La primera dama estadounidense, Jill Biden, llega esta noche a Ecuador para cumplir una agenda enfocada en revisar y conocer proyectos sociales y educativos del país.
El recorrido incluirá una visita al Centro de Desarrollo Infantil San Francisco de Quito, donde conocerá de primera mano los detalles del Plan de Erradicación de la Desnutrición Crónica Infantil.
Después, asistirá a una escuela en la que se ayuda a adolescentes de Ecuador, Venezuela y Colombia que habían abandonado la enseñanza a volver a integrarse en el sistema. De hecho, la educación ha sido su principal eje de trabajo desde que su esposo era vicepresidente de Barack Obama.
Jill Biden, de 70 años, es una mujer que sin dudarlo dejará huella. Su historia de vida es inspiradora. Madre de tres hijos, los dos primeros llegaron con su esposo viudo, el presidente Joe Biden, siendo niños pequeños; luego juntos tuvieron una hija. Y entre criar una familia, en tiempos modernos, completó dos maestrías y un doctorado en Educación, y no dejó de trabajar nunca, ni siquiera cuando su esposo fue Vicepresidente. Tampoco lo hará ahora, pese a que la función de primera dama exige múltiples compromisos.
Asegura que quiere ser un ejemplo para que las mujeres no abandonen sus carreras por más importantes que sean sus esposos. Ella lo hizo así siempre, a pesar de las obligaciones y la carrera política de Biden, a quien conoció en 1975.
Fue un segundo matrimonio para ambos. Jill se había casado a los 19 y se divorció poco tiempo después. Biden, en cambio, era senador y había enviudado en 1972. Se casaron en 1977 y ella, mientras criaba a los hijos, trabajaba en una escuela secundaria como profesora y estudiaba en la universidad. Obtuvo su doctorado en Ciencias de la Educación en 2007.
Un año después, con Biden como vicepresidente de Barack Obama, ella obtuvo una plaza en el Virginia Community College System, donde enseñó por ocho años. Como segunda dama abogó ante la administración presidencial sobre la importancia de los community colleges, que son universidades de pregrado para estudiantes de menores recursos. Organizó una convención nacional de estas universidades, a cuya inauguración asistió Obama.
Otros de sus intereses ha sido el combate al cáncer, no solo porque el hijo mayor del presidente, Beau, murió de cáncer cerebral en 2015 a los 46 años, sino porque muchas de sus amigas cercanas han desarrollado cáncer de mama. Durante los años de la administración Trump, en Delaware, estableció junto a su esposo la fundación Biden Cancer Initiative y escribió dos libros para niños. Ahora, como primera dama, ha aceptado volver al Virginia Community College para continuar enseñando Literatura y Escritura.
Su pasión por la Literatura ha determinado que crea en el poder de los mensajes, y si bien ella no debía ofrecer un discurso en la ceremonia inaugural, envió dos mensajes profundos a través del vestido y abrigo blanco que usó en la noche de la posesión.
Se trata de un vestido y abrigo blanco de lana bordados con flores. Según la diseñadora del conjunto, Gabriela Hearst, la misión era demostrar la unidad y cómo esta en las diferencias puede lograr belleza. “La unidad hace la fuerza y es una necesidad para el camino por delante. Las flores representaban a cada Estado y territorio de Estados Unidos, y fueron bordadas en la parte baja del abrigo y en el cuello y las mangas del vestido que están hechos de organza de seda. El vestido fue confeccionado en Nueva York. Bordar cada una de las flores tomó dos horas”.
El mensaje no se limitó a las flores. En el interior del abrigo, específicamente en su forro, y simbolizando la misión de vida de Jill, la educación, se encuentra el pensamiento de uno de los fundadores de Estados Unidos, Benjamin Franklin, que sostiene: “Dime y olvidaré. Enséñame y lo recordaré. Involúcrame y aprenderé”.