Heredero de un imperio del banano, obtuvo el domingo el 52% de los votos sobre el 48% de la izquierdista Luisa González, alfil de expresidente Rafael Correa (2007-2017), y propinó así un inusitado golpe a sus aceitadas fuerzas socialistas.
Fue el segundo revés consecutivo del "correísmo" en unas presidenciales en los últimos seis años. Antes, ya había visto esfumarse mediante una consulta popular una de sus reformas constitucionales más controvertidas: la reelección indefinida.
Correa, que se vanagloria de haber triunfado más de una docena de veces en las urnas, está exiliado en Bélgica desde el fin de su gobierno. Fue acusado de corrupción y condenado a ocho años de cárcel en ausencia.
Para su movimiento Revolución Ciudadana, caer ante un outsider es una "derrota significativa", dice a la AFP el politólogo Santiago Cahuasquí, de la Universidad Internacional SEK.
La victoria de Noboa "es la ratificación de que el correísmo está sufriendo un proceso de desgaste", asegura.
Estas son tres claves de la victoria de Noboa:
Autoproclamado de centroizquierda y apoyado por fuerzas de derecha, Noboa encarna para algunos analistas el clamor de cambio de un electorado hastiado de la dicotomía entre correísmo y anticorreísmo, y de la impopularidad del saliente gobierno de Guillermo Lasso.
Los ecuatorianos buscaban "un candidato que no obedezca, justamente, a la política tradicional, que salga de la lógica ordinaria" alrededor de la figura de Correa, anota Cahuasquí.
Noboa, con apenas dos años de experiencia política en el Congreso, iba último en las encuestas. Pero antes de la primera vuelta, una aplaudida participación en un debate al que asistió de chaleco antibalas tras el asesinato del presidenciable Fernando Villavicencio lo catapultó al balotaje.
La remontada de Noboa "es un reflejo de la profunda transformación del electorado", señala el politólogo.
El desgaste del correísmo viene de tiempo atrás, explica el analista David Chávez, pues la reciente elección es un "calco" de la de 2021, cuando Lasso se impuso sobre Andrés Arauz, otro alfil de Correa, también por cuatro puntos de diferencia.
Además hay "un consistente proceso de derechización de la sociedad ecuatoriana", apunta Chávez, de la Universidad Central.
Noboa gobernará Ecuador por casi 17 meses, hasta terminar el periodo de Lasso. El presidente saliente disolvió el Congreso para evadir la destitución en un juicio político por corrupción, lo que dio paso a elecciones anticipadas.
El breve periodo presidencial y un Congreso de mayoría opositora con el correísmo a la cabeza, serán los primeros obstáculos del nuevo mandatario.
Noboa conectó con las nuevas generaciones. En las redes sociales defendió el acceso a la universidad y se vendió como una alternativa de cambio. Evitó mencionar demasiado Correa y rodearse de sus enemigos, mientras a González le costó desmarcarse del fantasma del expresidente.
"Por su juventud es la mejor solución para todos", dijo a la AFP Andrés García, un universitario de 29 años que confía en la promesa de Noboa de priorizar el empleo.
Pero los analistas advierten que no le será fácil gobernar.
"Va a tener problemas con la Asamblea por el bloque fuerte que tiene" el correísmo, señala Simón Pachano, politólogo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
En los últimos años Ecuador se ha transformado en un gran exportador de drogas, y los traficantes locales se han asociado con carteles mexicanos y colombianos que siembran muerte y terror.
González adelantó que su partido apoyará en el Congreso "reformas legales para la seguridad, para salud, para educación (...) siempre y cuando no sea privatizar" recursos.
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El correísmo tuvo problemas para conseguir nuevos votos debido a su falta de autocrítica e incapacidad de renovarse, aseguran expertos.
Para Chávez, la estrategia de apelar a la figura de su máximo líder llegó a un "límite", pese a que en dos ocasiones Correa fue elegido en una sola vuelta, algo inédito en el país.
Sin embargo, aún mantiene fieles seguidores que le permiten competir "con resultados más o menos favorables" en las elecciones, añade.
Tendrá al menos 50 de los 137 curules del nuevo Parlamento, además de estar al frente de las alcaldías de Quito y Guayaquil, las principales ciudades, pero ya hay "signos de agotamiento" en el correísmo, sostuvo el analista.
La Revolución Ciudadana "es un movimiento que sigue siendo prisionero de Rafael Correa", cuya poderosa figura hace que "ningún otro tipo de liderazgo (...) pueda llegar a encarnar las aspiraciones del pueblo", señala Cahuasquí.