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Alegría Crespo

La fuerza del "creo en ti", la motivación es clave para el aprendizaje

miércoles, 24 noviembre 2021 - 15:40
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    Ben Carson es abandonado por su padre, se queda solo con su madre y su hermano. Este niño era considerado el “estúpido” de la clase. Imagínense lo que se siente que cuando te vean, te vean como un estúpido. Tenía tanta desesperación que intentó atacar a un amigo con un cuchillo.Ben entendió que no podía seguir así.

    Un niño norteamericano pasa aproximadamente 10 horas conectado a la internet, y la madre de Ben, queriendo cambiar esta costumbre, comenzó a motivarlo a la lectura. Ben comenzó a hacerlo y a interesarse por la naturaleza y las ciencias.

    Un día, un profesor llegó a clases y mostró una piedra preguntando qué es. Ben sabía que era una obsidiana. Tímidamente levantó la mano, el resto de sus compañeros lo miraron burlones. El profesor le dio la oportunidad y Ben dijo: “es obsidiana” y comenzó a contar todo lo que sabía sobre las obsidianas. Su vida cambió. Este niño, que tenía una crianza muy dura y que era el tonto de la clase, experimentó un cambio muy profundo y quedó como número uno de la clase, del colegio... El número uno de todos los colegios de Detroit. Fue becado por la Universidad de Yale y es ahora el mejor neurocirujano infantil del mundo, el doctor Ben Carson, jefe de Neurocirugía Infantil del Hospital Johns Hopkins en Maryland.

    Entonces uno se pregunta ¿cómo es posible etiquetar a la inteligencia? Una persona que estaba condenada al fracaso es ahora el mejor neurocirujano infantil del mundo.

    Por eso, hace años empezó a cambiarse el concepto de inteligencia. Esto se dio con Howard Gardner, quien descubrió que hay nueve inteligencias diferentes y si te explican las cosas con base en tu inteligencia ¡tú puedes entenderlas! Hay personas que son lógico-matemáticas, otras son visuales-espaciales, otras son verbales, kinestésicas, musicales, intrapersonales, interpersonales, naturistas y otras deben ver una trascendencia, un propósito en las cosas.

    Todos nos sentimos dudosos si somos capaces de asumir y alcanzar ciertos retos. Pero si lo hacemos desde nuestra forma de comprender el mundo, de captar conceptos y de realizar proyectos, lo logramos.

    La clave de toda la transformación educativa es entender que si un estudiante no aprende no es porque no pueda, sino porque no le estamos hablando de manera que realmente le llegue e interiorice.

    No tiene sentido que el aprendizaje esté basado en el miedo, la coacción y la obligación. Debe estar en la motivación, la curiosidad, las ganas, el asombro y la necesidad de aprender. Es decir, el aprendizaje debe ser significativo. En ese momento comienza a cambiar la anatomía de su propio cerebro.

    Al aprender, pruebas y te equivocas. De a poco ganas una cierta seguridad. Y cuando la alcanzas, llegas a la maestría o dominio. Cuando un ser humano se siente inspirado a aprender, su cerebro comienza a cambiar. Esto ha sido comprobado científicamente. La reinvención del cerebro humano es posible independientemente de su edad. Aumenta el riesgo sanguíneo en la corteza prefrontal y aprendes más de prisa y eres más creativo. También se ha visto que las neuronas se conectan más entre ellas y hay mayor sinapsis.

    Si el ser humano está destinado a aprender, entonces ¿qué entorpece el proceso? La manera en la cual gestionamos el error: está lleno de sentimientos punitivos. Esta sensación de amenaza tiene efectos muy serios en el cerebro. Cuando hay demasiada tensión en la vida, dejamos de aprender. Más allá de esa tensión, dejas de aprender. Apoyo: todo aprendizaje implica entrar en tierra nueva. Cuando una persona que está aprendiendo se siente apoyada por otro ser humano, y a pesar de la dificultad sigue avanzando, logra realmente interiorizar el aprendizaje.

    La U. de Stanford convocó a un grupo de chicos y se los separó en dos salas diferentes como parte de un experimento. Inicialmente se les hizo meter los brazos en baldes de hielo. En una sala debían animar a la gente y en la otra debían desanimarlos, con simples frases como “Tú puedes” o “Te veo perdido”. Después, volvieron a meter los brazos en agua helada y los que fueron apoyados, no sentían tanto dolor. El cerebro, cuando se siente apoyado, segrega una hormona que tiene la capacidad de bloquear en las amígdalas cerebrales el núcleo del miedo que nos paraliza. Esa es la importancia del apoyo en el aprendizaje.

    Debemos sentirnos capaces de alcanzar todo, sin importar lo que nos dicen. El poder de “yo creo en ti” cambia vidas.

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