y pasiones personales merecen sus millones heredados.
"No hace falta otra fundación", afirma al diario The New York Times. "Lo que realmente se necesita es un cambio estructural".
Austria, donde vive Engelhorn, abolió su impuesto de sucesiones y el de donaciones en 2008. Sin embargo, los herederos de una propiedad de sus parientes o similares están sujetos al impuesto de transmisiones patrimoniales. Este hecho sigue haciendo que, al menos en público, se siga hablando del impuesto de sucesiones, aunque en sentido estricto ya no exista.
El número de países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que gravan la riqueza neta se redujo de 12 en 1990 a cinco en 2020. Aunque el número de países de la OCDE que gravan las herencias es mayor, la cantidad recaudada representa el 0,5% de todos los impuestos.
"Con menos dinero en manos del 1% más rico, Europa es menos desigual que Estados Unidos. Pero en Europa, las fortunas familiares y el dinero antiguo son más frecuentes, y la riqueza, las conexiones e incluso las ocupaciones se transmiten de generación en generación", escribió The New York Times.
Más de la mitad de los multimillonarios europeos heredaron sus fortunas, mientras que en Estados Unidos lo hizo un tercio, según un estudio del Instituto Peterson de Economía Internacional.