EDITORIAL
Una flota china de 300 embarcaciones pescó ininterrumpidamente durante 73.000 horas en los mares que colindan con la zona protegida de las islas Galápagos. Varias organizaciones no gubernamentales, Global Fishing Watch, Oceana y Skywatch, usando un aparato diseñado por Google, pudieron contabilizar las horas de acción de la flota. En las bodegas de muchos de esos barcos se procesaron miles de toneladas de calamar y otros peces. Ante esta flota depredadora, Ecuador ha sido impotente. Una deuda de seis mil millones de dólares, iniciada durante el gobierno de Rafael Correa y continuada por el de Lenín Moreno, tiene al país con la cabeza agachada, pero no puede continuar viendo cómo la voracidad arrasa con la riqueza marina que han hecho de las islas Galápagos un santuario único en el mundo, pues ahí están 20 por ciento de las especies del mar del planeta.
Según el índice IUU, que mide la pesca de los Estados con flotas marinas, en 2019 China ocupó el primer puesto como depredador. No existe costa fuera de su país que no haya sido sorprendida por la avidez de sus flotas. No solo que arrasa con los peces, sino que además no tiene el menor interés en respetar a las especies en peligro de extinción ni a sus trabajadores, que tienen condiciones de esclavitud en los barcos.
Ecuador ha visto su embate en varios años. La pesca del calamar diezmará a las poblaciones de lobos marinos y otros peces de mayor tamaño. También han depredado a los tiburones, entre ellos el tiburón martillo, cuya población ha sido reducida a apenas 10 por ciento, es decir está cercana a la extinción. Un 70 por ciento de las aletas que se venden en el mayor centro de distribución del mundo: el mercado de Hong Kong, proviene de nuestras islas. Las aletas se consideran un afrodisiaco, porque los emperadores las usaban en la antigua China una vez al año. Estudios científicos han revelado que ni son afrodisiacas ni tienen valor nutricional, pero los chinos ricos quieren sentirse como los emperadores.
Para enfrentar a la codicia marina de China es necesario extender la zona protegida de Galápagos, que hoy es de 133.000 kilómetros cuadrados. Para hacerlo es obligatorio un concierto de las naciones, que al igual que Ecuador, tienen paraísos de biodiversidad en el Pacífico, para crear un corredor que vaya desde el archipiélago de Revillagigedo, en México, hasta Juan Fernández, en Chile.
La prohibición de la pesca industrial en esa zona permitirá que las especies que migran en dicho corredor puedan regenerarse. Ecuador debería unirse a esta iniciativa y ser un activo participante para un acuerdo en Naciones Unidas. Hay que entender que la conservación de la naturaleza no solo es un bien para las próximas generaciones, sino un buen negocio. Un estudio de la Universidad de Cambridge, publicado recientemente, demuestra que hay mayores ganancias en el largo plazo,cuando se piensa en conservación de recursos naturales, que como los de las Galápagos son únicos.