Los indígenas "no quieren dialogar", solo "quieren violencia", dijo este viernes el gobierno tras la jornada más sangrienta de protestas en Quito, luego de una fallida irrupción a la Asamblea Nacional que terminó en choques con la policía.
"Se han desenmascarado ellos solos. No quieren dialogar. No quieren acordar. No quieren que el país se reactive. No quieren paz. Hasta ahora lo único que han demostrado es que quieren violencia", dijo el ministro de Gobierno, Francisco Jiménez, en entrevista con la emisora FM Mundo.
El jueves el presidente Guillermo Lasso permitió el ingreso de unos 5.000 indígenas a la Casa de la Cultura, un lugar simbólico para los pueblos originarios, en un gesto de voluntad de diálogo.
Pero horas más tarde una facción de los 10.000 manifestantes que protestan en Quito avanzó hacia el Congreso, intentó quebrar el piquete militar que lo rodeaba y desató una ola violenta.
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De un lado, bombas molotov, cohetes pirotécnicos, piedras. Del otro, gas lacrimógeno y granadas aturdidoras. Los enfrentamientos se extendieron hasta la noche y aumentaron el balance de víctimas a seis muertos en doce días de intensas movilizaciones, según la Alianza de Organizaciones por los Derechos Humanos.
"Hemos cedido (...) en un afán de que la paz se recupere en la ciudad y en el país. Sin embargo, sucedió todo lo contrario. Lo aprovecharon para generar más desmanes", añadió Jiménez.
Unos 14.000 indígenas protestan en el país por el alto costo de la vida, que hunde a sus pueblos en la pobreza. Con un abanico de diez reclamos aumentan la presión a Lasso, que ve en la manifestación un intento por derrocarlo.
Reducir el precio de los combustibles es la punta de lanza de los manifestantes, pero el gobierno asegura que esto le costaría al Estado más de 1.000 millones de dólares al año en subsidios.
"Es una movilización indefinida hasta tener los resultados", dijo en entrevista con la AFP el indígena Leonidas Iza, líder de las marchas.
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Mientras tanto, numerosas contraprotestas con banderas blancas piden el cese de la violencia en la capital de tres millones de habitantes.
"Hay un racismo que ha exacerbado (...) se ha profundizado la lucha de clases", añadió Iza.
Las partes se dicen dispuestas al diálogo, pero no llegan a acuerdos concretos para sentarse a la mesa en un país exhausto y semiparalizado que cuenta pérdidas diarias por 50 millones de dólares.